30 de Setiembre de 2020
[Por: José Luis Muñoz, Hno. del Evangelio | Amerindia Bolivia]
Comparto con satisfacción mis sentimientos, ante el “Sueño Cultural”, cap. 2 de Querida Amazonía:
Me encanta la imagen del poliedro, para hablar de la multiplicidad de culturas de la Amazonía, todas a ser valoradas y a ser tenidas en cuenta, porque son de grupos humanos únicos y es necesario que ninguna se pierda. Creo que nos comparte el sueño, invitándonos a soñar con él, “recogiendo las experiencias de vida de los pueblos originarios, que nos hará bien” (37), dice. Y sentarnos a la mesa común del diálogo, no sólo es por el bien de la Amazonía, es también por el nuestro: “Este interés en cuidarlos valores culturales de los grupos indígenas, debería ser de todos, porque su riqueza es también nuestra” (QA 39). Nos va mucho en ello. Esto es muy importante, para quienes hemos ido a evangelizar con la idea de que los indios son paganos y, que al convertirse deben abandonar sus ritos, sus mitos y “sus ídolos” (Así se pensó –si es que no hay todavía quienes piensan que son incivilizados). El Papa nos invita a “sentarnos en la mesa común del diálogo”, “también por el bien nuestro”. Es una actitud respetuosa, sin ningún tipo de superioridad, en la que uno comprende que las creencias, las celebraciones y expresiones de los otros son tan importantes y tan respetables como las nuestras. Las culturas de la Amazonía son como un gran concierto sinfónico en el que entran armónicamente el agua, las plantas, los árboles gigantes, los animales en su multiplicidad, el oxígeno, el cielo, las colinas, las llanuras… y los seres humanos, diferenciados en etnias, lo más variadas, entrelazados en una unidad con la comunidad ecológica. Tocar irrespetuosamente cualquiera de sus componentes deshace la armonía del concierto, crea disonancias estridentes.
Me viene a la mente la imagen del cuerpo y los miembros (ICor. 12) Ningún miembro está de más, cada uno es necesario para el conjunto, con la función específica que tiene “La Amazonía es una totalidad plurinacional, interconectada”, un gran bioma, compartido por nueve países, dice el Papa. Su biodiversidad y su interconectividad, nos hace sentirnos parte de ella, sabiendo que lo que le afecte a cualquiera de sus partes, nos afecta. “Sentirnos parte de ella”!
“Sólo la poesía, con la humildad de su voz, podrá salvar a este mundo” (QA 46), que “no se contempla desde fuera, sino desde dentro, reconociendo los lazos con que el Padre nos ha unido a todos” (QA 55). Esa humildad supone ponernos en actitudes cordiales de igual a igual, actitudes poéticamente humildes, actitudes contemplativas, y esto no puede hacerse de cualquier manera ni desde cualquier lugar. A veces he visto que íbamos desde fuera, antes de entrar respetuosamente, pidiendo permiso, para ser aceptados, aprender –sí! aprender- y, formando parte de ella, proponer, de igual a igual. Claro que los pueblos originarios nos pueden enseñar lo que las cátedras no transmiten, porque no lo conocen. Es un saber alternativo, yendo por el `lado oculto de la vida’, por `la vereda de la sombra´, en el `lado tierno, lento de la vida… por el lado pobre, entrañablemente…sagradamente, pequeñamente humano, tierno de la vida… (Lo entrecomillado es de la “Declaración de domicilio”, del poeta cantautor Eduardo Meana) Entrar en un hábitat de personas con historias multiseculares hay que hacerlo delicadamente, de puntillas, sin hacer ruido, sin romper nada. Muy diferente ha sido la actitud de los colonizadores, y en otros tiempos de algunos sectores de la Iglesia (sólo en otros tiempos?) montados en `supervidas importantes´, compartiendo la `triste arrogancia de los ganadores´. Creo que el Papa nos induce a soñar en “Querida Amazonía”, para que nos desmarquemos del grupo de los `sabios y entendidos´ y nos pongamos con él “desde dentro”, entre `los pobres y sencillos’ (con él y con Jesús –Mat. 11). (Me permito una digresión: En una carta que Frei Betto escribió recientemente -16/07- nos habla del “genocidio” que está realizando su muy “sabio y entendido” presidente al no tomar medidas sobre el COVID 19, que ya ha matado a más de 80.000 personas en Brasil, al día de la fecha, de los que gran parte son de las etnias de la Amazonía, que están más indefensos, porque están en el lado oculto de la vida. Para él no importan nada, es más los ve con la “triste arrogancia de los ganadores”, como un estorbo, para los intereses de esas “supervidas importantes”, que son los integrantes de las corporaciones del petróleo, de la minería o los madereros. Tienen que eliminar estorbos, caiga quien caiga; cuántos menos haya, mejor).
Matar el alma. Tocar el hábitat de los pueblos amazónicos y destruir sus ecosistemas es atentar contra sus almas, y los espíritus de sus ancestros, que gestaron sus ritos, sus símbolos, sus creencias, en simbiosis con el medio. Matar su medio es matarlos a ellos y dejarlos sin raíces y sin referentes, como si le quitaran a un cuerpo algunas de sus partes y, al final lo dejan morir. (Decía Jesús: “No teman a quienes matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.” Esta gente mata cuerpos y almas. Son de temer. Lo hacen con la trivialidad de un Nerón que tocaba la lira después de incendiar Roma, como si eso fuera algo genial. A él no le dolía, porque estaba en su mundo, no dentro de Roma.
Echar una mano. En esta delicada, poética y contemplativa interpelación por las culturas de la Amazonía hay que echarle una mano a Francisco. Eso no lo hace un hombre solo. Me acuerdo de Etty Hillesun, condenada a las cámaras de gas por los nazis, que, como saben, lejos de pedirle a Dios el solo milagro de salvarlos, creía que tenía que “echarle una mano a Dios” y hacer entre los condenados con ella, lo que estuviera de su parte, para aligerar la situación, si es que se podía. Me parece genial, una mujer contemplativa, con los pies en el suelo, que en vez de esperar soluciones de arriba, se pone manos a la obra, para unirse con sus pequeñas manos a las grandes manos de Dios. Dios sueña con nosotros, y con Francisco; es seguro. Y nos pide echarle una mano, para que no nos quedemos en ensoñaciones.
De ahí viene la inter-cesión. El “sueño” nos hace intercesores, como el grito de la mujer que da a luz, que no tiene que explicarlo: ruge su garganta, porque rugen sus entrañas, es uno sólo el rugido. Así debe ser nuestro grito de intercesores ante Dios: lo oyen los pueblos a la vez que Dios., porque “la contemplación se hace desde dentro”.
Un sueño que se hace realidad. De parte de las iglesias amazónicas ha surgido ya la creación de las Conferencias Eclesiales de la Amazonía, en el espíritu de las decisiones finales del Sínodo sobre la Amazonía. Las Conferencias suponen poner a todos los agentes eclesiales, desde los laicos/as, en sus distintas profesiones y funciones, a las/os religiosos/as y hasta a los obispos, a ponerse en actitud permanente de un ver, juzgar, actuar, para responder a las expectativas del Reino en nuestros países, sin los condicionamientos eclesiocéntricos europeos. Para mí es una primera concreción del sueño, de los 4 sueños, vamos! Porque incorpora e incluye al Pueblo de Dios, desde abajo; no son solo los obispos los que conforman la Conferencia, para que analicen la realidad, la disciernan comunitariamente y tomen las decisiones sabias, oportunas y pertinentes a la realidad de la Amazonía. Qué bueno! No hay que esperar que las decisiones vengan de Roma. Las decisiones hay que tomarlas desde dentro de la Querida Amazonía, no desde fuera.
Eso supone para nosotros, los cristianos/as de a pie, el participar, el estar informados, el actualizarnos y formarnos, para situarnos inteligentemente en la realidad por la que vamos pasando, ya sea a nivel, social, cultural, ecológico, económico, familiar, sanitario, educativo, político, sindical… no hay medio que no sea el propio de la acción de un cristiano comprometido. Sólo de esta manera el “sueño” dejará de ser una ensoñación y se irá haciendo realidad.
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