04 de Diciembre de 2020
[Por: Antonio Aradillas | Religión Digital]
En mis años mozos -1966-, la editorial “Atenas”, entonces floreciente por su catálogo de “libros religiosos”, publicó mi título de “La oración de todas las noticias”. Huelga reseñar que me “costó Dios y ayuda” –nunca mejor dicho y expresado- conseguir el “Nihil Obstat” y el “Imprimatur”, mitad canónico y mitad político, de los censores diocesanos, más expertos en las tareas burocráticas del Nacional Catolicismo, que en las de la fe, de la ascética y la mística. Y es que sin vida, sin sus protagonistas y sin sus hechos históricos, en la riqueza, o pobreza, de su contenido y sus manifestaciones, no hay oración que valga la pena. Es decir, no existe la posibilidad de hacer oración, no sobrepasando esta los límites y caracteres de la pura fórmula o del rito…
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