La donación de la viuda en el templo

05 de Marzo de 2021

[Por: Armando Raffo]




 “…se acercó una viuda pobre y echó dos leptas, es decir, un cuadrante.” (Mc.12,42)

 

El Evangelio de Marcos narra el episodio en que Jesús miraba a la gente que echaba dinero en el Arca del templo y cómo destaca que vio a una pobre viuda que echó dos leptas, es decir, un cuadrante. Es de notar que el texto afirma que Jesús enseguida comentó a sus discípulos que aquella mujer había echado más que todos los demás, puesto que todos habían dado de lo que les sobraba y que ella había dado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir y, lo que era más escandaloso, que dijera que había puesto más que todos los demás.

 

Hay un detalle en el texto que a los ojos desprevenidos puede pasar inadvertido, pero revela algo destacable para aquella época. Cuando se afirma que la viuda puso un “cuadrante” en el arca del tesoro, no se nos advierte que se trataba de una moneda que circulaba en Roma y no en Judea. Las leptas, que sí eran monedas judías, reflejan exactamente lo que aquella mujer había depositado en el arca del templo; la aclaración realizada cuando se aclara que se trataba de un cuadrante era para que los romanos comprendieran la ínfima cuantía que había sido depositada por la viuda en el arca. Se calcula que por un cuadrante se podría tomar un pequeño vaso de vino en alguna taberna de mala muerte. Por ello, algunos estudiosos de la Biblia afirman que el evangelio de Marcos, el primero en redactarse, llegó a Roma no muchos años después de la muerte y resurrección de Jesucristo y que incluso, afirman que fue escrito para los romanos.  

 

Más allá de ese detalle, cabe señalar que cualquiera podría reprochar a Jesús que estaba exagerando y que, sin dudas, se equivocaba abiertamente al decir que aquella mujer había puesto más dinero que todos los que echaban su limosna en el tesoro del templo.  Evidentemente eso no era así en términos objetivos o cuantificables. Y, todavía, podríamos preguntarnos ¿cómo sabía Jesús que aquella mujer había donado todo cuánto tenía para vivir?  Nunca faltan aquellos que siempre buscan salvar las posibles incoherencias de los textos bíblicos a través de múltiples subterfugios o suposiciones como ser que quizás Jesús conocía a aquella viuda o que le habían dicho que había entregado todo lo que tenía para vivir etc. Indudablemente, el relato en sus exageraciones quiere indicarnos otra cosa, quiere hablarnos de una generosidad que puede cambiar el rumbo de los acontecimientos, por no decir de la historia; quiere hablarnos de aquello que hace realmente valioso al ser humano, de aquel abismo infranqueable que separaba al rico Epulón del pobre Lázaro. 

 

Como ya insinuamos, el comentario de Jesús se da de bruces contra la evidencia o la contabilidad más elemental. ¡Cómo va a decir que aquella mujer había echado en el tesoro del Templo más que todos los demás! A nivel cuantitativo, es evidente que todos habían puesto más que las dos moneditas de la viuda. El comentario que a primera vista parece un dislate, deja ver, por su misma aparente insensatez, que no se refiere a cantidades verificables o medibles sino al corazón de la viuda, a una actitud que desvela algo entrañablemente santo,  algo incomprensible, algo que va contra del sentido común: ¡cómo es posible que pusiera en la alcancía del templo todo lo que tenía para vivir!, ¡como afirmar que había puesto más que todos los demás! 

 

Más aún, se podría argumentar que alabar esa actitud sería estimular la irresponsabilidad o una especie de atentado contra el sentido común. ¡Cómo iba a echar en el tesoro del templo lo poquito que le quedaba, aquello que podría proporcionarle algún alimento por mínimo que fuera! Aquella viuda bien podría ser catalogada como irresponsable o fuera de sus cabales.

 

Pero, más allá de ese detalle, lo que llama la atención es el comentario de Jesús. Comentario que podría despertar las carcajadas de las personas que estaban con él o que hubieran escuchado su comentario. ¡Cómo iba a decir que aquella mujer había puesto mucho más que todos los otros en el arca del Templo! 

 

Viene a tono recordar la insistencia de Juan Luis Segundo al distinguir dos tipos de géneros literarios: el icónico y el digital. El lenguaje digital es el preferido por las ciencias que buscan la exactitud y la precisión. El lenguaje icónico busca expresar la situación existencial del ser humano, intenta hablar de las actitudes o los dinamismos espirituales que esconden los sucesos. Diríamos que el digital es el lenguaje más objetivo o científico y el icónico más sugestivo y metafórico. Ambos pretenden expresar la realidad, pero en distintas dimensiones. El comentario de Jesús no se refiere a la cantidad de dinero depositado, sino a la entrega o la fe de aquella viuda que puso de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.  El “más” de aquella viuda se refiere a la sobreabundancia de su gratitud para con Yahvé. Al entregar todo lo que tenía para vivir expresa su amor y su confianza en el Dios de sus padres, en el Dios de su pueblo, en el Dios que liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto y que siempre les animó a ser bendición de todas las naciones de la tierra. La confianza en la bondad de Dios y en su compromiso por llevar la justicia y el derecho a todos los pueblos, merecía entregar todo lo que se tenía para vivir. ¡Cómo no ver en el gesto de aquella viuda una especie de brote o primordio de lo que poco después hará Jesús con su propia vida!

 

Más aún, podemos intuir que el propio Jesús pudo ver en el gesto de aquella viuda sin nombre como una luz que podría iluminar su propia entrega. Jesús vio, miró y comprendió. La diferencia, la vida entrañablemente humana se apoya en la entrega de lo que necesitamos y no, meramente, de lo que nos sobra. ¿Qué vidas consideramos valiosas?, ¿cuáles han cambiado en mayor o menor medida la vida y la dignidad de las personas? ¿La vida de aquellos que se mantuvieron en el esquema del “toma y daca”, en aquel “te doy si me das”?, o ¿en la abundancia de la generosidad que recrea y enaltece lo más entrañablemente humano?

 

 

Jesús pudo ver el corazón de aquella mujer que bien podría dedicarse a vivir de la queja o provocando lástima por los distintos ámbitos de la gran urbe que era Jerusalén y de su monumental templo.  Aquella mujer abrió una ventanita que le permitió a Jesús ver y confirmar el camino que lleva a la verdadera vida.

 

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