Cristina

28 de Mayo de 2021

[Por: Margot Bremer, rscj | Amerindia Paraguay]




Su  sonrisa, su voz, su nombre se nos presentan una y otra vez, aún con la pregunta: ¿cómo pudiste abandonarnos tan inesperada y tan rápidamente? Sentimos todavía el “olor a Cristina” tan fuertemente a nuestro lado que hace recordarla en cada paso. Sufrimos su ausencia como un arranque doloroso de nuestra vida, dejando una herida abierta que no quiere cerrarse. 

 

Hace pocos días todavía estaba visitándonos como casi todos los sábados y gustaba de nuestra comida que entre nosotras en un largo proceso, nos habíamos inventado hasta llegar a la perfección de nuestro paladar. 

 

Así era Cristina: tanto se apasionaba por las recetas de  cocina y del jardín medicinal, por la creación de nombres a nuestros gatos (lady, pirata, patriarca, cara dramática…), como por la constelación de las estrellas y el mensaje, el cosmos, tanto por la inhumanidad con que tratan a las personas indefensas, despreciadas y criminalizadas; no había nada que no le interesaba. 

 

Muchas veces la ecología integral fue el punto de partida de nuestras siempre inacabadas conversaciones. Cristina fue hija del Chaco y amaba  profundamente esta región con su bioma especial y muy variado. Era el territorio que le vio a nacer y crecer en Alto Paraguay. Con mucho orgullo y cariño se declaraba hija del Chaco: en su casa aprendió de sus papas el digno y respetuoso trato relacional con todas las personas que pasaron, especialmente con los dueños originarios de las tierras que habitamos, las comunidades indígenas del Chaco marcadas por la extraordinaria riqueza de la biodiversidad chaqueña, aun muy destruida que le causó a Cristina un hondo dolor de territorio y de patria. Ella apreciaba las culturas emergidas hace milenios de aquel terreno que compartían en cercana convivencia y que, ya más tarde, iba a investigar y estudiar lo que le impulsaron a más conocimiento y valoración de la sabiduría y mística de estos pueblos.

 

Su sensibilidad por la justicia, su indignación frente a la indiferencia a los problemas más vitales de estos pueblos, como la falta de agua dulce, alimentación y recursos de sobrevivencia, inundaciones y sequía, le causaba cada vez un gran dolor de corazón, tan físico como afectivo. Su sufrimiento por tal injusticia y desidia humanas se transformó en creatividad, actividad y eficaz búsqueda de solución. Cristina tomó la decisión de fundar  junto con otros compañeros y compañeras solidarios/as y comprometidos/as una organización que iba a proteger su territorio de la deforestación, el robo de sus tierras, etc. Vio que la solución no era asistencialismo. Con el espíritu de ayudar a la autoayuda y junto con las comunidades indígenas,  rescataron la memoria de los valores propios y tradiciones propias de su cultura y en largas asambleas junto recordaron y eligieron las plantas vegetales y animales más adecuados al clima y a la constitución del suelo que prosperan en esta región.  

 

Cristina mantenía siempre su horizonte amplio; a pesar de las incansables pequeñeces burocráticas, y exigencias de últimos detalles en los informes de las agencias, ella no se rindió. Ahora durante la pandemia cuando no podía viajar y estar con las comunidades indígenas, sufría más. Se cansaba, dormía y descansaba poco, los fines de semana a veces hasta media noche trabajando en la oficina de su Instituto “Tierra Libre”. Pocos saben de esta entrega invisible por los Pueblos indígenas y así –con todo eso– desgastó su corazón y su espíritu dejándonos un testimonio inmensurable que nos anima levantar la antorcha y seguir este  camino de Cristina nos precedió.

 

Desde la época de la dictadura luchó por los derechos humanos y de camino, por tener esta fama de compromiso sin miedo, hasta que le causaba la cárcel, le salieron muchos otros pedidos de auxilio en el camino, que nunca rechazó y así se acumulaba de trabajo sin descansar bastante. Como si hubiera presentido que se iría pronto de nuestro mundo, el trabajo de su Instituto lo concentraba particularmente en la lucha y defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas más lejanos y menos a la vista de su situación inhumana la sociedad y al gobierno, los del Chaco. 

 

Margot Bremer, rscj

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