El Cristo-neofascismo, nueva religión

26 de Marzo de 2021

[Por: Juan José Tamayo]




Fascismo y religión son dos fenómenos que históricamente han mantenido una relación de complicidad que ha desembocado con frecuencia en sistemas dictatoriales, nacionalismos populistas de derecha y extrema derecha excluyentes y regímenes confesionales que niegan la libertad de conciencia, persiguen el librepensamiento y legitiman el patriarcado.  

 

El avance del fascismo en Italia, Alemania, Austria y España durante la primera mitad del siglo XX “fue respaldado, legitimado y autorizado con argumentos teológicos cristianos”, como afirma Michael Löwy. El representante más cualificado de dicho uso reaccionario de la teología cristiana para fundamentar el nazismo fue Carl Schmitt. 

 

El nazismo contó también con el apoyo de grupos católicos y protestantes y sus respectivas jerarquías. Dentro de la Iglesia evangélica alemana apoyó la ideología del Tercer Reich el movimiento Cristianos Alemanes, creado por el ideólogo del partido nazi Alfred Rosenberg y liderado por el obispo Ludwig Müller. Algunos obispos católicos y el propio nuncio del Papa en Alemania Cesare Onesigo eran partidarios de contemporizar con el régimen alegando que de esa manera se evitaban las persecuciones contra los católicos. Llegaron incluso a felicitar a Hitler en 1939 cuando cumplió cincuenta años.

 

En su libro Más allá de la mera obediencia. Sobre la ética cristiana para el futuro de 1970, la teóloga evangélica alemana Dorothee Sölle calificó de “cristofascismo” la legitimación y el apoyo de la ideología totalitaria del nazismo por parte de sectores cristianos tanto de la iglesia católica como de la protestante. Yo he creado el término “cristo-neofascismo” para calificar la actual alianza entre las organizaciones políticas y sociales de la extrema derecha, apoyadas por el ultraliberalismo, y los movimientos cristianos integristas, que cuentan con el apoyo de dirigentes eclesiásticos críticos con el Papa Francisco. Es la nueva religión.

 

Como contrapunto, existieron también movimientos, dirigentes y teólogos cristianos y judíos que recurrieron a una hermenéutica teológico-política emancipadora para combatir el nazismo y defender el socialismo. En el cristianismo evangélico destacó la Iglesia confesante alemana a la que pertenecieron prestigiosos teólogos como Karl Barth, militante del movimiento “Socialismo cristiano”, y Dietrich Bonhoeffer,  ejecutado por el nazismo. 

 

En el entorno cultural judío hay que referirse a Walter Benjamin como uno de los más madrugadores intelectuales de la izquierda alemana que, inspirado en referencias mesiánicas e imágenes judías, denunció la ideología del nazismo y entró en el debate contra el culto a la guerra de Ernst Jünger en su famoso artículo “Teorías del fascismo alemán”. Sus Tesis de filosofía de la historia constituyen el mejor ejemplo de dicha denuncia. 

 

Para el filósofo y científico social Karl Polanyi, que se movió políticamente en la órbita del socialismo cristiano, fue el liberalismo económico con su negativa a toda reglamentación, planificación y control, quien condujo al fascismo. Este, en cuanto negaba la libertad y al individuo, socavaba la democracia y anulaba la idea de la “sociedad como una relación de personas”, resultó ser un hijo no previsto de aquel. 

 

Polanyi consideraba el fascismo enemigo tanto del socialismo y de sus raíces morales como del cristianismo, donde, a su juicio, surgieron la idea de individuo, de ideal de comunidad y de igualdad entre los individuos. El fascismo persiguió a los pacifistas cristianos y a los socialismos religiosos. Su victoria hubiera constituido el final del cristianismo lo mismo que la del socialismo.   

 

En el caso de España, el fascismo continuó a lo largo de cuarenta años con la dictadura franquista, legitimada por la jerarquía de la iglesia católica y por los movimientos cristianos conservadores e integristas, que dio lugar al nacional-catolicismo, ratificado por el Concordato de 1953, vigente todavía hoy, si bien revisado,  a través de los Acuerdos del Estado Español con la Santa Sede. Con la transición a la democracia se pensó que el nacional-catolicismo había desaparecido de la esfera política y de las prácticas y los comportamientos eclesiásticos, y que se había instaurado el Estado no confesional. Craso error. Todavía hoy el nacionalcatolicismo sigue vivo, activo y con más fuerza que en décadas anteriores. 

 

En Estados Unidos los diferentes movimientos evangélicos fundamentalistas crearon la organización Majority Moral  para apoyar en 1980 la candidatura de Ronald Reagan, del Partido Republicano. Dicho apoyo fue decisivo para que el candidato republicano ganara las elecciones de 1980 y 1984, las segundas con un porcentaje de votos mayor que las primeras por las concesiones de Reagan a las iglesias evangélicas en el espacio público. La alianza entre el nacionalismo populista excluyente y los evangélicos fundamentalistas se repitió en la elección de 1988 de George Bush senior y se mantuvo en las elecciones de 2000 y 2004, que dieron el apoyo a Bush junior.

 

En 2020 fueron las iglesias cristianas fundamentalistas quienes crearon el movimiento “Evangélicos por Trump” para apoyar su reelección, si bien no consiguió auparlo a la presidencia de los Estados Unidos. Ante la derrota de Trump, grupos de republicanos extremistas armados y personas vinculadas a los movimientos cristianos integristas enarbolando la Biblia asaltaron el Capitolio alentados por el propio presidente derrotado. Se negaban así a reconocer el resultado de las urnas a favor de Joe Biden y reclamaban violentamente la presidencia para Trump.

 

En  Brasil gobierna hoy Jair Messias Bolsonaro con el apoyo de las mega-iglesias evangélicas, a quienes el presidente concede todo tipo de privilegios, así como de un importante sector de la judicatura y del poder económico, y con una significativa presencia de militares en el Gobierno. Desde la elección de Bolsonaro, Brasil se ha convertido en el epicentro del “cristoneofascismo” y en el lugar donde gobierna la extrema derecha de Dios. 

 

En España, tiene lugar una alianza entre Vox y organizaciones ultracatólicas como HazteOír, Infocatólica, Asociación de Abogados Cristianos, El Yunque, Germinans germinabit, etc., que cuentan con el apoyo de un sector importante e influyente de la jerarquía católica, de algunos pastores evangélicos y con el silencio ¿cómplice? de los órganos representativos del episcopado español. Dichas organizaciones dicen defender los valores cristianos en su pureza.

 

Tal pretensión es desmentida por sus discursos y prácticas de odio contra el feminismo, la mal llamada “ideología de género”, el matrimonio igualitario, el LGTBI, la educación afectivo-sexual, los derechos sexuales y reproductivos, la ley de la memoria histórica, la inmigración, el laicismo y el ecologismo. Se caracterizan por el negacionismo de la discriminación de las mujeres, del cambio climático y de la violencia machista, así como por el elogio del franquismo, la defensa del ultraliberalismo, de la familia patriarcal, de la identidad nacional excluyente y de la dialéctica amigo-enemigo en las relaciones internacionales y en la política nacional. Sus discursos y prácticas están muy lejos de los valores del cristianismo originario como la opción por las personas y los sectores más vulnerables de la sociedad, el perdón y el amor, incluso a los enemigos.

 

La expresión “cristoneofascismo” ha adquirido carta de ciudadanía y entró en el debate político del Congreso de los Diputados el pasado 4 de febrero cuando la diputada de ERC, María Carvhalo Dantas, dijo a la bancada de VOX: “han entrado Ustedes en esta internacional cristoneofascista”. Yo lo ratifico. Según me ha confesado la diputada republicana, lleva mi libro “La Internacional del odio” todos los días al Congreso. Gesto que agradezco.

 

Juan José Tamayo es profesor emérito de la Universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es La Internacional del odio (Icaria, 2021, 2ª ed.) 

 

 

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