31 de Octubre de 2020
[Por: Luis Miguel Modino | Religión Digital]
Amerindia ha concluido este viernes, 30 de octubre, el ciclo de encuentros virtuales que ha ido desarrollando a lo largo de todo el mes, teniendo como tema de reflexión “Teología de la Liberación en tiempos excepcionales de crisis y esperanza”. Como la propia Amerindia ha informado, han sido centenas de participantes, de 25 países. Lo que en principio sería un encuentro presencial en Manaos, se transformó en algo distinto, más abierto, donde se han hecho presentes numerosos jóvenes.
Los encuentros han sido una oportunidad para mostrar que “teología que sigue gestándose haciendo suya la ecología integral, la asunción del giro decolonial, la lucha por los derechos de las mujeres y el clamor de los pueblos originarios y afrodescendientes”, afirman desde Amerindia. No podemos olvidar “las terribles consecuencias socio-económicas, psicológicas, culturales y espirituales que ha desencadenado la pandemia”, haciendo con que se haya “desnudado un sistema mundo radicalmente inhumano y violento que ofrece protección a algunos, pero deja en la indefensión a las mayorías populares”, aunque también ha sido momento para mostrar “la conmovedora solidaridad vivida sobre todo a nivel de los trabajadores y sectores populares con extraordinaria ternura, creatividad y valentía”.
Todo esto, lleva a Amerindia a buscar “el cuidado de la vida de los pobres y de la madre tierra en una perspectiva de profunda reciprocidad”, asumiendo compromisos nacidos del Sínodo para la Amazonía, incorporando el paradigma de la ecología integral, la interculturalidad y una Iglesia sinodal desde la base. Por eso, los encuentros han sido una invitación a una profunda conversión, buscando compromisos dialogados que ayuden a profundizar compromisos “en el tiempo nuevo que ya comenzamos a vivir”.
En el último encuentro, que también ha sido una celebración de clausura, la reflexión ha estado centrada en una "Iglesia en salida", centrada en la figura de tres obispos, Monseñor Erwin Kläuter, obispo emérito de la Prelatura del Xingú (Brasil), quien estaba presente, Monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja y víctima de la dictadura argentina, presentado por Ramona Romero, y el recientemente fallecido Pedro Casaldáliga, obispo de Sâo Félix do Araguaia, sobre cuya figura habló alguien que compartió con él la misión, Mercedes de Budallés Díez.
Para Monseñor Kräutler, la Teología de la Liberación es algo bíblico, que ya aparece en el libro del Éxodo. Sobre esa base contaba algunas experiencias de sus 55 años de misionero en la Amazonía brasileña, casi 40 de ellos como obispo. La primera fue su convivencia con la hermana Dorothy Stang, a quien cuando encontró por primera vez en 1982, preguntó si alguien que venía de los Estados Unidos podría trabajar en un lugar donde la pobreza es miseria, a lo que ella le respondió que la dejase probar. Después de esto se fue a la región de la Transamazónica, donde fue asesinada el 12 de febrero de 2005. El obispo recordaba las palabras de la hermana en su última entrevista: “yo estoy aquí porque amo este pueblo y creo profundamente en Dios liberador”, un testimonio de alguien que “se hizo más conocida a través de su muerte que de su propia vida”.
Otra experiencia que marcó la vida de Monseñor Erwin fue, en sus primeros años de obispo, acompañar una huelga de cortadores de caña de azúcar, donde sufrió la represión de los militares, siendo maltratado y preso, algo que siempre vio como su segunda ordenación episcopal. También recordaba todo lo que supuso el trabajo del Consejo Indigenista Misionero, del que fue presidente durante muchos años, en la elaboración de la Constitución brasileña de 1988. En esa época sufrió un accidente de coche, que muchos siempre han visto como una tentativa de asesinato, de hecho, el sacerdote que le acompañaba murió y el propio obispo estuvo seis semanas hospitalizado.
El obispo emérito del Xingú también hablaba del Pacto de las Catacumbas por el Cuidado de la Casa Común, firmado el 20 de octubre de 2019, coincidiendo con la Asamblea Sinodal del Sínodo para la Amazonía, en el que no sólo obispos como también el Pueblo de Dios se comprometieron en la defensa de la Amazonía y de los pueblos que la habitan, lo que pone de manifiesto que “la iglesia en toda la Amazonia tiene una alta responsabilidad, especialmente con los indígenas, ayudándoles a preservar sus tierras, culturas, lenguas, identidades y espiritualidades”. Esto se ve dificultado en Brasil con “un presidente que es anti-indígena declarado”, que quiere que los indígenas pierdan su identidad.
Enrique Angelelli fue obispo de una región marcada por la desigualdad, algo que denunció desde el primer día que asumió el pastoreo de la diócesis de La Rioja. Como quedó demostrado, según Ramona Romero, “una de las causas que llevo a la muerte fue la lucha por la tierra”, siempre en favor de los desposeídos, de los pobres, de los predilectos de Jesús. Según ella, en Angelelli podemos encontrar un precursor de la ecología integral, algo que tradujo “en un proyecto de diócesis que respetaba y ponía en valor a la religiosidad de nuestros pueblos, con todo lo que ellos traen, lo que está en sus entrañas, en el humus de la tierra”. Siempre valoró la fe sencilla, las festividades de los pueblos originarios, respetando su tradición y sus culturas.
Poco antes de morir, el 4 de agosto de 1976, decía a su familia que “no tengo vocación ni de héroe, ni de víctima, ni de mártir. Mi vocación es y no puede ser otra de no esconder el candelero abajo de la cama”. Angelelli también vivió la sinodalidad, de hecho, fue declarado mártir junto con un grupo de compañeros, con quienes compartía el ideal del Evangelio, algo que ha quedado como un legado, según Ramona, que ve al obispo como alguien que “no dejaba de anunciar la esperanza, que fue, es y seguirá siendo ser profeta de la esperanza en esa comunión y unidad con tantos otros”. Es el recuerdo de alguien que muchos ven como una teofanía, como “el paso de Dios por la Rioja”, de alguien que, junto con sus compañeros mártires, “siguen provocando en nosotros un compromiso con los pobres desde la Teología de la Liberación y con esa rubrica con su propia sangre”.
Para Mercedes de Budallés Díez, “hablar de Pedro desde la experiencia de una convivencia cotidiana, me da la oportunidad de poder decir que otra Iglesia es posible”. Por encima de los muchos escritos de Casaldáliga, recogidos en el Archivo de la Prelatura, Mercedes prefiere hacer memoria del Pedro ser humano, de su vida cotidiana que vivía en la Patria Grande, muy unido a los excluidos, algo que expresaba en sus poesías, donde mostraba una visión socio política avanzadísima, un compromiso evangélico radical con los pobres y excluidos.
En sus palabras, Mercedes relataba la experiencia de vida y misión en la Prelatura de São Félix do Araguaia, con comunidades mixtas, viviendo pobremente, sin muchas posesiones, donde los agentes de pastoral se dedicaban exclusivamente al trabajo en la prelatura, a través de diferentes actividades, que buscaban atender las necesidades de la región y fue organizando “una pastoral popular, adaptada a las necesidades y deseos de la gente”. En este trabajo, Pedro siempre se hizo presente, él visitaba todas las comunidades de la Prelatura cada año, casa por casa, pues para Casaldáliga, “el 70 por ciento de nuestro tiempo con la gente tiene que ser el contacto, la escucha, la conversación, escuchar y compartir sus problemas. El 30 por ciento, la catequesis, celebraciones, rezas y devociones que la gente quiere”.
Era una Iglesia que cuidaba de la formación, comenzando por los agentes de pastoral, que nunca se preocupó en construir iglesias, edificios, y sí por el trabajo cotidiano, que ha hecho que quienes formaron parte de aquellos equipos sigan unidos, todavía más tras la resurrección de Pedro. Mercedes no olvida los últimos 15 años de vida de Pedro, que ella define como su martirio, pues fue perdiendo facultades, algo que fue aceptando, lo que ha sido vista como algo propio de un santo. De hecho, el propio Pedro, ya con su enfermedad avanzada, ante la pregunta sobre si sentía solo, respondía: “No, Dios está conmigo y yo estoy con Él. Y agradezco mucho a Dios lo bien que me cuidáis”.
Este último encuentro también ha sido momento para agradecer el trabajo de algunas figuras destacadas en la vida de Amerindia. La vida de Pablo Richard ha estado marcada por “un caminar a veces trágico, pero siempre marcado por la esperanza”, vivida en consonancia con el Vaticano II, condicionada por el exilio, después de tener que salir de su Chile natal, que le llevó a diferentes países, pero que encontró sentido en Centroamérica, en el encuentro con Monseñor Romero y los movimientos de transformación social y eclesial.
Margot Bremer es vista como “tejedora del Reino de Dios, plural, fraterno y sororal, Reino de justicia y vida digna”. Estamos ante una mujer de dos tradiciones religiosas, nacida en una familia luterana y que acabó siendo religiosa católica, consagrando su vida misionera a América Latina, con una clara opción por los pueblos indígenas, haciendo un trabajo de articulación y diálogo entre la reflexión teológico-bíblica y la cosmovisión, tradiciones y cultura del mundo indígena. Para ello se ha servido de educación popular, siempre teniendo claro que “las comunidades indígenas cristianas desean leer la Biblia desde su propia cosmovisión, su concepto de vida y su forma de relacionarse con Dios, con los demás y con la naturaleza”. Todo ello al servicio de una Iglesia Sinodal, superando “las estructuras arcaicas y muy cerradas que caracteriza a un gran sector de la jerarquía de la iglesia”.
En el caso de Sergio Torres, a quien en Amerindia consideran “nuestro patriarca, nuestro fundador junto con Pedro Acevedo”, se destaca “su pasión por el Evangelio y una fidelidad profunda y crítica a la comunidad ecclesial”, forjando “un nuevo paradigma en la vivencia y la comprensión de la fe cristiana en nuestro continente”. También tuvo que salir de Chile para el exilio, sin saber para donde iba, como Abraham. Alguien que está cerca de cumplir 91 años, es visto como alguien en quien se destaca “su permanente entrega, servicio, creatividad y hacer posible tantos espacios”.
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