[Por: Eduardo de la Serna]
Con mucha frecuencia, las buenas noticias (en griego, evangelia) no son universales. Es decir, a veces lo que es buena noticia para unos no lo es para otros. Un ejemplo fácil de entender es la liberación de los esclavos: buena noticia para los liberados, mala para los que pierden “mano de obra” (no pretendamos que los miren como personas, a lo sumo “manos”). Y, por supuesto, es frecuente que los perjudicados por la “mala noticia” pretendan, en la medida de lo posible, recuperar al menos en parte, aquello que han perdido. Incluso, con frecuencia, visto – por ellos – como algo injusto. Podemos decir, un lugar común, que todo es según el cristal con que se lo mire, o – para ser más precisos – desde el “lugar” de dónde se mire: desde la esclavitud o la propiedad, en este caso…
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