Martha Nussbaum: La monarquía del miedo

05 de Junio de 2020

[Por: Juan José Tamayo]




Pocos días antes de declararse la pandemia de la covid-19 compré el libro de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, Premio Príncipe de Asturias 2012 en Ciencias Sociales, La monarquía del miedo. Una mirada filosófica a la crisis política actual (Paidós, Barcelona, 2019). Ya había llegado el coronavirus a España, pero no imaginábamos lo que muy pronto advino: el confinamiento que cuando escribo este artículo llega ya al trigésimo tercer día y que es previsible se prolongue hasta avanzado el mes de junio. 

 

La adquisición del libro fue “providencial”, sin dar a este término ningún carácter religioso. Su lectura me viene acompañando y aligerando los largos meses de aislamiento, sobre todo, porque aunque sin referirse a la situación dramática que estamos viviendo y que, lógicamente, Martha no lo podía prever cuando lo escribió, resulta, o al menos a mí me está resultando, clarificador para entender las diferentes reacciones ante la covid19: ira, miedo, discursos políticos de odio, incremento de la violencia contra las mujeres, etc. 

 

Antes de entrar de lleno el tema, Nussbaum se pregunta en qué consiste la filosofía, por qué recurrir a la filosofía en tiempos de crisis y cómo puede ayudarnos. Su respuesta es que la filosofía no consiste en que una persona tenga un conocimiento más profundo de las cosas que el resto de la gente, ni en hacer asertos llenos de sabiduría, como tampoco pronunciar dictámenes de autoridad. 

 

La filosofía se caracteriza por llevar una “vida examinada”, el reconocimiento humilde de lo poco que conocemos y el compromiso con una argumentación sólida y sincera en actitud de escucha a las demás personas como participantes en el diálogo en pie de igualdad. La filosofía no trata, por tanto, de imponer, amenazar o ridiculizar. Lo que hace es invitar al diálogo, al respeto a la persona con quien dialoga y ser sensible a las críticas que puedan hacerse. 

 

Nussbaum entiende la filosofía como “una disciplina amable” y “una forma de amor”, que trata a las personas con cuidada atención y profundo respeto, no expulsa a nadie de la mesa de debate y propende a un cambio político no violento, que ejemplifica en la vida y la obra de Martin Luther King Jr. Vida y obra caracterizadas por el Amor, no entendido como un amor romántico, sino como “una combinación de buena voluntad, esperanza y respeto por la humanidad de los otros” (p. 38).  

 

Martha nos recuerda certeramente que el método socrático de filosofar es la mayéutica, que consiste en plantear preguntas a la gente para conseguir que la gente se implique en el debate, reflexione y aporte su respuesta. Con ese método Sócrates descubrió que todas las personas eran capaces de conocerse a sí mismas. Ahora bien, aun siendo esto verdad, no es menos cierto que la mayoría de la gente no se preocupa por cultivar esa capacidad y no piensa organizadamente. 

 

Otra característica del método filosófico de Sócrates era su relación con el autogobierno democrático donde se reconoce la importancia de la opinión de cada persona para mejorar la calidad de la deliberación pública. En el autogobierno, la función del pensamiento, según el filósofo griego, era la del tábano que se dedica a incordiar en el lomo de la democracia, comparada con un “caballo grande y noble pero un poco lento” al que aguijonear para despertarlo de su sopor. Muy certera imagen del papel de la filosofía en la democracia.

 

Este libro de Martha Nussbaum no se ocupa de las políticas públicas, sino que tiene como objetivo lograr un mejor entendimiento de algunas de las fuerzas que nos mueven y una mejor comprensión de la realidad. Uno de los temas en el que ha centrado su reflexión filosófica es la de la naturaleza de las emociones y su papel en la búsqueda de la “vida buena”. 

 

Destaca la importante función que tienen en cualquier sociedad política, ya que “pueden desestabilizar una comunidad y fragmentarla, o bien pueden ayudar a que cooperemos mejor y a que pongamos mayor ahínco en conseguir la justicia” (p. 36). Las emociones no están predeterminadas de manera innata, ni están establecidas de manera fija, sino que van moldeándose en los diferentes contextos y conforme a las distintas normas sociales. Lo que implica disponer de un amplio margen para moldear las emociones de nuestra cultura política, pero también investigar sobre su naturaleza. 

 

Una de las emociones más importantes es el miedo, que para Aristóteles era el dolor que produce la aparente presencia inminente de algo malo o negativo, y que va acompañado de una sensación de impotencia para combatirlo. El miedo nos domina desde la edad más temprana, influye en nuestro itinerario vital y “tiende con demasiada frecuencia a bloquear la deliberación racional, envenena la esperanza e impide la cooperación constructiva en pos de un futuro mejor” (p. 23). Nussbaum es consciente de que no podemos librarnos del miedo totalmente, pero, aun así y todo, lo que pretende con el libro es contenerlo y quitarle toxicidad. 

 

El odio racial, el miedo a las personas migrantes, el deseo de subyugación de las mujeres y la repulsión hacia las personas con otras capacidades no son algo natural e innato al ser humano, y por tanto inevitable, sino una construcción humana y lo mismo que la hemos construido podemos y debemos deconstruirla.  

 

Tres son las emociones que estudia, amén del miedo: la ira, el asco y la envidia a cual más desestabilizadoras del equilibrio personal y de las relaciones humanas, y cuyos efectos negativos se dejan sentir en la vida política democrática. Lo estamos comprobando en España durante estos tres meses de confinamiento por parte de la derecha y la extrema derecha que, lejos de colaborar en la lucha contra la covid-19, su objetivo es desestabilizar la vida política y, ¡misión imposible!, derrocar al gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. 

 

Entre las emociones negativas Nussbaum dedica una especial atención a las que se dirigen contra las mujeres en un coctel tóxico de sexismo y misoginia. El prejuicio antifeminista es dominante en la escena política a nivel internacional, pero de manera especial en los Estados Unidos con Trump. 

 

El origen de la hostilidad de las mujeres cuando intentan asumir funciones de liderazgo público tiene su origen en el miedo, que sigue tres caminos diferentes: el miedo-culpa, que consiste en afirmar que solo a los hombres les corresponde en exclusiva el liderazgo en el ámbito público; el miedo-asco provocado por la naturaleza fisiológica de las mujeres; el miedo-envidia, por el éxito y la mejor y más eficaz gestión en el ámbito académico, político, etc. 

 

Las tres dinámicas son complementarias, se refuerzan mutuamente, están  motivadas por la oposición a la plena igualdad de las mujeres en la vida pública y van acompañadas por tres relatos explicativos: el primero, las mujeres como “ayudantes” con la exigencia de que sirvan a los hombres sirvan fielmente y los apoyen sin pedir nada a cambio; el segundo, las mujeres como “encarnación del cuerpo físico”, caracterizadas “como seres más físicos, más corporales que los hombres”; el tercero, las mujeres doblemente competidoras: porque están entrando en todos los espacios reservados tradicionalmente a los hombres y por su buen hacer, incluso mejor que los hombres. 

  

Frente al coctel entre sexismo y misoginia, que inferioriza a las mujeres y las convierte en subalternas al servicio de los hombres, Nussbaum propone la necesidad de  crear estrategias para pasar de la “familia Miedo” “al trabajo cooperativo que abra la puerta a un futuro prometedor de convivencia” (p. 225). “Familia Miedo, que es el modelo que está reforzándose durante la pandemia en el confinamiento con el incremento del 44% de denuncias por violencia doméstica, al tener que convivir las mujeres encerradas las veinticuatro horas del día en casa con el maltratador. 

 

 

Imagen: https://beersandpolitics.com/la-monarquia-del-miedo 

 

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