[Por: Pablo Richard]

Historia de Satanás (20, 1-3 y 20, 7-10)

En el libro del Apocalipsis tenemos una historia de Satanás, qué podemos reconstruir en seis etapas:

Primera: Satanás en el cielo. 

Segunda: Satanás es arrojado del cielo a la tierra. 

Tercera: Satanás en la tierra persigue directamente a la comunidad cristiana, pero no logra destruirla. 

Cuarta: Satanás es arrojado de la tierra al abismo, dónde queda encerrado por 1000 años.

Quinta: Después de los mil años, Satanás es soltado para seducir a las las naciones de toda la tierra y reunirlas para la guerra.

Sexta: Satanás es aniquilado.

Esta historia decadente de Satanás muestra el optimismo histórico del Apocalipsis.

El proyecto de Satanás está por detrás de la bestia, del falso profeta y de Babilonia (la Roma idolátrica y Criminal), y por detrás de todos los que optan por la bestia, son finalmente aniquilados. Es este aniquilamiento histórico y definitivo lo que hace que otro mundo sea posible: el Reino de Dios.

Interpretación del Reino de los mil años

Es la utopía de los que luchan contra la opresión y la idolatría y contra la opresión de los imperios y que buscan instaurar el Reino de Dios sobre la tierra. Es la esperanza de una comunidad que cree en un Dios que hace justicia ahora en la historia. Un Dios que destruye imperios y entrega el poder de hacer justicia al pueblo de los santos y de los mártires. Es también la utopía de los pobres y oprimidos que luchan por otro mundo  posible.

Un mundo nuevo

El mar no existe ya más.
La muerte no existirá ya más.
Llanto, clamor y dolor no existirán ya más.
Maldición no existirá ya más.
Noche no existirá ya más.

Todas las utopías del mundo tienen el mismo sentido. 

La ciudad santa. La nueva Jerusalén

Jerusalén es el símbolo o mito opuesto a Babilonia. 

Babilonia es prostituta como símbolo de la idolatría del dinero y que cabalga sobre la bestia. 

Los asesinos e idolatras son excluidos de Jerusalén.

Es muy significativo que el movimiento espacio-temporal del mito sea del cielo a la tierra, es un movimiento descendiente.

Llegamos así a la etapa final y trascendente de la historia cuando simbólicamente el cielo baja a la tierra, lo salvífico y liberador es descendente y termina en la tierra.

La nueva Jerusalén no tiene necesidad de sol ni de luna para que la ilumine, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordeo.

“Santuario no vi en ella, porque el señor Dios todo poderoso y el cordero es su santuario”. Tenemos aquí una fuerte ruptura con la tradición judía: una Jerusalén sin santuario. La Jerusalén es un símbolo que significa la nueva comunidad universal de Dios, el nuevo pueblo, la nueva sociedad, la nueva humanidad, el nuevo proyecto histórico creado por Dios en el cielo y tierra nuevos. La gloria de Dios llena totalmente este proyecto, Dios tiene su morada en la tierra. Dios es todo en todos en este nuevo pueblo de Dios. Aquí ya no hay necesidad ni santuario, ni de iglesia, ni de mediación alguna entre el Pueblo y Dios, Dios lo llena todo y todos ven directamente su rostro, el antiguo templo histórico de Jerusalén marcaba una serie de diferencias y separaciones: entre el templo mismo y la ciudad; entre el santo de los santos y los patios del templo que eran diferentes: uno para los sacerdotes, otro para Israel, otro para las mujeres y uno diferente para los paganos. Al no haber santuario en la nueva Jerusalén, todas estas distinciones y separaciones desaparecen. Desaparecen igualmente la distinción entre santo y profano, entre sacerdote y laico, entre cristiano y no cristiano. Ahora toda la ciudad es santa, todos son sacerdotes, todos ven a Dios y llevan su nombre en la frente.

En síntesis: hay una contradicción radical con la Jerusalén histórica. Es una Jerusalén sin santuario. La nueva Jerusalén baja del cielo a la tierra. Santuario no existe, ni mediación entre Pueblo y  Dios. Dios lo llena todo.

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