29 de Mayo de 2021
[Por: Rosa Ramos]
Si quieres cubrir con rosas
a todos los vestidos en gris,
si estás realmente triste,
ven a bailar el sirtaki…
Si eres el que piensa
en medio de su inquietud
en el barco que se balancea;
ven a bailar con Zorba.
Mikis Theodorakis
Ciertamente me formulo la pregunta del título en medio de tanto sufrimiento y muerte, falta de empatía, negligencia, temores e incertidumbres a todo nivel.
Las cifras de contagios y muertes por covid 19 son cada día más alarmantes y vergonzosas. También la solución o la mitigación a mediano plazo de los estragos de la pandemia se puede plantear con cifras, ya han sido expuestas por el FMI y otros organismos internacionales. Falta la voluntad política y económica a nivel de los países más ricos para que puedan fabricarse suficientes vacunas y que lleguen gratuitamente a la población de todos los continentes. Asimismo, falta voluntad política y económica en cada país para elegir la vida, para defenderla y no sólo con discursos, sino buscando juntos, democráticamente, modos eficaces y concretos.
Claro que no sólo nos mata el covid y sus nuevas cepas. Estamos en tiempos oscuros para la humanidad, así como hay momentos históricos en que parece que avanzamos hacia un telos más venturoso, en otros encallamos en recodos que ni permiten ver una luz. Aquí estamos, en ese recodo oscuro de la historia y sin embargo “ánimo nos daremos a casa paso”, “aún en la oscuridad, tu Palabra ilumina mis pasos”.
Los cristianos hemos celebrado la fiesta de Pentecostés, recordamos que “el Espíritu de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” y nos habita, el mismo Espíritu que acompañó a Jesús, que era su aliento dinamizador y que nos prometió “enviar”. También podríamos decir que Jesús nos recordó con su vida que el Espíritu estaba presente desde el principio, que nos había sido insuflado ya en el sueño creador de su Abba. Nos cuesta aceptar esta presencia humanizante-divinizante en nosotros, quizá por eso de una u otra manera nos lo dice la Palabra de Dios -históricamente revelada- y también por eso como Iglesia celebramos Pentecostés cada año.
Por otra parte, confieso que para animar el caminar en esperanza en este difícil presente no procuro aquí revisar posturas teológicas al respecto de esa Presencia, más bien la busco como suelo hacer -y creo hallarla- en los signos visibles para todos, cristianos o no.
Caminar en esperanza, creo que de eso se trata. Y quizá ayude contemplar el modo cómo han sabido dar pasos otros hombres y mujeres, qué medios o recursos les han sido fieles asideros, o catapultas para no cejar en el intento de vivir con dignidad, o incluso sufrir digna-humanamente. Caminar en esperanza y dignamente en busca de la luz, es posible con la ayuda de otros, ayudando a otros, sosteniéndonos unos a otros. Precisamente en esos encuentros se abre paso la luz en medio de las tinieblas.
Luz, belleza, miradas, son caminos, puentes… que hacen presente ese Espíritu que, en expresiones cristianas, es aliento, viento, fuerza, consuelo. En entregas anteriores he escrito sobre los puentes que nos ponen en comunión con otros y a la vez son puertas a lo mejor de nosotros mismos, como la amistad. Introduzco una cita de Simone Weil que une la amistad y el tema de hoy: “La amistad… como lo bello, constituye un milagro. Y ese milagro estriba simplemente en el hecho de que existe.” Cabría decir que la amistad es bella, que la solidaridad es bella, que son milagros-signos que permiten amar y defender porfiadamente la vida.
En estos días de tristeza e incertidumbre por tanto sufrimiento cerca y lejos, me he aferrado a caminar por el puente de la belleza. De ahí que a la pregunta del título respondo que sí, que tiene sentido hablar hoy de la belleza.
Luis Eduardo Aute en una canción reivindica “la certeza de encontrar en tu mirada la belleza” y sigue repitiendo con su voz muy dulce: “la belleza, la belleza, la belleza”. Lo he citado ya otras veces y hasta he contado que previo a su muerte lo escuché tres días seguidos. Hace pocos días moría en Italia, Franco Battiato, otro de mis cantautores preferidos, cuya creación artística nos ha aportado mucha belleza e inspiración; sobre él escribí aquí hace unos meses, haciéndole un tributo en vida, sabiendo que estaba ya gravemente enfermo.
En los últimos días he bebido hasta embriagarme de la belleza de la música de Mikis Theodorakis y en ella he encontrado el aliento vital y la luz para transitar este tiempo. Ha sido fascinante verlo y escucharlo durante horas -en YouTube- dirigiendo la orquesta en distintos escenarios, ver también videos de homenajes, con su música y sus canciones en distintas voces. Está ya muy anciano con sus 95 años, pero hasta los 85 dirigía y cantaba, se movía y seguía cada nota con su rostro luminoso, con todo su cuerpo enorme. No entiendo el griego, pero, en este caso, ese no entender las letras no fue un obstáculo, sino que, por el contrario, me permitió disfrutar del arte y la belleza aún más gratuitamente.
Claro que en el caso de Zorba el griego -quizá la creación más popularmente conocida de Theodorakis- por la fuerza que irradia, así como por la misteriosa y desafiante belleza del baile del sirtaki, quise saber qué decía su letra. No me decepcionó, la letra (ver los pocos versos que compartí al inicio) permite comprender el inolvidable y apoteótico final de la película homónima que data de 1964, con un Anthony Quinn de casi 50 años. Bello, conmovedor -también desafiante para nuestro tiempo oscuro- es el video que comparto aquí donde vemos bailar al protagonista de la película con 80 años y al autor de la música con 70.
Allí también se unen de forma maravillosa y conmovedora la belleza y la amistad. Vemos que el viejo actor cuando sube al escenario baila tímida y fatigosamente la primera canción, expresa que no puede seguir, se despide y va a bajar del escenario. Entonces suena la música de Zorba y se produce el milagro: el viejo Anthony Quinn vuelve y baila increíblemente, sus piernas olvidan mágicamente los 80 años cumplidos. Pero no quiere bailar solo, llama al amigo, Mikis deja la batuta y su lugar, se coloca a la par y juntos bailan irradiando vitalidad, luz, esperanza. Asistimos a un Pentecostés en estos hombres no católicos, diría Pedro que “les cae encima el Espíritu”, como en la casa de Cornelio.
La música, esa letra que convoca al baile y el baile mismo, hablan un lenguaje comprensible para cada uno de los espectadores presentes -o virtuales- desde su fe antropológica, o despiertan esa fe. Belleza, amistad, amor, trascienden todo idioma, constituyen el puente de oro a la comunión plena, profunda, inefable, como el abrazo que se dan ambos artistas luego del baile. Abrazo tan anhelado en estos tiempos de distancia social, y de otras distancias aún más dolorosas entre los hijos amados del mismo Padre-Madre-Dios que quisiera hacer gran fiesta con todos reunidos. Genial secuencia: baile, abrazo, luego miradas y algunas palabras en las que se expresan lo que representa para ambos esa música y especialmente el uno para el otro.
Creo que estos elementos pueden despertar la energía que necesitamos para caminar hacia la luz en esperanza y dignidad por el puente abierto de la belleza. A modo de justificación más filosófica ofrezco algunas afirmaciones de Simone Weil en La gravedad y la gracia:
“Entre otras unidades de contrarios, lo bello encierra la de lo instantáneo y lo eterno.”
“Lo bello es lo que se puede contemplar.”
“A los demás objetos de deseo queremos comerlos. Lo bello es lo que deseamos sin ánimo de comérnoslo. Deseamos que exista.”
“La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma.”
“En todo aquello que nos provoca una auténtica y pura sensación de lo bello existe realmente presencia de Dios. Hay como una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuya marca es la belleza.”
“Lo bello es la prueba empírica de que la encarnación es posible.”
Imagen: https://i.ytimg.com/vi/r4oJmSOrz60/maxresdefault.jpg
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