Adolfo Nicolás: Diálogo interreligioso y compromiso con la justicia

29 de Mayo de 2020

[Por: Juan José Tamayo]




Recién cumplidos 84 años falleció en Tokio el 20 de mayo Adolfo Nicolás, que fue Superior General de la Compañía de Jesús de 2008 a 2016. Nació en Villamuriel de Cerrato, de la provincia de Palencia, e ingresó en los jesuitas en 1953. Con apenas 25 años llegó a Asia, donde ha vivido más de la mitad de su vida siguiendo un itinerario geocultural y religioso similar al del padre Pedro Arrupe, también Superior General, con quien coincidió en Tokio durante los primeros años de su presencia en aquella ciudad. Le tuvo como guía en el diálogo Oriente-Occidente, la actividad teológica, el trabajo misionero y el compromiso por la justicia y vivió con profundo dolor el irrespeto, la actitud inmisericorde y la falta de compasión de Juan Pablo II hacia Arrupe.

 

Nicolás hubiera sido un excelente sucesor de Arrupe al frente de los Jesuitas. Su nombre estuvo presente en la mente de muchos compañeros para dicha función, pero se optó por el holandés Peter-Hans Kolvenbach para recomponer las deterioradas relaciones con el Vaticano, tras la abrupta intervención de Juan Pablo en la vida y actividad de la Congregación en favor de los sectores más conservadores. La poca simpatía que generaba Nicolás en el Vaticano se confirmó con el veto de varios cardenales para el cargo de rector de la Universidad Gregoriana a propuesta de Kolvenbach.   

 

Adolfo Nicolás tenía una excelente formación interdisciplinar. Estudió filosofía en la Facultad de los Jesuitas de Alcalá de Henares y teología en la Universidad de Sofía de Tokio y en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se doctoró en 1971 con la tesis Teología del progreso bajo la dirección del teólogo jesuita español Juan Alfaro, asesor del concilio Vaticano II y uno de los teólogos “mayores”  que, junto con Karl Rahner, Yves Mª Congar, Edward Schillebeeckx, Chenu, contribuyó decisivamente a la reforma de la teología europea y fue el principal creador de la teología del progreso.   

 

La tesis fue publicada en 1972 por la editorial Sígueme con un prólogo de Alfaro, en el que destaca el estudio exhaustivo del tema, el rigor en el análisis, la serena objetividad, el sobrio equilibrio y el sentido crítico de la investigación. En la dedicatoria Nicolás expresa su agradecimiento a Alfaro por haber seguido paso a paso su desarrollo con una orientación iluminadora y una amabilidad pronta y generosa, y a  su colega y amigo Juan [Jon] Sobrino, “cuyo conocimiento de Karl Rahner me ha servido, en su momento, de inspiración y aclaración de pensamiento”

El libro me resultó especialmente iluminador en mis cursos de doctorado, durante la elaboración de mi tesis doctoral y en mis primeros años de docencia teológica. Siendo él Superior General de los Jesuitas en Roma logré que me lo dedicara y lo conservo como oro en paño. Esta fue su cariñosa dedicatoria: “Para Juan José Tamayo: Me hace mucha ilusión firmar este libro. He visto su nombre en muchas ocasiones y soy amigo del padre Masiá. Con una oración y mejores deseos. A. Nicolás”.

 

Desde entonces mantuvimos una buena relación. Él fue quien me facilitó la dirección postal de la Residencia Santa Marta, donde vive el Papa Francisco, para enviarle mis libros Fundamentalismos y diálogo de religiones (Trotta, Madrid, 2009, 2ª ed.) e Islam. Cultura, religión y política (Trotta, 2010, 3ª ed.), cuya respuesta de agradecimiento me llegó muy pronto del secretario particular del Papa, monseñor Fabián Pedacchio. También se los envié a él.

 

Nicolás y yo teníamos en común algunas afinidades geográficas y profesionales. Los dos somos palentinos con solo una distancia de apenas treinta kilómetros entre nuestros pueblos, que pertenecen a zonas diferentes de la provincia: el mío, Amusco, a Tierra de Campos; el de Nicolás, Villamuriel, al Cerrato. Los dos estudiamos teología en universidades de la Compañía de Jesús: él, en la Gregoriana de Roma; yo, en Comillas con sede en Madrid. El mismo año que Nicolás defendía su tesis doctoral en la Gregoriana, 1971, conseguía yo la licenciatura en Comillas. Un año después, mientras yo hacía los cursos de doctorado, Adolfo publicaba  su tesis doctoral en la colección “Verdad e Imagen” de Ediciones Sígueme con el sugerente título Teología del progreso. Génesis y desarrollo en los teólogos católicos contemporáneos

 

Cuando fue elegido Superior General, me pidieron un artículo y lo primero que hice fue ir a mi biblioteca, donde enseguida encontré el libro, a decir verdad, muy deteriorado: la portada, rota; el lomo, despegado; el canto, manoseado; todo él subrayado en azul y verde; con muchas páginas dobladas por los bordes de arriba y de abajo. Es la mejor prueba de que no fue un libro de lectura rápida, sino una obra de estudio y consulta que me sirvió de referente en mis primeros pasos por la senda de la teología. Todavía están visibles el precio escrito a lápiz en la parte superior derecha de la primera página: 260 pesetas y la fecha de la compra: 26 de noviembre de 1972, inmediatamente después de ser editado. Recuerdo que lo compré en la librería religiosa que tenía la editorial Studium en la calle de San Francisco el Grande, en frente del arzobispado de Madrid. 

 

Teología del progreso analiza las tendencias más creativas de la teología católica de los veinticinco años después de la Segunda Guerra Mundial, que supusieron un cambio de paradigma en la manera de hacer teología, “una teología en proceso de formación" –dice Nicolás- como respuesta a los desafíos de ese momento histórico: teología de la historia, de las realidades terrenas, del trabajo, del progreso, teología política y sus implicaciones en la antropología, la cristología, la eclesiología, la escatología y la hermenéutica.        

 

Terminada la tesis doctoral en Roma volvió a Asia en 1971 y vivió allí hasta 2008. Tres fueron las principales actividades que desarrolló con la profundidad y la actitud de servicio que le caracterizaban: la docencia de la teología  en la Universidad de Sofía de Tokio conforme a la plural realidad religiosa, cultural y antropológica asiática, bien diferente a la occidental; las funciones directivas y de coordinación primero como Provincial de los Jesuitas de Japón y después como Presidente de la Conferencia de Provinciales de Asia y Oceanía; el trabajo solidario con personas inmigrantes de Filipinas y otros países asiáticos residentes en Tokio. 

 

En 2008 fue elegido Superior General de la Compañía de Jesús, cargo que ejerció hasta 2016, en que presentó su dimisión y fue elegido sucesor el venezolano Arturo Sosa. En la homilía pronunciada tras su elección ante los representantes de los jesuitas de todo el mundo allí reunidos expuso su programa de gobierno, centrado en la opción por las personas, los sectores y las naciones más vulnerables de la humanidad:     

 

“Aquí estamos todas las naciones geográficas, pero quizá existen otras naciones no geográficas, sino humanas que reclaman nuestra existencia: los pobres, los marginados, los excluidos. En este mundo globalizado aumenta el número de los que son excluidos por todos. De los que son disminuidos, porque en la sociedad solo tienen cabida los grandes, no los pequeños. Todos los desaventajados, los manipulados son quizá para nosotros estas ‘naciones”. 

 

La diversidad cultural, religiosa, espiritual y étnica y su profundo conocimiento de las religiones orientales, especialmente del budismo y del sintoísmo, le llevaron a transitar por la senda del diálogo inter-cultural, inter-religioso, inter-espiritual e inter-étnico. Ese creía ser el mejor camino para construir la paz y practicar la justicia, ambas inseparables, que siempre promovió tanto en la Compañía de Jesús como en la Iglesia. Precisamente entendía la teología como el diálogo en la búsqueda común de la verdad. Esa fue sin duda su pasión y una de sus principales aportaciones a las religiones, al cristianismo y a la sociedad.

 

Su estilo de vida se caracterizó por la sencillez, su talante personal por la apertura a nuevos horizontes, su trato con la gente por la cercanía y el sentido del humor, su experiencia religiosa por la humildad, su pensamiento por la profundidad y su estar en la Iglesia por la fidelidad creadora al Concilio Vaticano II. Su mente abierta le ayudó a asumir las culturas y espiritualidades orientales como parte de su identidad o mejor de su inter-identidad. Su dirección de la Compañía de Jesús se caracterizó por la transparencia como actitud responsable para el bien de los demás. 

 

Él mismo se definía como una “persona libre, alegre y feliz”, “un ser en constante cambio, en proceso y espero seguir aprendiendo y creciendo, que vivía “desde el desprendimiento” y cuyas crisis las interpretó como grandes oportunidades para crecer en libertad. 

 

 

Imagen: http://jesuitasaru.org/fallece-el-p-adolfo-nicolas-superior-general-de-los-jesuitas-entre-2008-y-2016/ 

 

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