Mirando al fondo de la olla popular

25 de Mayo de 2020

[Por: Margot Bremer, rscj]




El otro día, en un  encuentro latinoamericano de Zoom, los presentes compartían que en todos los países su  pueblo había organizado  ollas populares para sanar el hambre que había surgido durante la cuarentena.  Frente a su amenazante crecimiento  la mayoría de los gobiernos no demuestra una especial preocupación, sea por falta de organización eficaz, sea por indiferencia, sea por falta de honestidad o de buena voluntad. 

 

También en nuestro Paraguay encontramos doce Departamentos con unas 40.950 personas  que tienen que alimentarse de las ollas populares (hoy en 46 barrios y asentamientos urbanos), ya que a la mayoría de ellos la ayuda del estado le llega nada más que de promesas o de manera muy lenta con proyectos de implementación como  Ñangareko y Potyvo,  pero eso no alimenta ni siquiera la esperanza.   

 

En esta situación, “la olla popular es el programa más efectivo organizado y solidario de la pandemia del coronavirus”, dice la socióloga Mary Lezcano. Estas iniciativas comunitarias brotan de un profundo sentimiento de solidaridad, especialmente de las mujeres  de barrios, el alma de las organizaciones populares, las que saben de experiencia que el hambre duele. El hambre es una enfermedad que pueda ser tan letal como el coronavirus. Estas mujeres, experimentadas, luchadoras de resistencia,  movilizan  a sus vecinas, compañeras, amigas y jóvenes voluntarios a detectar y apuntar a los más necesitados y organizar con ellos la cocina en cooperación activa y a recolectar  y administrar los aportes diarios de víveres desde diferentes fuentes. Su testimonio de esta admirable solidaridad  con sus compueblanos es más contagiosa que el coronavirus, al atraer con su ejemplo cada vez a más voluntarias/os en ayuda laboral y material. En esta colaboración mutua nace con suerte a veces la conciencia de ser pueblo, un pueblo unido desde una autogestión. Reflorecen aquellos  valores humanos que parecían enterrados por la amargura de la marginación y negación de sus derechos más fundamentales de vida. 

 

La exitosa experiencia de esta iniciativa de ayudarse a sí mismo  levanta su autoestima de ser pueblo. Comienza a crecer cierto orgullo de pertenecer a un grupo con el que PODEMOS, que corre por las casas, contagia a la vecindad y se hace escuchar a veces por los medios. La iniciativa popular de las ollas, demuestra las prioridades de vida del pueblo, lo que los gobiernos no parecen tener tan claro. En esta situación crítica de pandemia el Covid-19 puede dar tanta muerte como el hambre, quizás más lenta y menos desapercibida. Coronavirus y hambre son enfermedades. ¿Cómo se curan: con  negociaciones financieras interesadas o con solidaridad humana desinteresada? 

 

¿Cómo reacciona el “Dios humanizado” frente a los enfermos de hambre?

 

Jesús se manifiesta visible y tocable como un “Dios humanizado” (José  María Castillo).  Él se hizo cuerpo con su pueblo al que amaba y vio que estaba enfermo. Como “Hijo del Hombre” le  preocupaba, inquietaba y conmovía esta insalubridad  del pueblo. Quiso ayudarle que se sane para tener “plenitud de vida”  (Jn 10,10). Por eso, siempre cuando devolvía la salud a un enfermo, le daba el protagonismo, reconociendo “tu fe te ha  curado” (cf. Mc 5,34; 10,52). Más de 67 veces los evangelios hablan de  las sanaciones de Jesús. Aun sabiendo que los enfermos esperaban milagros de él, él no les hizo caso sino  les llevaba por otros caminos a su salud. Intentaba despertar en los mismos enfermos su capacidad y sus propios valores con los que podían recuperar la salud. 

 

Nuestra situación de la pandemia nos ofrece hoy una relectura de la así llamada “multiplicación de los panes” en Mc 6, 35-44. El texto relata que Jesús saciaba el hambre a cinco mil personas en una tardecita, con cinco panes y dos pescados. ¿Cómo lo hizo si fuera un “milagro”?  Jesús veía y sentía el sufrimiento de impotencia de su pueblo viviendo en  una situación de “ovejas sin pastores”. Este hecho le despertó la compasión. Había intentado en muchos lugares con su enseñanza, a desarrollar en su gente que ellos mismos solucionaran sus problemas los que a sus “pastores” no les interesaban. Jesús sabía y sentía que su pueblo tenía estos valores que los “pastores” no tenían ni reconocían: solidaridad, sentido de cooperación, ayuda mutua, conciencia de igualdad y dignidad, etc. Jesús apuntaba a esta fuerza de los pequeños. Él se manifestó como un ”Dios humanizante” en aquel momento cuando daba prioridad al testimonio de solidaridad de un niño cuyo nombre no se menciona. Éste entregó “con manos abiertas” (jopoi) todo lo que tenía: cinco panes y dos peces. Parece que este gesto contagiaba a la muchedumbre reavivando en los presentes el germen de la solidaridad humana, valor poderoso del pueblo que estaba dormido.

 

Jesús supo volver a despertar a su pueblo con este gesto solidario que ayudó a la gente organizarse en grupos o comunidades para compartir y comer todos juntos. Antes de repartir el pequeño aporte del niño, Jesús lo bendijo. Suponemos que aquella bendición iba a dar a su pueblo la posibilidad, el don de nacer  de nuevo, ya no como pueblo de Israel, más  como principio de  una humanidad nueva. Bendecía a este germen de solidaridad  que el niñito había sembrado y que iba a esparcir vida nueva a toda la muchedumbre. A Jesús le había motivado la compasión con su pueblo, que, entre otros, estaba enfermo de hambre y de ausencia de “pastores” (Mc 6, 34). Por esa razón, él evocó en la muchedumbre la solidaridad adormecida lo que podría dar a este relato también el título de “multiplicación de la solidaridad”. Estos valores del pueblo, sumamente humanizantes, son los mismos que ha demostrado el “Dios humanizado”. Solidaridad y generosidad son también valores divinos.

 

La bendición incluyó a la vez la organización como parte de la práctica solidaria. El número de los grupos de 50 o 100 personas hace referencia a la organización de las comunidades en tiempos de fundación, basada en las opciones por igualdad, solidaridad y familiaridad. Otra referencia de los orígenes del pueblo para volver a una refundación, es  el número doce de las cestas (cf. Mc 6,42) en las que fueron recogido  las sobra (cf. Confederación de las doce tribus). La abundancia de estas sobras es señal de vida plena. Con este lenguaje de números simbólicos, el evangelista apunta a la construcción de un  pueblo nuevo y soberano como al principio de su historia. Será posible si vuelve a basarse en la práctica de la solidaridad. Implica cierta generosidad y el riesgo que ilustra aquel niño que daba lo poco que tenía frente a una inmensa muchedumbre. Jesús supo despertar ese poder popular para cambiar una coexistencia pasiva en una convivencia de cooperación mutua, interacción e interdependencia mediante solidaridad. Hoy, las ollas populares son un comienzo bien visible de que es posible.

 

Proyección desde nuestras Raíces hacia el Futuro

 

Reconocemos que las raíces de la población de este Continente son los pueblos indígenas. Desde milenios habitaban estas tierras en convivencia armónica con la naturaleza. De ella aprendieron el respeto y la sacralidad de la vida que les daba a sus mujeres la misión  de ser cuidadoras y alimentadoras de vida. Al hacer memoria de estas raíces profundas, nos acordamos del mito apapokuva-guaraní sobre la creación, que relata de que Nuestro Gran Padre Ñanderuvusu junto con otro, Mbaékuaa, destapan una olla y, al mirar al fondo, encuentran allí a nuestra madre Ñandesy. En ella  está el origen del pueblo guaraní; ella es generadora, mantenedora y cuidadora de  la vida de su futuro pueblo.

 

Este pasado de nuestra tierra nos ofrece un llamado para salir de la crisis actual del virus hacia la construcción de un nuevo Paraguay. Descubrir y valorar la sabiduría indígena nacida en estas tierras, nos facilitaría salir de nuestro modelo actual de vida. Esta sabiduría ha sido acrisolada en las múltiples crisis de resistencia de más de 500 años contra otro sistema de vida. Sabemos que el fundamento de su convivencia ha sido un modo de ser y de vivir siempre con las manos unidas (potyvo) y consecuentemente siempre abiertas (jopoi), que posibilita la reciprocidad. Ésta renueva diariamente el sentirse comunidad con un estilo igualitario, solidario y sobrio. Tales valores nos evocan un parecido con el ambiente que están creando las mujeres y comunidades de las ollas populares en nuestros barrios. En el fondo, solidaridad es esencial a ser humano, pero por “dureza de corazón” pocos la practican. Con razón, los abandonados y excluidos lo reclaman con marchas y pinturas en nuestras calles. 

 

El actual  resurgimiento de las ollas populares en nuestro país y otros, señala que los necesitados son capaces de unirse y organizarse para solucionar sus problemas propios y de otros, problemas de vida o muerte. Las ollas populares son una muestra que el pueblo puede ayudar al pueblo. 

 

Y las mujeres, tomando tal iniciativa creativa de las ollas populares, representan a un pueblo en busca de su auto-gestión. Esta organización de ellas ha demostrado que el pueblo no es una masa amorfa. Espontáneamente las mujeres saben auto-convocarse y  organizarse en ciertos momentos de crisis como desalojos, inundaciones y otras catástrofes,  como también para fiestas, trabajos comunes (potyvo), resistencias comunitaria, siempre con las manos abiertas unos para otros (jopoi). Consciente o inconscientemente revivir esta rica herencia del pasado en otros tiempos y otras circunstancias,, suele permitirles estar más unidas en un gran sentimiento de pertenencia. 

 

Mirando el “fondo de la olla”, descubrimos que el ser humano vive su identidad y su dignidad humana plenamente practicando la solidaridad. La olla del pueblo siempre tiene sabor y olor a este profundo valor humano. 

 

Las mujeres que cocinan con estas ollas, saben que no solamente están paliando el hambre de su pueblo, sino también el hambre de justicia y solidaridad. 

 

A pesar de todo el cansancio de lucha y trabajo, y a pesar de tantas manos aún separadas y cerradas, esperamos que no sea imposible que nos unamos como pueblo a estas mujeres con su solidaridad, organización, su generosidad  y su creatividad,  para reconstruir juntos “otro mundo posible”. 

 

 

Imagen: https://www.abc.com.py/edicion-impresa/locales/2020/04/06/hubo-olla-popular-en-los-banados-y-en-asentamientos/ 

 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.