03 de Enero de 2021
[Por: Marcelo Barros]
La mayoría de las previsiones y perspectivas hechas para 2021 apuntan a un año difícil y desafiante para la humanidad. Sin embargo, en estos días, la gente siempre se desea un feliz año nuevo. Algunos hacen esto por mera costumbre. Otros creen que al hablar lo que deseamos, casi automáticamente, nuestros deseos se harán realidad.
Sin embargo, este año, para que los votos de Año Nuevo puedan realizarse aunque de forma incompleta, es necesario unir la dimensión individual con la preocupación social y política más amplia. Si la humanidad no supera esta pandemia y no tiene medios para evitar las demás, nadie tendrá realmente paz y seguridad de salud.
Es imposible la paz mundial mientras una pequeña minoría de privilegiados concentre en sus manos una riqueza más grande que todos los recursos de que dispone la mitad de la humanidad. Nadie tendrá salud y paz si la tierra, las aguas y la naturaleza continúan destruidas en la proporción que hemos visto suceder en este fatídico 2020.
Ya para enero, los movimientos sociales y la sociedad civil internacional preparan un nuevo Foro Social Mundial. Esto año, una versión aún virtual preparará un encuentro presencial en 2022. En la Amazonía, comienza ya ahora el proceso para un nuevo Foro Panamazónico.
Cada vez está más clara la verdad de lo que ya expresaron los movimientos sociales en el foro social celebrado en Túnez (África) en 2015: "La humanidad necesita una verdadera revolución. Sólo nuestra audacia puede hacerlo posible". Esta audacia parte de la convicción de que el mañana puede ser diferente. Esta confianza toma formas concretas en nuestras acciones, como la actual campaña internacional para reconocer todas las vacunas contra virus como bienes comunes de la humanidad.
La vida no tiene precio. Los movimientos sociales intentan organizar la sociedad para que la economía y las finanzas sirvan a la vida de la humanidad y no al beneficio de las 60 familias más ricas del mundo. Todos saben que es urgente desarmar el mundo y evitar la guerra, que es siempre negación de la vida y de la coexistencia humanas.
Si luchamos por estos objetivos es porque creemos en la vida y muchos de nosotros vinculamos esta opción a la fe en Dios como fuente de amor y solidaridad. Las comunidades cristianas son felices en creer que, en este camino de la solidaridad, estamos siempre acompañados por Jesús resucitado, que dijo a sus discípulos: "Yo estaré con ustedes todos los días hasta que se cumpla este tiempo" (Mt 28, 20).
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