El amor recibido gratuitamente libera y salva

25 de Junio de 2021

[Por: Armando Raffo]




“Pero halló gracia a los ojos de Yahvé” Gn. 6,8  

 

En el libro del Génesis, uno de los textos peor interpretados es el relato del diluvio universal y del arca de Noé. A primera vista el texto es muy claro y elemental. La tentación a leer el texto en lo que a primera vista parece obvio, es muy potente: Yahvé habría decidido acabar con todos los seres humanos conocidos porque eran malos y salvar, a través del Arca, al único justo con su familia y con parejas de todos los animales existentes que habrían de constituir una nueva humanidad cuando las aguas descendieran. El punto de inflexión está en la afirmación de que “Noé halló gracia a los ojos de Yahvé”. La clave de interpretación de todo el relato del diluvio universal pende sobre el modo en que se interprete dicha afirmación. Lo que a primera vista parece evidente a nuestro horizonte cultural es pensar que, como Noé era el único que se portaba bien, Yahvé decidió salvarlo a él, a su familia y a parejas de todos los animales para iniciar, de esa manera, una historia nueva, con gente buena, cuando las aguas descendieran. Otra forma de entender el texto, parece desvelar un sentido muy distinto y congruente con el hilo conductor de la revelación bíblica.  

 

El relato del diluvio tal y como lo cuenta el libro del Génesis, parece mostrar, como se dijo y a primera vista, un Dios caprichoso e infantil que castiga brutalmente al pueblo infiel. Según el texto, se afirma que como veía que sus criaturas, los hombres, hacían el mal, decide exterminarlos, borrarlos del mapa: “Voy a exterminar de sobre la faz del suelo al hombre que he creado.” (6,7) Un poco más adelante el texto se encarga de advertir que existía una de sus creaturas que “halló gracia a los ojos de Yahvé” y se explaya en resaltar alguna de sus virtudes como son: que era justo, cabal y que andaba con Dios. Obviamente, hay otra forma de entender el relato, aunque para ello hemos de hacer un breve excursus.

 

Todos los pueblos tienen sus propias epopeyas que acaban plasmando rasgos de la identidad de los mismos. Sería extraño encontrar historias constitutivas de pueblos que no contuvieran experiencias traumáticas o especialmente dolorosas. Como es obvio, los pueblos que las evocan, son los que salieron airosos o con vida de las dificultades sufridas al punto de que pueden contarlas. Los pueblos, no olvidan sus epopeyas por más dolorosas o traumáticas que puedan haber sido, porque constituyeron aprendizajes importantes para su futuro. En ese contexto es que debemos leer el texto del Diluvio universal y a su protagonista Noé. Qué duda cabe que en las historias antiguas y vinculadas a la génesis del pueblo y a su identidad, pudo haber experiencias traumáticas y relacionadas con diluvios o dañinas inundaciones. Se trata, en general, de experiencias históricas que fueron leídas como castigos de Dios por las desobediencias y maldades realizadas por el pueblo. También sabemos que todas las epopeyas o historias idealizadas cuentan con personajes señeros o héroes que, en muchos casos, representan a grupos más que a personas individuales. 

 

Sabemos también, que los textos que contienen la narración del Diluvio, como otros muchos, fueron redactados durante el Exilio babilónico y cuando el pueblo comenzó a volver a su tierra. Esto quiere decir que ellos fueron concebidos y redactados desde la experiencia más traumática que tuvo el pueblo en su historia. A partir de aquella experiencia, Babilonia será la expresión natural y, por antonomasia, del mal, de lo demoníaco y del sufrimiento padecido por los judíos. Aquellos hombres, como nosotros, necesitaron ir a sus raíces para entender su propia historia para proyectarse al futuro. Así mismo, también podemos suponer que aquellos hombres se hicieron preguntas parecidas a la que nos hacemos nosotros en nuestros días y que también necesitaron interpretar lo que les había sucedido tanto a nivel personal como colectivo.

 

El pueblo judío leyó como castigo de Dios aquellas inundaciones “originarias” que habrían sido devastadoras para alguno de los grupos constitutivos de lo que a la postre vendría a ser el pueblo judío luego del exilio babilónico. “Viendo Yahvé que la maldad del hombre cundía en la tierra y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó a Yahvé de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón.” (6,6) Desde esa experiencia y con aquellas preguntas hemos de entender la narración del Diluvio. Se trataría de una relectura del pasado en el que se subraya la infidelidad del pueblo con respecto a Yahvé al mismo tiempo que se acentúa la fidelidad de Noé, quién, más que un individuo, aparece como el prototipo del hombre fiel. Por eso el texto afirma que: “Noé halló gracia a los ojos de Yahvé” (6,8) La tentación que a todos puede sobrevenir es pensar que como Noé era tan bueno, halló gracia a los ojos de Yahvé. Es decir que Noé tendría méritos para que sea bien mirado por Dios o que le resultase gracioso. Aunque muchos elementos nos llevan a pensar de esa manera, hemos de subrayar que el texto pretende decir todo lo contrario, es decir, que Noé, al sentirse amado por Yahvé se liberó de complejos y necesidades justificantes para mirar la vida y a los otros de otra manera. 

 

Aunque pueda parecer reiterativo, conviene recordar que los textos del libro del Génesis, más que narrarnos historias interesantes de tiempos remotos, nos hablan de los principios que regían, rigen y regirán en los dinamismos profundos del ser humano; dinamismos que, según su signo profundo, llevan a la vida o a la muerte de las personas y los pueblos. ¿Qué quiere decir que “Noé halló gracia a los ojos de Yahvé”? La palabra “gracia” puede significar algo así como una cualidad que una persona posee, que la hace agradable o, también, como amor puro, gratis. Más que pensar en una cualidad de Noé, como algo que podría haber conseguido con esfuerzo y constancia, se trata de una gracia de Yahvé para con Noé. Se trata de un amor totalmente gratuito que despierta la fidelidad en Noé y que le justifica. El mensaje profundo es que el amor de Dios, la gracia divina, justifica a Noé. El sentirse amado por Dios le liberará de esa necesidad de reconocimiento que muchas veces nos acosa para sentirnos alguien. El amor recibido libera del propio ego y sus constantes reclamos. Ese amor experimentado y no conquistado es el que le protegerá de las aguas que traerán tanta muerte y destrucción. Para los judíos el mar es el lugar del mal. De eso preservó Yahvé a Noé y, en Noé, al ser humano con Su mirada benevolente y amorosa. El Señor Yahvé establece así, una alianza con su pueblo, sellada por el amor que nos libera de la compulsión por justificarnos a nosotros mismos.

 

Podríamos decir, pues, que Noé encontró el amor en los ojos de Yahvé. Es la mirada amorosa de Yahvé la que despierta la libertad de Noé para hacer el bien y recrear, según el texto, a la humanidad entera. En efecto, cuando buscamos auto-justificarnos o edificar nuestro propio yo según los cánones culturales, acabamos ahogados en el mar de las exigencias y expectativas culturales. Lo que de verdad nos sostiene sanos en la vida es el amor de Dios que recibimos a través de tantas personas. Bien dijo San Pablo: “si no tengo caridad, nada soy”. Bien sabemos que el amor no se produce ni fabrica; se recibe y se trasmite.  

 

Imagen: https://es.aleteia.org/2019/09/24/noe-realmente-vivio-950-anos-como-dice-la-biblia/ 

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