Hambre de amistad

01 de Agosto de 2020

[Por: José Neivaldo de Souza]




Michel de Montaigne escribió un hermoso texto dedicado a la amistad. ¡Qué bueno es escribir algo pensando en alguien cuya amistad es un tesoro para cuidar y preservar! Bueno ... Montaigne hizo eso. Él escribió con su corazón. Dudaba que en el mundo hubiera una amistad tan pura como la que tenía con su amigo Etienne de la Boétie. Nos ayuda a pensar sobre el verdadero significado de la amistad.

 

Seducidos por el mundo virtual, por las nuevas tecnologías, no nos damos cuenta de cuán banal se ha convertido la amistad: lo efímero ha atesorado lo esencial, la cantidad ha traslapado la calidad y los valores duraderos. El corazón, que anteriormente tenía pocos buenos amigos, dio paso a Facebook, Instagram y múltiples redes sociales que están interesadas en los números y no en los afectos. Aceptan que la maldad, el engaño, el prejuicio, el feminicidio, el exterminio de personas, razas y etnias se comparten justificándose como heraldos de la "libertad de expresión". Cultivan relaciones líquidas e ilusorias. ¿Puede haber amistad en estos espacios? Puede, no todo es malo, pero este no es el objetivo. La amistad pura exige precaución y prudencia, como canta Milton Nascimento en "Corazón de estudiante": "Se debe tener cuidado con la vida; cuidar el mundo y la amistad ".

 

Michel de Montaigne rescata el sentido de la amistad. No se limita al amor natural, porque es algo que se construirá por voluntad y libertad y no por ley, esto es lo sobrenatural en la amistad. No se limita al amor social y hospitalario, porque no apunta a una simple convivencia o búsqueda de personas agradables. Tampoco te aferras al amor erótico, "un fuego temerario y volátil, flotante y variable", ya que trasciende la belleza de los cuerpos. Su llama es espiritual.

 

¿Puede haber amistad entre los miembros de la familia, en el matrimonio, en el mundo del trabajo, etc.? Puede, si tales relaciones son libres, voluntarias y sujetas a una comprensión liberadora del acto: nada le pertenece a nadie, al mismo tiempo que todo es genuinamente común para ambos. Aquí está el principio de confianza: un alma en dos cuerpos. La amistad es lo más cohesivo e indivisible que existe, no se multiplica y no puede transformarse en visualizaciones vinculadas a la belleza, el hábito, el sentimiento familiar e incluso sus propios intereses. Tenemos hambre de amistad, más que pan, y no nos damos cuenta.

 

 

Imagen: Infobae.

 

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