Amerindia: fidelidad creativa y fecunda

02 de Octubre de 2020

[Por: Rosa Ramos]




Quién eres tú, de tal claror 

para mirar y sonreír

 que dice amar seguir amar 

hasta el final y aún seguir… 

Eduardo Darnauchans

 

El tema que abordaré hoy es el de la fidelidad. ¡Qué difícil es hoy la fidelidad! 

 

¿Habrá sido fácil alguna vez? Podemos honestamente dudar si en otros tiempos ha sido la fidelidad realmente una virtud cultivada o si una doble moral la predicaba e incumplía a la vez con naturalidad y descaro.

 

Pero este artículo quiere ser canto agradecido a la fidelidad cotidiana y anónima de muchos.

 

Personalmente estimo altamente la fidelidad a la palabra empeñada o a la vida asumida. La considero sinónimo de honestidad y coherencia, algo así como “justa y necesaria”. 

 

No es misión imposible la fidelidad, pero no es fácil, ni debe entenderse como algo estático, ni como mero cumplimiento, repetición de lo mismo, ligada a la insensibilidad y la rigidez. Una fidelidad auténtica es viva, dinámica y exige renovación, creatividad. Siempre es camino.

 

No es fácil la fidelidad en una cultura hedonista, individualista, inmediatista, ansiosa, voraz, como la nuestra. Se cultiva desde el interior, desde la hondura, para que sea auténtica, grata, feliz y fecunda, no mera represión, ni siquiera sublimación, sino realmente oblativa, enriquecedora para todos. Porque tampoco es sana y fecunda una fidelidad “pura” de ghetto.

 

La fidelidad exige un sentido de vida y un horizonte, un proyecto que aliente y sostenga o reconduzca –si nos extraviamos o encandilamos- al camino elegido. También de buenos amigos que velen, iluminen, acompañen; la fidelidad se alimenta de la gracia que llega a través de otros y acogemos con disponibilidad y humildad ¡Qué bueno contar con quienes -compartiendo valores y horizontes- sean “custodios” del camino!

 

También hay que decir que por fidelidad a los otros y sí mismos, o a nuevas alternativas descubiertas como valiosas, a veces es preciso un cambio de camino, cuando el previamente elegido fue equivocado, o agotó su fuente sin que pudiéramos a tiempo recuperar su vida y fecundidad. Un “no más” a tiempo, es honesto. Pues la fidelidad tampoco es cuestión de puro pelagianismo o combate personal, es proceso compartido. Como canta Durnauchans, en las relaciones y compromisos asumidos hay “años que albañilean y años de desmoronamiento”. 

 

La fidelidad no es una virtud exclusiva de las parejas o de los que optaron por una vida célibe, es una virtud que incumbe a todas las relaciones humanas, entre las cuales se destaca la amistad. Si bien es diferente, -no es exclusiva ni excluyente, tenemos unos cuantos amigos verdaderos, “fieles”-, es un vínculo que supone atención y cuidado, procurar el desarrollo del otro como otro y a la vez cultivar los espacios-tiempos compartidos. La amistad se ahonda y recrea con risas, ritos, fechas, regalos y sobre todo “presencia en las buenas y las malas”. También crece, se ensancha con los amigos de los amigos, formando círculos más amplios de salud, alegría y cordialidad, en el sentido más hondo y bello de esos términos.

 

Los amores y los amigos fieles nos “abuenan”, alientan nuestra creatividad, nuestra mejor versión humana, incluso al espejarnos con humor y bondad nuestras aristas oscuras.

 

Tampoco es fácil la fidelidad en la amistad, sabemos del dolor y fracaso que supone la ruptura de una amistad fuerte, a veces sin comprender por qué se dio el quiebre, ni qué nuevos pasos dar para abrir cerrojos y que circule nuevamente esa brisa fresca que tanto bien nos hacía a unos y otros. También allí es preciso “amar el tiempo de los intentos” y abrirse a la gracia. 

 

En la cultura actual del individualismo y el agotamiento diario “en la sociedad del rendimiento”, muchas personas viven realidades conflictivas en sus trabajos y al volver a su casa lo que desean es alienarse, escindirse, olvidarse de todo y prefieren placeres solitarios. El consumo, las redes, las series -o una mascota- les procuran ese “alivio”. Sienten que los humanos molestan, invaden: exigen salir de sí, atención, escuchar otras cuitas o alegrías que incomodan. El resultado es triste: una sociedad cada vez más atomizada y menos humanizada.

 

Por otra parte no cabe duda que este año 2020 ha sido de prueba para las fidelidades sanas y fecundas a todo nivel… también para con los ideales, apuestas, proyectos de largo aliento, cuando domina la incertidumbre y las agendas que nos daban marco, seguridad y horizonte se han deshojado… Afortunadamente somos seres sociales y una y otra vez somos llamados a esa vocación original de ser con otros y para otros. En muchos la pandemia ha despertado la generosidad, la apertura a las necesidades de los demás, algo así como una fidelidad profundamente humana a la vida amenazada con creatividad y organización admirables

 

El tema de la fidelidad es arduo y complejo, apenas balbuceamos algo aquí. Es un proceso abierto más que algo logrado, en que intervienen la salud y madurez personal, la educación, los valores discernidos, los interlocutores válidos, la capacidad de reinventar sueños, recrear  vínculos, así como un gran amor y horizontes de sentido compartidos que animen y sostengan. 

 

Una canción de Eduardo Meana dice: “Si es hora de cruz, es de fidelidades” y concluye: “hazme en mi Getsemaní fiel y despierto.”

 

Se preguntarán por el título del artículo… pues aunque tarde, allá voy. Desde sus orígenes Amerindia ha sido coherente y fiel a su cometido: mantener viva la teología latinoamericana que a su vez quiso ser fielmente creativa al Concilio Vaticano II; a lo largo de décadas no cesa de animar la vida buena y abundante (primero es la vida) y la teología (momento segundo) con proyectos, convocatorias, encuentros, publicaciones… Allí vemos su vitalidad y fecundidad, al punto que a nosotros mismos nos asombran los frutos abundantes.

 

Hemos superado muchas pruebas, pero este año de pandemia que desenmascaró y aceleró otras crisis previas, fue tremendamente desafiante, sin embargo floreció la creatividad para seguir siendo fieles al proyecto de Dios que queremos alentar. Frente a tantos planes desbaratados, la respuesta ha sido de una fidelidad muy creativa y fecunda en la cual estamos embarcados ahora mismo con tanta ilusión.

 

Primero fue Bendita mezcla, generando o alentando un movimiento de jóvenes impresionante. Luego la preparación compartida del Encuentro que no pudo ser en Manaos y que ahora incluye por zoom a muchos más de los que hubiéramos podido ir allá. El trabajo es mucho mayor, más exigente, pero involucra a mucha gente de todos los países y nos ha dinamizado como ni imaginábamos. Una vez más Amerindia se reinventó para ser fiel y animar fidelidades. Es tan fiel en su entrega como esa muchacha de la que Durnauchans admirado se pregunta: Quién eres tú, de tal claror/ para mirar y sonreír/ que dice amar seguir amar/ hasta el final y aún seguir…” 

 

 

Agradecemos a Dios SU fidelidad que mueve, llama, sabiendo nuestra fragilidad nos anima a dar un “sí” siempre renovado, creativo y germinal a nivel personal y comunitario.

 

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