23 de Enero de 2021
[Por: Juan Manuel Hurtado López]
1. El contexto
Para acercarnos al texto de Mateo que hemos elegido y desentrañar su significado, debemos hacer algunas consideraciones previas.
Los especialistas en este Evangelio nos señalan que el texto que llamamos ordinariamente “Evangelio de san Mateo”, en realidad es una composición que abarca un prólogo: la genealogía y las narraciones de la infancia (Mt 1,1 a 2,23), y cinco libros. Libro primero: El anuncio del Reino (Mt 3,1 a 7,29) Libro segundo: Ministerio en Galilea (Mt 8,1 a 11,1); Libro tercero: controversias y parábolas, y que es el que comprende nuestro texto. Va desde el capítulo 11,2 hasta el capítulo 13,52. Libro cuarto: La formación de los discípulos (Mt 13,53 a 18,35). Libro quinto: Judea y Jerusalén (Mt 19,1 a 25,46). Y al final viene la narración de la pasión y de la resurrección (Mt 26,1 a 28,20)[1].
Como vemos, se trata de un texto bien cuidado y estructurado y persigue una finalidad muy clara. Esta división en cinco libros reflejaría el hecho de que la Ley en el Antiguo Testamento también está dividida en cinco libros: el Pentateuco. Entonces, con esta disposición y objetivo, Mateo intenta mostrar que Jesús es el nuevo Moisés y el nuevo pueblo de Israel. Pero lo va a hacer con una novedad radical.
Si se va a llamar Hijo de David (Mt 9,27), no va a ser un guerrero como lo fue el rey David, sino un servidor humilde cuyas armas van a ser la misericordia, la compasión. Si se le va a llamar Hijo de Dios, no lo va a ser solo como lo dicen los salmos, que todos somos hijos de Dios. También fuera de la religión judía se les llamaba hijos de Dios a los creyentes de otras religiones, sino que a Jesús se le llama Hijo de Dios de manera nueva (Mt 9,29).
Otra consideración que debemos hacer es el hecho de las parábolas como la forma que Jesús eligió para predicar, para anunciar el Reino de Dios. “Todo esto lo dijo Jesús en parábolas, y no les hablaba sino en parábolas” (Mt 13,34). Este punto lo vamos a retomar después.
Es decir, no es una predicación directa, diáfana que todos sin más pueden entender. De hecho así se lo hacen saber sus discípulos: “¿Por qué les hablas en parábolas? (Mt 13, 10)Y más adelante: “Por eso les hablo con parábolas, porque cuando miran no ven, y cuando oyen, no escuchan ni entienden. Y se verifica en ellos lo que escribió el profeta Isaías. ‘Oirán, pero no entenderán, y, por más que miren, no verán”(Mt 13,13-14). Es decir, por su poca fe. Es la manera de irse develando la Buena Nueva del Reino, en parte aparece, en parte queda oscura. En otra parte dice que “Jesús usaba muchos ejemplos de este tipo para entregar su enseñanza, adaptándose a la capacidad de la gente. Todos se lo decía por medio de ejemplos, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado(Mc 4,33-34).
Una consideración más que es oportuno hacer, es que sus discípulos tampoco entendían del todo las parábolas. Así pasó también con la parábola del Sembrador. “Escuchen ahora la explicación del sembrador”(M7 13,18). Y a continuación viene la explicación pormenorizada de la parábola: Mt 13, 19-23.
Pero después de la multiplicación de los panes, tampoco los discípulos entendieron lo que había significado ese milagro. Igual que los demás judíos, ellos también querían ver más signos milagrosos de parte de Jesús, que entender el mensaje del Reino, la Buena Nueva del Reinado de Dios que ya se hacía presente en Jesús y en sus acciones.
En la comparación que pone Jesús después de realizar varios milagros, descubrimos el grado de conocimiento y conciencia real que el pueblo iba tomando de la predicación y acción de Jesús: “¿Con quién puedo comparar a la gente de hoy? Son como niños sentados en la plaza que se quejan unos de otros: Les tocamos la flauta y ustedes no bailaron; les cantamos canciones tristes y no trataron de llorar”(Mt 11,16-17), Y esto Jesús lo aplica a Juan Bautista y a Él mismo. A Juan Bautista no lo aceptaron por austero y recio de palabra, y a Jesús tampoco lo aceptaron porque dicen que es un comilón y un borracho (Mt 11,18-18).
Y quizá en esta pequeña parábola, en este juego de palabras esté la clave de interpretación de los milagros que presenciaron los discípulos de Juan o que Mateo, de acuerdo a su objetivo de mostrar a Jesús como mesías, retoma de Isaías para los tiempos mesiánicos inaugurados por Jesús. El no estar a tono con el Evangelio del Reino que Jesús anunciaba, con Jesús mismo y su estilo de vida, con su anuncio y testimonio de la compasión de Dios, con su manera de comportarse con pobres, pecadores, contaminados como los leprosos y excluidos y difamados como la pecadora, es lo que Jesús quiso decir con esa como parábola de los niños que juegan en la plaza. Unos inician el juego y los otros no los siguen.
Esto significa que mientras no nos pongamos “a tono con Jesús”, cantaremos fuera de la orquesta, desentonaremos la armonía del coro. Por eso Jesús dirá en otro lugar que el que no está con Él, está contra Él.
Es decir, que la voz de Dios puede ir por un camino y nosotros podemos ir por el otro; que la Buena Nueva del Reino es anunciada a todos los hombres y mujeres, y ellos y ellas “andan ocupados en otros juegos”. Dios con su camino y la humanidad con el suyo. De hecho, muchas de las cosas, costumbres y estilos de vida de nuestra sociedad actual, no van a tono con Jesús. ¿Qué pensar de la cultura del descarte, de la voracidad por el dinero y el poder, de la corrupción que realiza el narcotráfico, de la terrible desigualdad e injusticia y del daño a nuestro planeta tierra? Ciertamente no van por el camino de las bienaventuranzas.
2. Los signos mesiánicos
Este contexto que hemos analizado nos prepara para leer con nuevos ojos el texto que nos ofrece Mateo en el capítulo 11,2-6: “Juan, que estaba en la cárcel,oyó hablar de las obras del Mesías y envió a sus discípulos a preguntarle:=¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?= Jesús les respondió: =Vayan a comunicar a Juan lo que oyen y ven: los ciegos recobran la vista, los paralíticos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia la Buena Nueva a los pobres. Y dichoso el que no se decepciona de mí”.
Con Jesús empieza algo radicalmente nuevo y esto es lo que debemos entender. El mismo es la Buena Nueva, lo son sus palabras y lo son sus milagros, pero por lo mismo, es novedad absoluta y radical a la que nos debemos acercar. Jesús mismo es la parábola que nos manifiesta la Palabra de Dios. Fue un problema para los judíos hace dos mil años y es un problema también ahora para nosotros: entender y vivir a un Jesús que es novedad radical de vida, amor y misericordia.
3. ¿Por qué Juan Bautista envía a sus discípulos a preguntar a Jesús?
Esta pregunta no es fácil de responder. Según los últimos estudios bíblicos[2], Jesús escuchó la predicación de Juan el Bautista por largo tiempo, él pertenecía de alguna manera al movimiento que desató Juan el Bautista. Pero además, Jesús fue presentado y bautizado por Juan el Bautista. ¿Por qué ahora esta duda? ¿En verdad Juan Bautista no estaba convencido de que Jesús era verdaderamente el Mesías? ¿O quería Juan el Bautista una proclamación clara de Jesús acerca de su mesianidad a su favor o a favor de un público más amplio? No parece ser el caso. Juan Bautista estaba seguro de lo que predicaba.
Un punto firme que encontramos en el mismo evangelio es que Juan en su predicación acentuaba el juicio escatológico de Dios. Así lo vemos en Mateo 3,1-10. Afirma el verso 10: “Fíjense que el hacha llega a la raíz. Ya están cortando a todo árbol que no da buen fruto y lo arrojan al fuego”. Esta fuerte acentuación sobre el estilo escatológico no aparece en la predicación de Jesús[3]. Esto podría desconcertar a Juan, ya preso.
Y además, en el judaísmo del tiempo de Jesús se tenía la convicción de que el mesías que vendría, sería un mesías político que impondría su poder mesiánico sobre todos los pueblos de la tierra. Una especie de imperio. Pensamiento totalmente ajeno a la práctica, al testimonio y al pensamiento de Jesús. Jesús va a ser un mesías siervo, sin otro poder que el de servir. Jesús nunca hizo ningún milagro para lucimiento personal, para envanecerse con gloria humana o el aplauso del pueblo o la aceptación política. Esto lo vemos claramente después de la multiplicación de los panes en la que la multitud lo busca para hacerlo rey. Y más claramente aún en el lavatorio de los pies de sus apóstoles. Ese es el mesianismo de Jesús. Su mesianismo no es condena o ira como en la predicación de Juan Bautista, sino bendición, curación, perdón de los pecados.
Entonces, tanto el mesianismo como el escatologismo de Juan Bautista debían ser corregidos por la predicación de Jesús. Jesús tenía que mostrar de otra manera cómo entendía el ser el ungido, mesías, como lo explica en la sinagoga de Nazareth: Lc 4,16-18)
Creo que la clave para interpretar los milagros de Jesús, narrados en Mateo 11,2-6, es la pequeña “parábola” de los niños con la que compara a la generación de su tiempo. Esta parábola ilustra mejor que nada que mientras Él predica el Reino de Dios y realiza los signos mesiánicos correspondientes, los judíos buscan el pan, buscan lo aparatoso de los signos, buscan a un mesías poderoso, político que por fin venga a liberar a Israel de sometimiento al Imperio Romano.
Por otra parte, los milagros que Jesús realiza, aparentemente frente a los discípulos de Juan, Mateo los presenta como en resumen en un texto mesiánico de Isaías y al final, en vez de poner la liberación de los esclavos, pone la resurrección de los muertos. Entonces Mateo está evocando a Isaías en su predicación profética cuando habla de que el lobo habitará con el cordero…la vaca y el oso pastarán y sus crías reposarán juntas…(Is 11,6ss).
En este mismo texto se dice que: “sobre él reposará el espíritu de sabiduría e inteligencia….que hará justicia a los débiles y dará sentencias justa a favor de la gente pobre”( Is 11,2.4). Como sabemos, en tiempos de Jesús un pobre era vendido como un esclavo o un mujer, no gozaban de ningún derecho. Así que lo que está realizando Jesús es un escándalo para los judíos. Por eso les aclara: “feliz el que no se escandalice conmigo”. Escándalo es cualquier cosa que hace más difícil y penoso realizar un trabajo.
El texto de Isaías que subyace a nuestro texto de Mateo es Isaías 61,1-2. Texto que encontramos en Lucas 4,16-19. La expresión “los muertos resucitan”, Mateo la cambia y la toma de otro pasaje de Isaías: capítulo 58,6: “dejar libres a los oprimidos”.
4. Volver a la parábola de los niños para entender los signos mesiánicos
Decíamos que esta pequeña parábola del final del texto que estamos comentando, puede ser la clave de interpretación de los signos mesiánicos que son el testimonio para los discípulos de Juan de que Jesús sí es el Mesías. Xabier Pikaza afirma que“a través de las parábolas ha ido trazando Jesús el sentido de su vida, haciendo que los hombres puedan entenderle y entenderse, superando el nivel de las seguridades oficiales de la ley y del templo”[4].
Jesús es un profeta y más que un profeta. Los judíos consideraban que la etapa del profetismo se había terminado con la muerte del último profeta. Pero ahora las palabras y las acciones de Jesús son proféticas, pero no son claras para los judíos. Por eso les dice Jesús que no oyen ni entienden. Y luego está el lenguaje de los milagros, de los signos en el lenguaje de los evangelios. Signos inexplicables si no se acepta que efectivamente en Él, en Jesús, ya están presentes los tiempos mesiánicos anunciados por Isaías. Es más, que Él mismo es el mesías y por eso está facultado para realizar tales signos.
Entonces, los signos mesiánicos remiten a las profecías que se cumplen en Jesús. Palabras y gestos –milagros en nuestro lenguaje- van íntimamente unidos. Las palabras sobre el Reino explican los milagros, y los milagros dan testimonio y sustento a las palabras, a la predicación de Jesús sobre el Reinado de Dios.
Como Jesús dice en Marcos: “El plazo se ha vencido, el Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y crean en la Buena nueva”(Mc 1,15). &nb
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