Sueños compartidos, un sueño social

27 de Setiembre de 2020

[Por: Marcela Soto Ahumada, dmsf | Amerindia Bolivia]




Es motivador un texto que tenga como título y comience con querida, es muy afectivo y cercano, más aún cuando se habla de un lugar, en donde se reconocen tres miradas o modos de escuchar esta querida amazonia: su esplendor, el drama y el misterio que descubrimos en ella.

 

En ella se reconoce la riqueza como una totalidad plurinacional interconectada, y además como un misterio sagrado, así como Moisés se tiene que descalzar y pisar tierra sagrada. Todo lugar es sagrado, está interconectado con la totalidad: la Casa Común.  

  

Es interesante proponer la encarnación como aquella que modo de estar presente y que nos abre a los sueños. Por lo que toda la vida eclesial está exigida a vivir desde un encarnarse en la predicación, la espiritualidad y hasta las estructuras de la Iglesia. 

 

Y surgen los sueños amazónicos que se abren a todo el mundo. Pero hoy ¿qué entendemos por sueños? ¿Son nuestros sueños?:

 

  • Luchar por los derechos
  • Preservar la riqueza cultural
  • Custodiar la naturaleza
  • Comunidades entregadas y encarnadas en…

 

Y comenzamos con un sueño, el social, que genera vínculos, nos armoniza y hace posible consolidar el “buen vivir” (8). Pero ¿cómo consolidarlo? Cuando estamos enredados con un sistema capitalista y la interferencia de redes de corrupción…  

 

¿Por qué es un sueño social? porque está ligado a lo que afecta a las personas junto a su entorno, a todo aquello que se convierte en un bien o un atentado a los derechos humanos o una amenaza a la dignidad de las personas, en realidad es un sueño que nos enfrenta a todo acto de injusticia y a los crímenes (9/14) que acontecen en estos territorios. 

 

Son pueblos con una historia de muerte, de colonización, de invasión, de robo, explotación, de migración forzada… es una historia viva enfrentando nuevas esclavitudes, que dañan y matan la vida de las personas y su entorno, rodeados de sistemas y gobiernos corruptos, que usan la excusa del desarrollo para seguir destruyendo la vida de los pueblos, sin escrúpulos van haciendo más pobres a los más pobres pero que tienen un potencial de riqueza envidiable.

 

Y en el presente de la historia nos vamos haciendo conscientes del nivel de destrucción en donde podemos escuchar a la amazonia que grita en los bosques, en la huida de la fauna, en los territorios robados a plena luz del día.

 

Es necesario indignarse (15), de ahí que tenga sentido el cultivar la sana indignación, nada de rencor o resentimiento, entonces podemos experimentar:  

 

  • Una indignación que brota de la escucha los gritos y clamores de los pueblos
  • Una indignación que siente el dolor de los demás y no nos deja indiferentes 
  • Una indignación que genera redes de solidaridad,
  • Una indignación que crea gestos públicos de denuncia
  • Una indignación que nos hace más humanos y que permite que nuestro corazón no se endurezca
  • Una indignación que nos permite reconocer nuestra complicidad y nos anima a pedir perdón.
  • Una indignación al modo de Moisés, de Jesús, de Dios,.. no podemos caer en una conciencia anestesiada, cuando miles de indígenas siguen siendo aniquilad@s, violados, amputados, expulsados de sus territorios. 

 

Es tiempo de construir redes de solidaridad y desarrollo (17), redes incluyentes, sistemas sostenibles para la producción y el trabajo que no dañe el medio ambiente y las culturas, una vida más humanizada, buscando ser más humanos. 

 

Como Iglesia estamos llamad@s a escuchar el clamor de los pueblos amazónicos, a ser valientes para pedir perdón por los crímenes que han dejado heridas en ellos y también agradecer porque con su presencia se convierten en un grito a la conciencia, son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos y todas, el de cuidar la Casa común (19). 

 

La vida misma se recorre desde un camino comunitario, en donde las tareas y las responsabilidades van en función del bien común (20), todo se comparte para hacer real el espíritu de comunión humana que se da desde la misma relación con la naturaleza, con su territorio. Mucho por aprender, por recuperar y por acompañar, en medio de procesos desintegradores que se vive en la ciudades y fortalecido por un sistema capitalista invasivo y que daña este sentido comunitario de los pueblos.  

  

Y de este modo, se hace luz la propuesta de Cristo y el Evangelio, que generan una búsqueda de justicia, de la mano de la fraternidad y de la solidaridad, animándonos a cultivar la cultura del encuentro (22). 

 

Como todo está relacionado, cuidar y estar atent@s a lo que pueda dañar profundamente a las instituciones, porque hoy fácilmente se ven contaminadas por la corrupción, afectando a toda la red social, a las personas, al mismo medio ambiente, estructuras, dañando profundamente a las instituciones (23), hasta la misma Iglesia y pueblos.

 

Finalmente, se nos ofrece la amazonia como lugar para el diálogo social (26), como lugar para aprender a:

 

Participar como invitados.

Desarrollar la capacidad de escucha.

Dialogar con los últimos.

Ejercitarnos en la apertura para aprender de otros/as.

Pedir permiso para presentar propuestas.

Valorar sus palabras, esperanzas, sus temores.

Respetar su protagonismo.

Reconocer al otro con todo su potencial.

 

¿Estamos dispuest@s a cambiar y generar una transformación de nuestro modo de ser Iglesia en la amazonia y en donde quiera que nos encontremos? 

 

 

Y a seguir soñando porque es posible un cambio como creyentes, como Iglesia y como pueblo, con palabra y con voz profética.

 

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