Pinceladas de la espiritualidad de Monseñor Romero

29 de Marzo de 2021

[Por: Diego Pereira Ríos]




Hombre de Dios

 

Romero demuestra que Dios lo ha tocado y lo conoce desde lo más profundo de su ser, y decir esto es hablar a su vez de su humanidad. Es un hombre que logra revelar la cercanía de Dios para con los que lo conocen, sobre todo, porque viven en continuo contacto con él. Como simple hombre es consciente de su pequeñez, lo dice todo el tiempo, pero se confía en Dios, vive confrontando sus decisiones con él y es desde el que se mueve. Tiene total confianza en Dios y por ello lo refleja. Sobrino hablará de él como sacramento de Dios, y esto no es exagerar pues entregó su cuerpo y su sangre por amor a su pueblo. Fruto de su relación personal con Dios que encontraba en la oración, era también su invitación a orar. No sólo rezaba, sino que contagiaba la oración e insistía que es el medio más seguro de conocer la voluntad de Dios.  Junto a ello, el conocimiento y el amor a la Palabra de Dios. Preparaba sus homilías con dedicación, examinando las escrituras y logrando sacar de ellas un mensaje para él y su pueblo. Pero aún más que eso, él cree en la Palabra de Dios, la vive, la transmite, la contagia. Reza con ellas para poder darle a su pueblo un alimento de esperanza en medio de su cautiverio. 

 

Hombre veraz y verídico

 

Romero es reconocido por su transparencia humana, por su ausencia de doblez en palabras o intenciones. Es un buscador de la verdad. Él mismo lo ve en su último retiro como único camino para generar confianza entre los suyos. La radicalidad a su misión como obispo pasa por seguir siendo veraz aunque genere rechazo. Es un hombre totalmente verdadero pues vive en la verdad: afirma haberla encontrado en el Evangelio de Jesucristo, y por ello no puede dejar de anunciarlo. Al igual que los profetas, Romero siente que la verdad le quema y no puede callarla, debe decirla. Esa verdad del Evangelio la encuentra en su pueblo sufriente y por ello tampoco puede callar sobre la verdad que ve en esa realidad. Hambre, abusos, torturas, muerte, es lo que sufre su pueblo y por ello debe decirlo, y aprovechará todos los medios disponibles para que se sepa. Logra ver que entre la verdad de Dios y la verdad de la realidad en ese momento de la historia, hay mucha distancia y por eso lo denuncia. Su pueblo confía en él porque siente que es un hombre verdadero, sin mentiras, que anuncia la verdad de la cual está convencido, sin falsear la realidad. Por eso también es verídico, es un decidor de verdad (Sobrino), no puede callar lo que ve, los juegos de poder que se pelean por tomarlo a costa de la muerte de los inocentes. Sus palabras revelan la verdad de lo que se vive, tanto a nivel de lo político como en el plano religioso. Denuncia los abusos y atropellos a los derechos humanos por parte del gobierno  de los militares, pero invita a todos a volver a Dios, pues están alejados de él. Acusado de mentir y de tergiversar la realidad, nunca se calla. Aunque siente miedo dice siempre la verdad y la demuestra con su vida. Se compromete, pone en juego su palabra y la mantiene. 

 

Profeta de las naciones

 

Criticado por creer un profeta y por hacer política, tiene claro cuál es su lugar, cuál es el papel que debe jugar. En su retiro ve claro del peso político que tiene. Denuncia la lucha de poderes entre los proyectos de izquierda, del gobierno y de la derecha y advierte a los hombres de Iglesia que no pueden optar por ninguno, sino solamente por el proyecto de Dios que es el Reino de Dios. Advierte de las diferentes idolatrías de las que pueden ser esclavos, tanto los poderosos como el mismo pueblo, cuando son guiados por hombre que no tienen a Dios en su corazón. Está convencido que si un cristiano sigue alguno de ellos, está traicionando a Jesús. Su radicalidad profética lo lleva a vivir entre tensiones pues no sólo lo acusan los líderes políticos sino que también los movimientos populares. Aún en su humildad y de la claridad que tiene de su rol, no quiere ser líder ni tampoco ídolo de nadie. Siempre coloca a Dios y el proyecto del Reino ante todo. Lo que me impacta es su capacidad de elevar su voz también para las naciones vecinas cuando se refiere a Nicaragua y Honduras.  Es una voz que va más allá de su propio pueblo.

 

Como profeta vive entre la justicia que trae Dios y la injusticia del hombre. Sufre porque el Evangelio es utilizado y manipulado por pastores y políticos para dominar al pueblo y, como los desenmascara, prefieren que se calle. Lo mismo les pasaba a los profetas y Romero lo dice, por eso lo critican. Cuando es reconocido con el Doctorado Honoris Causa, afirma que no le interesa el título, pero es una forma de hacer conocer lo que vive su pueblo. Lo recibe en nombre de ellos, por ellos. Es una forma de enaltecerlos. Sabe que defendiendo al pueblo se pone al gobierno y los militares en contra y que corre peligro. Pero aun así, le duele sentirse incapaz de conducirlos. Reconoce sus limitaciones como hombre, pero no puede callar la voz de Dios que defiende al oprimido.

 

Amor y opción por su pueblo

 

Romero disfruta de estar entre su pueblo. Con él se siente acompañado porque en él ve a Cristo. Afirma que se gloría de estar con su pueblo. Es un pastor entregado a su pueblo con el cual convive cada día. Le duele cuando debe alejarse por algún viaje que le obliga a irse por unos días, y –lo más impactante- se los dice, mostrando su humanidad (y quizá hasta su miedo por su ausencia). Por momentos les pide perdón por no poder atender todas sus necesidades o por algunas contestaciones que no son adecuadas. Esto lo examina en su interior, reconociendo su carácter, a veces antipático o mal entendido por responder inadecuadamente. Es un hombre sincero, transparente, que también se emociona cuando recibe algún regalo o alguna carta contando dolor y sufrimiento. No se avergüenza de llorar ante su pueblo, por lo contrario le gusta hacerlo. Es acusado de exagerar, de hacer teatro. Él sabe que  no. Ama a su pueblo y se compadece de su sufrimiento. Por eso dice que se gloría de estar en medio de su pueblo. Allí es pastor viviendo todo lo que viven.

 

Romero es consiente que aprende con su pueblo, no sólo le enseña. Si bien prepara sus homilías y enseñanzas, lo escucha y está abierto a recibir sus propuestas. Les pregunta cómo encuentran a Dios en medio de las tribulaciones que deben atravesar y ello lo ayuda. Sabe bien que su voz evangeliza e ilumina al pueblo, pero sabe que el pueblo le enseña. Pone en práctica las dos dimensiones: la iglesia docente y la iglesia dicente. Con ello demuestra su humildad y afirma que el obispo aprende con el pueblo, estando con él. Se siente catequista con su pueblo, pero a la vez reconoce que en el pueblo está el Espíritu Santo enseñándole a él, a ser pastor. El pueblo es revelador de Dios, se lo muestra sufriente y clamando justicia. Es su pastor, pero es su amigo, su hermano, que grita con ello por liberación. 

 

 

*Imagen tomada de http://signisalc.org/noticias/educomunicacion/04-08-2017/el-testimonio-de-monsenor-romero

 

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