Compasión ciudadana, respuesta global contra el racismo

26 de Junio de 2020

[Por: Juan José Tamayo]




“No puedo respirar”

 

El 25 de mayo pasado se produjo en Minneapolis, ciudad norteamericana del estado norteño de Minnesota, el asesinato del ciudadano negro George Floyd a manos del policía blanco Derek Chauvin quien, con el apoyo de otros tres compañeros, le esposó, le arrojó al suelo, le puso boca abajo y le asfixió apretándole el cuello con una rodilla. La agonía duró ocho minutos y cuarenta y seis segundos. Estando en esa situación, George pronunció un grito estremecedor y desesperado que no detuvo al policía en su acción criminal. Estas fueron sus últimas palabras: 

 

“Es mi cara, hombre. No he hecho nada grave, señor. Por favor, por favor,  por favor, no puedo respirar. Por favor, hombre, por favor, alguien, por favor, hombre,  no puedo respirar, no puedo respirar, por favor (inaudible). Hombre, no puedo respirar, mi cara. Solo levántate.  No puedo respirar. Por favor, una rodilla en mi cuello. No puedo respirar. ¡Mierda! Voy a… No me puedo mover. ¡Mamá! No puedo. Mi rodilla. Mi cuello. No aguanto más no aguanto más. Soy claustrofóbico. Me duele el estómago, me duele el cuello,  todo me duele, dame agua o algo, por favor, por favor. No puedo respirar, oficial. No me mate. Me van a matar, hombre. Venga, hombre, no puedo respirar no puedo respirar. Me van a matar, no puedo respirar, no puedo respirar. Por favor, señor, por favor, por favor, por favor, no puedo respirar”.

 

Llamó a su mamá ya fallecida pidéndole auxilio. Luego, sus ojos se cerraron y las súplicas se detuvieron.

 

“No puedo respirar” se convirtió en un clamor popular en las numerosas manifestaciones que recorrieron primero las ciudades de Estados Unidos y después las de todo el mundo como protesta colectiva contra el brutal asesinato de George Floyd, contra el racismo policial hacia la comunidad negra y contra las desigualdades sociales generadas por el racismo. 

 

Racismo de Trump y manipulación de la Biblia

 

Trump pronunció un discurso incendiario contra los manifestantes a quienes acusó de alborotadores, saqueadores y anarquistas, y amenazó con sacar el Ejército a la calle, en caso de que no lo hicieran los gobernadores, para reprimir con violencia las manifestaciones de protesta y la ola de indignación contra el odio racial de la policía estadounidense que desemboca con frecuencia en odio y asesinatos. Era una nueva expresión del racismo y xenofobia que caracterizan su presidencia. Dicha amenaza fue rechazada inmediatamente por el jefe de Defensa de la Casa Blanca y los gobernadores de los estados. También se opusieron a Trump los presidentes anteriores: Carter, Clinton, Bush y Obama.

 

La policía dispersó una concentración pacífica delante de la Casa Blanca con gases lacrimógenos para dejar expedito el camino para que Trump pudiera dirigirse a pie hasta la histórica iglesia episcopal de San Juan, llamada “la iglesia de los Presidentes”, que había sufrido un incendio la noche anterior, y posar con la Biblia. El gesto fue interpretado en clave electoralista y como una manipulación de la “palabra de Dios” y de la religión, ya que Trump no se caracteriza precisamente por ser una persona religiosa.    

 

La primera en reaccionar fue Mariann E. Budde, primera mujer obispa de Washington, que había ejercido su actividad pastoral en Minneapolis durante 18 años, mostrando su indignación en público por la provocadora y electoralista visita y por haber manipulado los símbolos sagrados de la tradición cristiana. “El presidente utilizó la Biblia, el más sagrado texto de la tradición judeocristiana, y una de las iglesias de mi diócesis sin avisarnos siquiera –afirmó-, como telón de fondo de un mensaje antitético a las enseñanzas de Jesús y todo lo que defiende nuestra iglesia”. 

 

Mariann relativizó los daños sufrido en el templo por el incendio en comparación con la gravedad e inhumanidad del asesinato de Floyd: “Podemos reconstruir la iglesia”, dijo, pero “no podemos devolverle la vida a un hombre”. En una entrevista a The Washington Post afirmó que “todo lo que ha dicho y hecho Trump es para inflamar la violencia” y mostró su distanciamiento del lenguaje incendiario del presidente. Declaró que la visita no había servido a las aspiraciones espirituales ni al liderazgo necesitado en ese momento, como tampoco para restañar las muy dolorosas y profundas heridas que había dejado en el país el salvaje asesinato del ciudadano George Floyd. 

 

Cabe recordar que, durante su larga e intensa estancia en Minneapolis, Mariann Budde creó una iglesia de puertas abiertas, luchó por reducir las desigualdades sociales y ayudó a la inmigración haitiana y centroamericana. Durante la presidencia de Trump ha intensificado su activismo político sobre todo oponiéndose a la separación de los niños migrantes de sus padres en la frontera con México. 

 

A las declaraciones indignadas de Budde se sumó el obispo presidente de la iglesia episcopaliana –el primer negro en presidir dicha iglesia en los Estados Unidos-, quien acusó a Trump de utilizar la iglesia y la Biblia con fines políticos precisamente “en una época de dolor y sufrimiento para nuestro país y su acción hizo nada para ayudarnos o curarnos”.   

 

Movimientos de protesta contra el racismo

 

A través de los multitudinarios movimientos de protesta extendidos por todo el mundo, los cientos de miles millones de manifestantes respondían al racismo con un acto de compasión solidaria, que tuvo su culminación en el funeral de despedida de George Floyd que tuvo lugar en Huston (Texas) con la participación de más de seis mil personas. Las olas de protesta recodaban las que había tenido lugar cincuenta y dos años antes con motivo del asesinato de Martin Luther King, quien había afirmado: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio, sólo el amor puede hacer eso”. ¡Evangelio en estado puro!

 

El asesinato de George Floyd produjo una conmoción profunda en todo el mundo, la protesta contra dicho asesinato se tornó global y viral al grito de “Black Lives Matter” y  contribuyó a tomar conciencia del racismo real en los diferentes países donde se produjeron las marchas de indignación, por ejemplo en Brasil, con una población negra de más del 50%, en Londres con un millón y medio de afrodescendientes sobre una población de nueve millones y en Francia con una fuerte tradición racista colonial. 

 

También se produjeron manifestaciones en varias ciudades españolas para solidarizarse con las marchas de otros países protestar contra la discriminación racial en nuestro país. Yo participé en la celebrada en Madrid el 7 de junio frente a la Embajada de Estados Unidos, en la que denunciamos el racismo de la extrema derecha en España: “Estamos aquí –gritó una representante del Sindicato de Estudiantes, convocante de la manifestación- para unirnos a los hermanos y hermanas de Estados Unidos. para señalar a los racistas. A Donald Trump. A Santiago Abascal”. 

 

George Floyd, ciudadano negro estadounidense anónimo hasta el 25 de mayo de 2020, día de su asesinato, se ha convertido en el símbolo global de la compasión ciudadana, la lucha y resistencia cívicas contra el racismo instalado en el imaginario social, la violencia policial, las desigualdades sociales y la discriminación étnica y en una llamada a favor de la justicia, la libertad y la liberación de las comunidades oprimidas. 

 

Termino con la apelación que la prestigiosa periodista brasileña Eliane Brum hacía en un artículo en el diario EL PAÍS (miércoles, 3 de abril de 2020) a exterminar el racismo y a llevar cabo a un nuevo pacto de civilizaciones en la pospandemia:

 

“Sin exterminar el racismo, el aire seguirá faltando. No se podrá vencer ni la pandemia ni la crisis climática. Clamar por un nuevo pacto de civilizaciones en la pospandemia que cada blanco quite inmediatamente la rodilla del cuello de un negro, lo que significa perder privilegios y compartir los espacios de poder en todas las áreas”.    

 

Aviso e invitación a las teólogas y los teólogos 

 

Quienes nos dedicamos al trabajo teológico deberíamos ser más sensibles al fenómeno del racismo del que son objeto las personas y las comunidades en nuestros países, incorporarlo en nuestros análisis sociales, culturales y religiosos como uno de los hechos discriminatorios mayores de nuestras sociedades blancas. Me parece necesario seguir  de cerca las aportaciones de las teologías negras de la liberación, sobre todo la estadounidense y la africana, a mi juicio bastante desconocidas en nuestros entornos cultuales, entra en diálogo con ellas, incorporar las experiencias de los sufrimientos sufrimiento y las luchas de liberación de dichas comunidades y sus principales categorías. Estoy seguro de que enriquecerán nuestros discursos teológicos con frecuencia eurocéntricos.  

 

Para el conocimiento de dichas teologías me permito remitir a mi libro Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed.), donde ofrezco un análisis de ambas teologías: contexto vital en que surgen, desafíos a los que pretenden responder, movimientos de liberación en los que se ubican, diálogo entre los textos de la cultura negra y los de la tradición judeo-cristiana y hermenéutica liberadora de unos y otros, que hacen de los textos fundantes y contribución al pensamiento teológico actual. 

 

Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones  “Ignacio Ellacuría”, en la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed.) y ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 4ª ed.).

 

 

Foto: https://www.nacion.com/el-mundo/organismos-internacionales/miles-protestan-en-estados-unidos-en-jornada/XDHDBH3QFZBFLDNZDC7EOHJNCI/story/

 

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