Parir la primavera (o ‘a llorar al otoño’)

13 de Mayo de 2021

[Por: Francisco Bosch]




El invierno pasa por nuestros cuerpos, nuestras casas y nuestros campos dejando marca. El dolor del frio, la distancia enorme de los abrazos que no son dados y el hambre por lo no cosechado en tiempos de sol y lluvia. Antes, el otoño aprieta: una especie de aviso que desde el cosmos lanza una avalancha de ojos, en incesante sometimiento a la fuerza de gravedad. Todo cae, el invierno viene, prepárate. 

 

No alcanzan las apuradas del otoño para enfrentar de pie el invierno. El otoño señala como dedo acusador, lo que no supimos cultivar en primavera. Bien lo sabe el Gingko biloba de la plaza de mi infancia: despojado de hojas en el invierno, vive de la azúcar guardada en sus raíces en tiempos de la fiesta primaveral. Guardó lo suficiente para sostener los micromovimientos de sabia que ondula su vientre, pero además en días de calor y sol, dio pasos adelante, creció. 

 

Maravilloso Gingko, que por alguna extraña razón, crece a cada paso, guardado en la memoria que es el único árbol que sobrevivió al fracaso del proyecto de fraternidad más lacerante del siglo XX: la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. Estuvo listo para sobrevivir de pie la barbarie de nuestra especie. Sigue de pie, para enseñarnos a parir la primavera, en cada tiempo, en cada rincón. 

 

La tibieza del hogar (o el desafío de reconstruir la casa común)

 

Hace un año, en plena pandemia y aislamiento, la hermana Marta del barrio Las Heras nos convocó a un grupo de militantes cristianos y vecinos, que hace tiempo compartimos la vida en esa comunidad de fe y camino, para arreglar una casa del barrio. Resulta que Gise y sus pichones (unos 6 a simple vista), dormían con las camas mojadas, entraba agua por todos lados, el techo se había vencido, las chapas estaban muy agujereadas. Aunque se hacían algunos fuegos dentro de la casa, el frio lastimaba. Las mantas no llegaban a secarse durante las horas de sol. Lxs pibxs tosían mucho. El carro que Gise cargaba por la ciudad, nunca traía una solución al frio y al agua. 

 

Con barbijos y demases, porque los casos del virus estaban comenzando a llegar al barrio, desarmamos y armamos un nuevo techo. Amigxs, compañerxs, hermanxs, vecinxs. Fue mínimo y fundamental, fue tan literal y efímero dentro de la tragedia social actual, que duele.  Pero ese día de mayo, pasó algo hermoso: sentimos cómo el trabajo compartido entibiaba un hogar.

 

Hoy varixs de esxs compañerxs integramos una comunidad de trabajo en ‘construcción natural’, que nació dentro del ‘Plan para resucitar’ que el gobierno argentino lanzó con el ‘Potenciar trabajo’, y que la organización ‘Cuidadores de la Casa Común’, nos convido a integrar desde nuestro territorio de fe y compromiso. Allí estamos, un año después, revocando con barro y paja, un merendero en un asentamiento, donde se come, se celebra y se reza a diario, en la comunidad de base ‘María de Nazaret’. 

 

Estamos en un barrio, somos rostros concretos, historias pequeñas que se juntan a construir, recuperando saberes ancestrales, manos descartadas en tiempos donde escasean las changas y el trabajo. Pero nos sabemos parte de una primavera que quiere sostenernos de pie en pleno invierno: gobiernos populares, organizaciones libres del pueblo, comunidad creyente organizada y toda la potencia del trabajo de nuestro pueblo. 

 

Desde abajo queda muy claro: si las flores escasean en primavera, el otoño aprieta y el invierno nos lleva puestos. Es fundamental, dar pasos adelante cuando la vida empuja. 

 

Paridorxs de primaveras (o el sujeto de nuestro tiempo)

 

Una ronda de gente descalza pisa barro, parece una danza circulan que chapotea una mezcla arcillosa. Alrededor, algunos de cuclillas desmiembran mierda de caballo seca. Atrás, otras comienzan a aplicar barro a la casilla que sirve de merendero. Sí, sirve, hace su servicio, en medio de un país que ha condenado a la pobreza a casi el 50% de sus hijxs. Comida para calentar la panza, comunidad para entibiar el alma, trabajo para transformar el mundo.  

Otro ronda mas grande en Lujan, Buenos Aires. Movimientos populares convocados por la iglesia popular piensan ‘La universidad Latinoamericana de las Periferias’:

 

Este momento histórico nos exige disputar el pensamiento. Comprendemos que es tiempo de construir una herramienta propia para la recopilación, sistematización, consolidación, difusión y legitimación de las respuestas y pensamientos que surgen en el marco de la cultura popular (Documento fundamente de la ULPE, junio 2020)

 

Los poetas sociales, que fueron invitados repetidamente a la artesanía de la unidad (Temuco 2018), son el sujeto histórico de nuestro tiempo. Descartados del sistema, caídos de la patera cada vez más estrecha de la sociedad de mercado, han abierto una brecha con sus propias manos. Movimientos populares y eclesiales, se han puesto al servicio de las causas de esos ‘paridorxs de primaveras’. La ULPE es un germen, un brote, de ese camino de unidad, para dar un salto hacia adelante en descolonizador el ser, el saber, el creer y el poder, desde la cultura popular de NuestrAmérica.

 

Finalmente, una tercera ronda. Con fibra óptica y pantallas de por medio. Cuatro locxs, encargados de la comisión de escucha de la inédita ‘Asamblea eclesial de América Latina y el Caribe´. Por si quedaban dudas de la confianza epistemológica y teológica en ‘lxs de abajo’, el mensaje de Francisco para la convocatoria lo dice sin medias tintas: junto al pueblo de Dios, que esta asamblea eclesial no sea una elite separada del santo pueblo fiel de Dios, junto al pueblo, no se olviden que todos somos parte del pueblo de Dios, todos somos parte, y ese pueblo de Dios, que es infalibile in credendo como nos dice el Concilio, es el que nos da la pertenencia. Fuera del pueblo de Dios surgen las elites, las elites ilustradas de una ideología o de otra y eso no es la Iglesia. La Iglesia se da al partir el pan, la Iglesia se da con todos, sin exclusión (Papa Francisco, 24-01-21).

 

La asamblea busca volver a la ronda, espacio ritual por excelente, donde el fuego y la comunidad, dieron sentido a la vida y combatieron el frio en cada tiempo. La asamblea no es la primavera, la ULPE tampoco, y nuestra comunidad de trabajo ni por cerca. Pero algo allí está aconteciendo, como un signo de este tiempo: mientras se tensa la disputa entre capital y trabajo, lxs de abajo están pariendo la primavera, aunque todavía no sabemos cuál será el ‘salto de vida’. 

 

La Alianza que hace mover al mundo (o ‘Estamos hechos de Pascuas, de pasos como pueblo’)

 

El siglo XXI está frente a una bisagra. Los miles de muertos, las millones de soledades, el hambre, la peste. La crisis es apertura de una posibilidad: si salimos vivos, salir mejores. O por lo menos, que se note mucho los que deciden salir peores. Tiempo de tensar la cuerda, sabiendo bien donde está el nudo de nuestra unidad. Es posible dar un paso colectivo, vivir una nueva Pascua, como la del Exódo o la del movimiento del carpintero. De Pascuas estamos hechos, de pasos de vida sobre la muerte en cada tiempo.  

 

La alianza para salir hermanxs y compañerxs de esta crisis, no está en un acuerdo coyuntural entre el Papa, gobiernos progresistas de América Latina, un FMI más simpático, un presidente católico en el decadente imperio Norteaméricano. No, aunque eso resulte interesante pensarlo el mapa geopolítico, la clave de la mayor unidad posible es, a mi entender, teológica: Dios ha hecho un pacto con los pueblos, un pacto de amor y compañía por Tierra, Techo y Trabajo para todxs. Él ha prometido quedarse en medio de su pueblo, y desde lxs condenadxs de la tierra, salvar a todxs. 

 

Tenemos que trabajar, con paciencia, pasión y permanencia, en ese antiguo pacto, actual en cada generación. El signo de los tiempos es, siempre, el pueblo históricamente crucificado, decía I.  Ellacuría. Jon Sobrino, en sus clases, se sorprendía por ese ‘siempre’. Tenemos una certeza en medio de esta incertidumbre: Allí está Dios, poniéndose de pie desde lxs descartadxs. 

 

Estamos, posiblemente, frente a una de las bisagras claves que enfrente nuestra generación. Tenemos el sol de primavera, que por momentos difuso y por otros claro, da fuerza para dar pasos, aquí y ahora. No es tiempo de tibieza, dejemos eso para el duro invierno. Es ahora, tiempo de dar pasos adelante, porque sino, lloraremos en otoño. 

 

Mas que optimismo utópico, pragmatismo de horizonte: con la mayor unidad posible, desde abajo y tironeando desde las posibilidades estructurales, empujemos la historia en otra dirección. 

Es el tiempo propicio para parir primaveras. 

 

Francisco Bosch

Desde el otoño de Mar del Plata

 

 

Pd: en la foto podemos ver a Gise y algunos de sus pichones, en torno al fuego, al final de la jornada de trabajo en su casa. 

 

Notas

 

1 Cfr. Con https://ulpe.org.ar/ 

2 Consultar y participar del proceso de escucha del pueblo de Dios en https://asambleaeclesial.lat/escucha/

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