27 de Junio de 2021
[Por: Jorge Camacho, SJ]
Sab 1,13-15; 2,23-24. Sal 29. Mc 5,21-43.
Talitá, kum, ¡Levántate, despierta niña! Mujer, ponte en camino.
El judaísmo en Tu tiempo, Señor, estaba lleno de leyes y leyes, tan absurdas como discriminatorias.
Duras cargas impuestas sobre los cuerpos, sobre los cuerpos de las mujeres y de los pobres.
Por eso, Señor, fue tan valiente aquella mujer, la que tocó Tu manto cuando ibas rumbo a la casa de Jairo.
La ley era cruel, una mujer con la regla no podía pasar por en medio de los hombres, porque creían que les podía traer una desgracia, incluso la muerte.
Esta mujer, que tenía flujo de sangre constante, vivía seguramente aislada, marginada, despreciada. Pero se arriesgó a buscarte, a tocarte sin que lo noten, a sabiendas de que ser descubierta le podría acarrear la lapidación.
Se arriesga, lucha, busca la sanación. Valentía como la de tantas mujeres en Colombia, enfrentadas a todo tipo de violencias, que tocan Tu manto para buscar la liberación de toda nuestra tierra.
Mujeres organizadas en red para apoyar a las víctimas de violencia sexual, modo de agresión que aumentó con la pandemia en el encierro de muchos hogares.
Las manifestaciones develaron el horror del estado violador, del machismo incrustado en nuestras mentes inconscientes. Hemos escuchado las denuncias de las jóvenes violadas, tanto por la policía como por sus propios compañeros, “viola el tombo como el compa…”, varones que algunas veces parecen poco solidarios con sus amigas cuando de delitos sexuales se trata.
La hemorroísa representa hoy también a todas esas mujeres que, en el encierro de la pandemia, con la pobreza acentuada, a veces no tomando mas que una aguapanela en el día, emocionalmente muy afectadas, intentan que su vida y la de su familia no se derrumbe del todo.
También a aquellas mujeres que acompañan la primera línea, apoyando a sus hijos e hijas, defendiéndolos y sosteniéndolos.
En fin, a tantas mujeres que luchan, que ya no se callan, que avanzan sin miedo: mujeres indígenas, afrodescendientes, populares, artistas, académicas, activistas, niñas, jóvenes, mayores, diversas… y sobre todo, Señor, acuérdate de quienes han gritado horrorizadas por sus hijos que no han vuelto. Sus llantos, sus dolores, su tragedia, tiene que hacernos parar como sociedad, detenernos, como Tu lo hiciste, cuando ibas de camino a la casa del jefe de la sinagoga.
“Si nos tocan a una, respondemos todas…”
Consigna, canto latinoamericano, que se repite en las nuevas movilizaciones sociales, donde los feminismos nos invitan como hombres a ser más humanos, menos egoístas, a detenernos, y dejar que el dolor de las mujeres nos toque, al menos en el borde de la existencia.
En el sufrimiento de las mujeres vemos el desangre constante de nuestra sociedad fallida, azuzada desde las élites a vivir en el odio y a discriminar.
Son ríos de sangre y de horrores que han recorrido por años nuestros territorios, sí ríos, porque los resultados del gobierno se medían por litros de sangre: “comandante, colabóreme con tres muertos”, le dijo el General a su subalterno, porque faltaban tres muertos para mostrar el resultado de la semana, hasta 6402, que es la cifra oficial, aunque fueron más…
Han quebrado nuestras vidas con esos caudales de violencia, nos han desmembrado como sociedad, pero la organización popular femenina descubre nuevas formas de restablecer confianzas, de levantarnos como pueblo.
Las mujeres en sus cuerpos agredidos comprenden que las garras del poder no tienen límites hasta que no encuentran resistencias, y estas resistencias son comunitarias.
“Viendo la gente llorando y haciendo grandes lamentaciones, entró y les dijo: ¿Por qué ese alboroto y esos llantos? La niña no está muerta, está dormida” (Mc 5, 38-39).
Oye también nuestros gritos de dolor, levántanos como pueblo, saca nuestras vidas del abismo de las violencias.
Que la cólera de tu pueblo agredido dure tan solo un instante, y que las solidaridades que las mujeres nos enseñan marquen el ritmo de una nueva vida.
Cambia nuestro luto en fiesta, porque la tierra no es el reino de la muerte, y la justicia llegará en su momento, pues es eterna.
Caerán los señores de la guerra, los que instauran injusticias y manejan las leyes a su arbitrio, la paz con legalidad y otras mentiras.
Líbranos de las trampas de las leyes que parecen creadas para destruir al pobre, invocadas por rábulas insensibles y sordos a los gritos del pueblo, como en Tu tiempo Señor de maestros de la ley y fariseos, ortodoxos exegetas, con sus coros de gente de bien, sus periodistas de bolcillo, sus ejércitos y sus bodegas.
Que oigamos todos la voz que dirigiste a la hija Jairo, y a todas las mujeres que luchan en nuestro país:
“Talitá Kum ¡levántate, despierta niña!” (Mc 5, 41). Mujer, ponte en camino.
Que tu voz llegue también a nosotros los varones, para que como las mujeres seamos capaces de generar vida, de levantaros para caminar con ellas, y no para ponernos por encima.
Perdona Señor a Tu Iglesia, anquilosada en siglos de machismos. Siempre a la defensiva desde las jerarquías, confiamos en que fraguas algo nuevo desde abajo…
Ya no podemos más, estamos cansados y hastiados de tantos horrores y atropellos, qué Tu pueblo violentado deje de ser invisible, levántalo y ponlo a caminar.
Tomado de: https://www.facebook.com/1239254819421900/posts/6369307166416614/
Dibujo de Cristian Camargo, integrante de la Red de Dibujantes de Latinoamérica.
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