Casaldáliga: En la despedida, la parábola de toda una vida

31 de Agosto de 2020

[Por: José Óscar Beozzo]




En la mañana del domingo 9 de agosto, en el presbiterio de la Iglesia de los Claretianos en Batatais SP, alrededor del altar y del ambón, mesa del Pan y mesa de la Palabra, se encontraba Monseñor Moacir Silva, Arzobispo de Ribeirão Preto SP, acompañado de otros obispos, sacerdotes y diáconos, para la misa fúnebre de Monseñor Pedro Casaldáliga CMF, fallecido la mañana anterior.

 

En la nave de la iglesia, separada del presbiterio y del altar, Pedro fue plantado, en el espacio reservado al común de los bautizados y bautizadas, inmóvil, en su última y solitaria conversación con Dios.

 

Al igual que Jesús, que se retiró del tumulto de la multitud que lo cercaba y quiso aclamarlo como rey después de haber multiplicado los cinco panes y los dos peces para cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y los niños, así también Pedro obtuvo ese espacio apartado para su merecido descanso.  

Se fue a rezar a solas, como Jesús había hecho tantas veces:

 

"Después de despedirlos, subió solo al monte a rezar" (Mt 14, 23).

 

Temprano por la mañana o tarde por la noche, Pedro era siempre un orante, en continuo diálogo con Dios, un místico en esa comunión del amado con la amada.

 

Tenía su pequeño rincón para rezar, una capilla abierta, sin puertas ni ventanas que cerrar, en comunión con la naturaleza circundante, con árboles y pájaros, abierta a cualquiera que quisiera entrar, unirse al Oficio de las Comunidades o rezar a solas.

 

Pero Pedro siempre continuó, en todas las circunstancias, en su diálogo interior. Esto, incluso cuando se sacudía durante horas en precarios autobuses por los caminos de tierra de la Prelatura, o mal acomodado en barcos, subiendo y bajando por el Araguaia, para visitar comunidades ribereñas o aldeas indígenas…

 

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