07 de Mayo de 2020
[Por: Juan José Tamayo]
Tras los análisis anteriores sobre la compasión como principio, actitud y virtud a recuperar en el espacio público, propongo a continuación el siguiente dodecálogo.
1.No hay compasión sin reconocimiento de la dignidad de los seres humanos y de los derechos que de ella emanan. La compasión debe traducirse en indignación por la negación de la dignidad de las personas más vulnerables, de las clases sociales explotadas, de los grupos humanos discriminados y de los pueblos oprimidos, y en defensa de la dignidad de quienes han sido privados de ella violentamente, hasta perder la vida, que constituye el grado más indigno de la privación de la dignidad.
No valen, por tanto, proclamas grandilocuentes de la dignidad, ni declaraciones altisonantes de defensa de los derechos humanos a priori, si antes no se lucha por que la gente más vulnerable disfrute de una vida digna, realmente eco-humana, ni a posteriori si no se rehabilita a las víctimas a quienes se robó y se sigue robando la dignidad. Las víctimas: este es el lugar desde donde hay que defender la dignidad y los derechos humanos, el criterio de autoridad de los discursos sobre la compasión y la verificación de la puesta en práctica de esta virtud.
2. No hay compasión sin igualdad y justicia de género. La compasión implica luchar contra las desigualdades de género, etnia, cultura, religión, clase social y contra las discriminaciones por mor de las identidades sexuales no reconocidas socialmente, y trabajar por la construcción de una sociedad igualitaria, no clónica, de hombres y mujeres. Pero, ¡cuidado! sociedad igualitaria no conforme a las conductas patriarcales, sino buscando otros modos alternativos de identidades plurales.
En lo referente a la igualdad de género, la compasión requiere primero reconocer una invariante en la historia y abrir los ojos a la realidad actual: las mujeres son humilladas, sexualizadas, explotadas, maltratadas, violadas, vejadas, agredidas, asesinadas, esclavizadas, olvidadas, negadas en su dignidad, inferiorizadas, subalternizadas, abusadas, estigmatizadas, convertidas en objeto de usar y tirar, víctimas sometidas a la dictadura impuesta por la masculinidad hegemónica y, en las religiones, por la masculinidad sagrada.
Es necesario reconocer también la complicidad de las religiones en las discriminaciones de todo tipo contra las mujeres, desde sus relatos inequitativos de la creación y los estereotipos emanados de estos, pasando por su exclusión del acceso directo a lo sagrado, de los ámbitos de responsabilidad donde se toman las decisiones, hasta su negación como sujetos morales, religiosos y teológicos. Precisamente por esa exclusión la organización de las religiones deviene patriarcal, sus discursos androcéntricos, sus prácticas misóginas y su moral represiva.
Tras este reconocimiento, que sería la verdad de hecho, tiene que venir el juicio moral de denuncia, protesta y condena. Y tras el reconocimiento de la verdad de hecho y el juicio moral, la necesidad de subvertir el orden patriarcal desde sus cimientos, negar la moral de esclavas que imponen las religiones a las mujeres, resistir frente a los micro- y macro-machismos los neo- y los pos-feminismos, conspirar contra la masculinidad como único referente de lo humano y a favor de la fraternidad-sororidad.
3. No hay compasión sin la inserción del ser humano en la naturaleza, el reconocimiento de nuestra eco-dependencia y el cuidado de la tierra. Los seres humanos dependemos de los bienes de la naturaleza y nuestra vida se sustenta sobre la biodiversidad. En legítima correspondencia y justicia ecológica, estamos impelidos a “cuidar la comunidad de vida con entendimiento, compasión y amor” (Carta de la Tierra). Es necesario tener compasión con la naturaleza para combatir el sufrimiento eco-humano: el grito de los pueblos oprimidos y el grito de la tierra son inseparables y todavía no se han acallado porque continua el maltrato de los ecocidas y fraterno-sororicidas con métodos a cuál más destructivos de la naturaleza y de los ecosistemas.
- Los seres humanos y la naturaleza formamos un continuum; somos parte de la naturaleza; somos naturaleza consciente, pero sin que la consciencia nos convierta en seres superiores y se torne en instrumento de depredación de la naturaleza.
- “El modelo occidental –afirma Yayo Herrero- se ha construido sobre el dominio del Hombre sobre la naturaleza y del Hombre sobre las mujeres y “legitima la cultura del dominio violenta sobre la naturaleza y los cuerpos”. Las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza no pueden ser de sujeto dominador a objeto dominido, sino de sujeto a sujeto.
- Deben reconocerse la dignidad y los derechos de la naturaleza, respetar a la Madre Tierra: es una de las manifestaciones de la compasión, que bien puede calificarse de “compasión ecológica”.
Ejemplos de prácticas compasivas con la naturaleza son los pueblos originarios, los movimientos ecologistas y, dentro de dichos movimientos, personalidades como Wangari Mathai, activista política y ecologista keniana, Vandana Shiva, ecofeminista india, Chico Mendes, sindicalista y activista ambiental brasileño asesinado por su compromiso en la defensa de la tierra, Berta Cáceres, ecologista hondureña, asesinada por haber denunciado la explotación de la tierra por lo megaproyectos de las empresas multinacionales.
Muchas personas ecologistas han pagado su práctica compasiva con la vida y se han convertido en “mártires” por mor de la defensa de la dignidad y los derechos de la Tierra. Los pueblos originarios, que son los primeros ecologistas, sufren a diario el martirio provocado por los megaproyectos que destruyen sus bosques, emponzoñan el agua, contaminan el aire, les niegan la soberanía alimentaria, les expropian y expulsan de sus territorios. Y todo ello lo justifican la ecocidas apelando a la ley del progreso que se consigue a través del modelo científico técnico explotador de la modernidad. Los pueblos originarios son las primeras víctimas de dicho modelo de desarrollo y las que más lo sufren en vida hermanada con la madre Terra.
4. No hay compasión sin defensa de los derechos humanos, pero: no en abstracto, declarativamente o con un discurso falsamente universalista; no solo los derechos individuales, que el neoliberalismo reduce a uno solo: el derecho de propiedad, sino los derechos sociales, ecológicos, emergentes, los derechos de los pueblos, los derechos de las personas a quienes se les niega, etc.
5. No hay compasión sin hospitalidad, alteridad, projimidad, con las personas refugiadas, desplazadas, migrantes que huyen de la guerra y de la pobreza y buscan condiciones de vida digna.
6. No hay compasión sin fomento de los valores comunitarios. Por eso la compasión debe ser la alternativa al individualismo, la endogamia, el corporativismo, y traducirse en solidaridad, fraternidad-sororidad, com-partir, convivir.
7. La práctica de la compasión lleva a “destronarnos del centro de nuestro mundo” y colocar el cosmos y la vida en el centro. En la encíclica Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común Francisco hace una crítica severa del antropocentrismo moderno y de la equivocada interpretación antropocéntrica del relato de la Creación del Génesis.
8. No hay compasión sin reconocimiento del pluriverso cultural, étnico, religioso y de la biodiversidad. La compasión debe llevar al diálogo entre las diferentes tradiciones culturales, religiosas, étnicas, filosóficas, espirituales y morales. Ninguna religión tiene el monopolio de la salvación. Ninguna cultura tiene la interpretación exclusiva de la realidad. Ninguna filosofía tiene el monopolio de la verdad. Ninguna cosmovisión tiene el conocimiento completo del cosmos. Coincido con Raimon Panikkar en que “sin diálogo el ser humano se asfixia, las religiones se anquilosan y el mundo se colapsa”.
9. No hay compasión sin una espiritualidad liberadora. La espiritualidad es una de las dimensiones fundamentales del ser humano, que constituye el alimento de la compasión; una espiritualidad que nos libere del miedo, del odio, del egoísmo, de la prepotencia.
10. No hay compasión sin práctica de la justicia a través de la participación en los movimientos sociales que luchan por otro mundo posible, más eco-humano, justo, igualitario y respetuoso de las diferencias. “El siglo XXI –afirma Adela Cortina- es (yo diría mejor, tiene que ser) el siglo de la justicia y de la compasión, el siglo que tiene que acabar con la aporofobia (=rechazo al pobre)”. Ejemplo de síntesis armónica entre justicia y compasión es la filósofa francesa Simone Weil (1909-1943), que vincula la mística con la exigencia de justicia y yo defino como “intelectual compasiva”.
11. No es posible la compasión sin el reconocimiento de nuestros límites, de nuestra vulnerabilidad y fragilidad, de nuestra incertidumbre radical e indefensión, de nuestros miedos y, en definitiva de nuestra mortalidad, situaciones y forma de estas en el mundo elementos inherentes a la condición humana. ¡No somos dioses! ¡Tampoco héroes! ¡Ni villanos!
12. La compasión implica ser sensibles al sufrimiento de las personas dolientes, aliviarlo y luchar contra las causas.
Termino con la referencia a tres grandes figuras que tuvieron la compasión como principio ético, como referencia fundamental de su vida, su mensaje y su práctica, coinciden en la necesidad de aliviar el sufrimiento eco-humano y de luchar contra sus causantes. Epicuro, Jesús de Nazaret y Marcuse coinciden en que la compasión es principio de humanidad, y su práctica constituye una exigencia fundamental del ser humano.
Termino con la apelación a la compasión que Herbert Marcuse (1898-19780) hizo a Jürgen Habermas (1929) poco antes de morir. Ambos filósofos de la Escuela de Frankfurt se preguntaban en sus frecuentes encuentros cómo explicar la base normativa de la teoría crítica. Lo recuerda Adela Cortina. Marcuse solo respondió a esa pregunta dos días antes de morir, estando en el hospital acompañado por Habermas:
- “¿Sabes? –le dijo-. Ahora ya sé en qué se fundan nuestros juicios de valor más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros” Marcuse dixit.
Imagen: http://www.genuirestaurante.com/genui_blog/museo-guayasamin-ciudad-de-quito-ecuador/
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