Los nombres incómodos en nuestra biografía

28 de Agosto de 2020

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Con la pascua de Pedro Casaldáliga y todo lo que ha generado su partida de entre nosotros, vienen a mi memoria los recuerdos de otros nombres. Nombres llenos de historia, pasión, búsqueda, desafíos, entrega y sufrimiento. Pero también nombres llenos de mucho amor, de un inmenso amor a los demás, a los últimos. En todo caso, son nombres que nos inquietan, nombres incómodos para nosotros –el común de los mortales- y, por eso, necesarios. No podemos prescindir de esos nombres, parece que los llevamos tatuados en la piel, nos acompañan por todas partes y no nos dejan descansar.

 

El Nombre mayor de todos y el primero es Jesús de Nazareth. Y luego María de Nazareth y muchos nombres más pueblan nuestro cielo de fe y de esperanza: Pablo, Francisco de Asís, Santa Teresa, Gandhi, Charles de Foucauld, Juan XXIII, San Romero de América y, ahora, Pedro Casaldáliga. Y la lista podría continuar de manera casi interminable. Cada uno de nosotros y cada una se va apropiando en su vida de algunos de ellos. Estos nombres son su inspiración, su ejemplo, su compañía, su cuestionamiento, su consuelo, su desafío. El Papa Francisco ha dicho que nuestra oración debe estar llena de nombres.

 

¿Cuántos nombres más habrá que añadir a las listas que cada uno tiene? Y después, detrás de cada nombre una historia llena de pasión, sorpresas, desafíos y enseñanzas. Y ahí viene Agustín con sus Confesiones y con su sabiduría; y viene San Francisco de Asís con su hermana pobreza y su cántico de las creaturas; y viene Santa Teresa con su misticismo y su camino en la oración; y viene Mons. Romero con su voz profética, su denuncia de las injusticias y de la indiferencia de los cristianos ante los males del mundo y su martirio. Y viene Gandhi con la fuerza de la No-violencia y su crítica de la sociedad occidental tan apegada al dinero. Y viene Charles de Foucauld con su pasión por asemejarse a Cristo, con su desprendimiento hasta  ponerse en el último lugar de la sociedad entre los tuaregs del desierto de Argelia y querer ser tan bueno como su maestro Jesús hasta exclamar: “Si alguien me ve  tan bueno tendrá qué preguntarse: ¿Si él es tan bueno, cómo será su maestro? 

 

Y ahora viene Pedro Casaldáliga, poeta, teólogo, profeta, místico, obispo y pobre que nos cuestiona con su vida evangélica radical y nos envuelve con su bella poesía. Estos seis rasgos en una persona son  mucho para estar reunidos TODOS en un solo nombre: Pedro Casaldáliga.

 

Un par de versos suyo nos indican con claridad su ser pobre y desprendido:

 

No tener nada/no llevar nada/no poder nada/y de pasada, no matar nada/ no callar nada./Solamente el Evangelio como una espada afilada/ y el llanto y la risa en la mirada…”

 

Y sobre el martirio, una vez escribía yo de él: Don Pedro lo dijo abiertamente que el martirio era la forma excelsa de entregar la vida. En su caso, ni a sus detractores y enemigos les faltaron ocasiones e intentos para matarlo, ni a Don Pedro le faltó la entrega ni la decisión de enfrentar el martirio. Así lo expresa en su poesía: ‘Morir de pie’. Y así lo vemos en la película: ‘Descalzo en tierra roja’. Con todo lo que sufrió en su lucha contra los latifundistas y en defensa de los pueblos de Sao Félix do Araguaia, y los largos años de sufrir el mal de parkinson, pues no está lejos de haber vivido ese martirio silencioso.

 

¿Qué haremos con tantos nombres? ¿Qué haremos con su memoria? Una frase que siempre me gustó de mi maestro en Münster Johann Baptist Metz, refiriéndose a la muerte de Cristo, es ‘Memoria peligrosa’. Creo que la vida de estos hombres  y mujeres y la de tantos otros y otras a lo largo de la historia del Cristianismo, se inserta en ese rosario de cruces que constituyen la memoria peligrosa de los seguidores de Jesús. Y la de Pedro Casaldáliga ya está plantada en ese camino. Tiene que ser memoria inquietante. Como él decía: “Mas importante que mi vida, son mis causas”. Hay que seguir luchando por ellas.

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