Al viento del Espiritu y de (en) la historia

04 de Setiembre de 2020

[Por: Rosa Ramos]




“Al viento,
la cara al viento,
el corazón al viento,
las manos al viento,
los ojos al viento,
al viento del mundo…”

Ramón Pelegero o Raimon

 

Nuevamente la reflexión de hoy parte de una canción, no de la cita de un filósofo o de un teólogo, sino de la experiencia-anhelo de un joven en la España franquista hace sesenta años. Famosa canción Al vent que avivaba fuegos a partir de brasitas enterradas, pero vivas en el corazón de muchos. Zarzas que arden sin consumirse a pesar de las condiciones adversas, y que ojos atentos y memoriosos -como los de Moisés- logran ver y acercarse. Se preguntarán por qué rebuscar en el arcón del pasado, pues en busca de pistas para el duro presente.

 

En la entrega anterior, con el mismo cantautor, decíamos que venimos de un silencio antiguo y muy  largo (https://youtu.be/jueN81usd40) y que, a nuestro pesar, avanzamos hacia la caída de la noche (https://youtu.be/LEgOxTAhh9o): noche de los sentidos, de la fragilidad física, de la pérdida de capacidades intelectuales… Sin desconocer el silencio que nos precede y el necesario despojo natural, tenemos a la mano el presente. En este “entretanto” –nuestro cronos que puede ser kairos- la invitación es a vivir de cara al viento aunque nos despeine… 

 

A propósito les regalo esta interpretación con un Raimon ya viejo, pero firme y fogoso, (https://youtu.be/qHgaLK2c_6E?t=21), pueden buscar otros videos en que lo vean más joven. 

 

Andar de cara al viento (empezamos el mes del viento en este sur de cara al mar) nos implica arrugar el rostro, incluso entrecerrar los ojos, curvar un poco la espalda para enfrentarlo, pero a la vez ese viento nos desarruga y despierta neuronas adormiladas, por tanto oxígeno que nos entra por las alas del viento, el mismo oxígeno imprescindible para que exista el fuego.

 

El viento es un símbolo muy caro a los cristianos, símbolo de la presencia-acción del Espíritu, al igual que el fuego. La canción dice “al viento del mundo”, pero a nivel humano no es algo dado, mundo es “historia” que construimos y de la que somos responsables, según Johann Baptist Metz, teólogo alemán fallecido hace menos de un año.

 

“Al viento,/ la cara al viento,/ el corazón al viento,/las manos al viento,/ los ojos al viento,/ al viento del mundo…” ¿No nos recuerda esto a la intención de Juan XXIII al convocar al Concilio Vaticano II? Seguramente el “Papa bueno” sentía la falta de oxígeno y -sabiendo el servicio del viento- expresó ese deseo de abrir ventanas para que entrara a la Iglesia con la novedad del Espíritu. 

 

En aquel tiempo se hablaba mucho del necesario diálogo Iglesia-Mundo como si se tratara de dos realidades distintas que debían ponerse cara a cara para dialogar, entenderse y poder luego asumir el papel de Iglesia servidora del mundo. Poco a poco fuimos entendiendo que la Iglesia es también mundo, no una realidad separada. Hoy Laudato si, es un ejemplo de ese viento que mueve, conmueve y moviliza la voz profética de la Iglesia en tanto parte del mundo y co-responsable de la vida amenazada a todo nivel: planeta, especies, pueblos, culturas. 

 

“Todos llenos de noche,/ buscando la luz,/ buscando la paz,/ buscando a Dios” sigue la canción compuesta por Raimon. Eran tiempos oscuros, pero sin duda de mucha inquietud, fermentales, incluso tiempos axiales, en que muchos movimientos confluían para que estallara algo nuevo. El mundo-historia y sus hijos, esos hilos conscientes que somos del entramado de la creación, diríamos hoy, se reconocía lleno de noche pero anhelante de luz. Sin conciencia de la falta no se busca. Tampoco sin cierta conciencia de aquello anhelado.

 

Buscando la luz, así se titula la obra que corona la cúpula de la Capilla del Hombre de Oswaldo Guayasamín en Quito, allí están representados los hombres estirados hacia el cenit de la pequeña abertura; el artista representa a los mineros que trabajaban en las entrañas oscuras de la tierra. La búsqueda de luz es profundamente humana y puede apasionar hasta el último instante y ser la última palabra, como lo fue para Goethe: “luz, más luz”. ¿La pedía, la anhelaba como al aire-aliento vital que ya se le escapaba, o acaso vio agonizando esa luz siempre buscada? 

 

Buscando la paz en tiempos de guerras, conflictos declarados en distintos sitios, o huidiza e imposible en medio de una quietud de sepulcros impuesta en algunos países. Pero paz es más que ausencia de guerra, podemos recurrir al significado del término shalom que es muy denso, rico y sobre todo “lleno”, no vacío de algo. Paz supone presencia de todo lo necesario para bien-vivir y desarrollarse humanamente: armonía, completud, abundancia de bienes y equilibrio con la naturaleza (de ahí el Sabbat y el jubileo) con los demás, con Dios.

 

Buscando a Dios, buscando a Dios al viento del mundo. Dudo que el autor sea religioso, aunque quizá cuando compuso la canción creía, o buscaba al Dios verdadero que presentía. Así como Antonio Machado quería buscarlo en la mar, Raimon lo busca en el viento del mundo. Quizá a algunos les resulte extraño por aquella idea de mundo como mal que predominó mucho tiempo. Personalmente y recogiendo la idea de Metz (mundo=historia), me parece fantástica la imagen, sin que Raimon lo sepa allí hay una teología impresionante: la de abrirnos a leer los signos de los tiempos. Una intuición fundamental –que fue clave en el Concilio- y que nos es preciso volver a recordar. 

 

A Dios lo encontramos si lo buscamos en los acontecimientos, movimientos, procesos o dinámicas humanas que generan vida, libertad, justicia, esperanza; en los encuentros auténticos y profundos que nos “abuenan” porque sanan, iluminan, embellecen... Lo encontramos buscándolo como quien sediento busca una fuente de agua viva, con rostro, corazón, manos y ojos bien abiertos… una forma del autor de decir: con todo nuestro ser. 

 

Necesitamos animarnos a estar expuestos “al viento”. Y expuestos en un doble sentido: abiertos y arriesgando. Quien se expone, corre peligro, peligro de cambiar, de ser “aireado” por el viento, de abrirse a realidades nuevas que no están escritas y para las cuales no tenemos manual o ley previa. Quien se expone se hace vulnerable, corre el peligro de todos los profetas, del propio Jesús… y el de tantos mártires a causa del Evangelio perturbador, encontrado al viento de la historia.

 

Finalmente resalto de la canción el “todos” contracultural. Se trata de una búsqueda común, compartida, comunitaria. No es una búsqueda solitaria, solos a veces ni nos damos cuenta que estamos encerrados a oscuras, tienen que entrar “los otros” y encender la luz en el diálogo, en el amor. Solos quizá nos enredamos y no buscamos esa paz que es presencia y no ausencia. Solos hasta podemos inventarnos un dios que no es el de Jesús… Para hallar, para hallar lo que vale la pena y la alegría, es preciso buscar juntos aquello que nos falta a todos… para ser más amorosos, más felices, más buenos, en suma más humanos. 

 

Imagen: www.todocuadros.com.pe/media/catalog/product/cache/11/small_image/411x/9df78eab33525d08d6e5fb8d27136e95/m/o/moderno-oleo-casas-agua-viento.jpg 

 

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