Cifras, rostros, voces, nombres…

24 de Julio de 2020

[Por: Rosa Ramos]




“Perdón por aquellos ojos 

que al buscar los míos no quise mirar…

 

Estos versos de la “Zamba del perdón”, pueden ayudarnos a ubicarnos en esta reflexión.

 

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) hace unos días entregó el informe especial n° 5 con cifras que deja la pandemia y una visión de futuro que intuíamos, pero igual impacta. El título de este informe fue: “Enfrentar los efectos cada vez mayores del Covid 19 para una reactivación con igualdad: algunas proyecciones”

 

Por otra parte el Documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana reunida en Puebla enumeraba “rostros” de la pobreza en América Latina y el Caribe (32-39). Esta y otras Conferencias han subrayado que esos rostros son los de Cristo sufriente. Hoy se podría ampliar ese retrato multitudinario de rostros incluyendo además los de otros continentes. 

 

Necesitamos atrevernos a poner rostros, ojos y nombres –en cada lugar- a los datos para que nos desinstalen, incomoden y dejen de ser cifras frías que fácilmente se olvidan o resultan tan insoportables que acaban en la indiferencia porque “nada podemos hacer ante ellas”. No se trata sólo de estar informados, sino de ver y juzgar desde la fe, para atender las realidades urgentes, a la vez que denunciar y atacar sus causas, según nuestra tradición teológica.

 

Empecemos por lo que plantea el informe: la caída en la actividad económica es de tal magnitud que llevará a que al cierre de 2020, el nivel del PIB per cápita de América Latina y el Caribe sea similar al observado en 2010, es decir, habrá un retroceso de 10 años en los niveles de ingreso por habitante. “Se prevé ahora un aumento también mayor del desempleo, que a su vez provocará un deterioro importante en los niveles de pobreza y desigualdad”

 

La investigación de la CEPAL calcula que la desocupación alcanzará el 13, 5% al final del 2020, por tanto el número de desocupados llegaría a 44,1 millones de personas, lo que representa un aumento cercano a 18 millones con respecto al nivel de 2019. ¡Tan sólo en un año!

 

En ese contexto, la CEPAL proyecta que el número de personas en situación de pobreza se incrementará en 45,4 millones en 2020, vale decir: de 185,5 millones en 2019 se pasará a 230,9 millones en 2020. El 37,3% del continente estará en situación de pobreza. A su vez, la pobreza extrema se incrementaría en 28,5 millones, pasando de 67,7 millones de personas en 2019 a 96,2 en 2020, cifra que equivale a que el 15,5% del total de la población de nuestro continente padecerá extrema pobreza este año. Asimismo proyecta una mayor desigualdad en la distribución del ingreso en todos los países de la región: el índice de Gini se incrementaría entre un 1% y un 8% en el continente. 

 

¿Podemos imaginar 44 millones de personas desocupadas? ¿Podemos captar la dimensión de crisis, deterioro humano y de desesperación que significan 231 millones de personas en situación de pobreza, entre los cuales 96 millones en condiciones de extrema pobreza? 

 

¿No nos avergüenza además como humanos que la desigualdad aumente escandalosamente en tiempos de pandemia, en vez de estar dedicados organismos internacionales, nacionales, y gente honesta común y corriente a disminuir la desigualdad? ¿No debería avergonzarnos que, en plena crisis, algunos se sigan enriqueciendo mientras millones se están empobreciendo?

 

¿Cuál es la lectura de fe de estos datos? Que esta situación no es querida por Dios, aunque algunos han interpretado la pandemia como “castigo” o como “voluntad de Dios”. Si nuestra fe afirma que Dios ES amor, si desde allí descubrimos que su voluntad ha sido la creación y la salvación humana, entonces ni esta pandemia ni este agravamiento de la situación de pobreza y desigualdad es voluntad divina. 

 

Por el contrario, no son buenas y claman al cielo estas formas de sufrimiento humano. Lo dice claramente la Laudato si, apoyada en diversos estudios, que este desequilibro es consecuencia de la ambición desenfrenada que expoliando y destruyendo los recursos viene desequilibrando el ecosistema.  La voluntad de Dios, expresada en la persona, vida, opciones, prédica y entrega total de Jesús, es la humanización plena, la  dignificación y felicidad de todos y todas.

 

 

¿Qué podemos hacer como cristianos? No negarnos a intentar leer estas cifras y esta flagrante injusticia entre los hijos del mismo Padre. No dejar de escandalizarnos ni dejar de intentar escandalizar a otros muchos, pues urge despertar de la indiferencia –y complicidad-.

 

Pero quizá lo primero que podemos hacer es no dar vuelta la cara. No podemos abarcar los millones de desocupados, de frágiles o fragilizados… pero sí podemos mirar de frente, a los ojos, y aprender los nombres y escuchar las cuitas de los que tenemos cerca. De esta señora que pone su puesto cada día, aún bajo lluvia, este niño o niña que intenta vender algo, esa adolescente en riesgo de ser prostituida, esos ancianos cuya jubilación no les da para lo básico, esos migrantes que desconocen sus derechos básicos y son víctimas fáciles de aprovechadores. 

 

La zamba pide perdón por esquivar la mirada. También es necesario buscar la mirada, esa que ya no mira de frente, que mira sus propios pies o que anda perdida con extraño brillo. Así lo hizo Jesús, mientras algunos le pedían algo, él los miraba de frente valorando su fe, otras veces era él quien buscaba, veía, llamaba a aquel o aquella que no levantaba la cabeza. Así en el fastuoso templo Jesús “ve” a la viuda poner sus dos moneditas; otra vez en una sinagoga “ve”, llama a una mujer encorvada y la coloca en medio; “ve” y se acerca al paralítico que no tenía quien lo acercara a la piscina… Aunque haya multitudes, Jesús ve personas únicas.

 

“La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres (Aparecida 398) ¿Somos amigos de pobres concretos? ¿De cuántos amigos pobres nos enorgullecemos? ¿O acaso sentimos nosotros la fragilidad y la necesidad de amigos que nos “vean” y levanten?

 

Sin duda la responsabilidad mayor es de los gobiernos y de los grandes capitales que no están dispuestos a perder nada, ni a devolver nada de lo mucho que han aumentado sus ganancias en tiempos de bonanza, sin duda la responsabilidad se reparte en función del poder y las posibilidades, pero todos somos responsables en nuestra medida. Todos somos humanos y nada que afecte al ser humano, su vida  y dignidad, nos puede resultar ajeno. 

 

La Organización San Vicente, Padre Cacho, tiene un “Credo” cuyo eje es el amor, concreto, no abstracto; en uno de sus puntos dice: Creemos en la eficacia del amor para cambiar, para levantar, para transformar a la persona del vecino y las situaciones que vive.” Tiempo de crisis es tiempo de oportunidad para compartir la mesa, lo que somos y tenemos, para aprender unos de otros. El amor concreto puede transformar la realidad y transformarnos.

 

Comparto el link de un breve cuento de Anton Chéjov: “La tristeza”. La literatura también puede ilustrarnos sobre ese amor concreto al que estamos llamados, e invitarnos poner atención a esos rostros y nombres, a prestar oído a quienes están a nuestro lado –algunos pocos de esos millones inabarcables de los que la CEPAL informa-.  

 

 

Imagen: https://www.raicesuruguay.com/raices/imagenes/im_2011_06/cristodepobres.jpg

 

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