01 de Mayo de 2020
[Por: Juan José Tamayo]
En el primer artículo dedicado a la compasión hice una descripción de las principales brechas que generan mayor injusticia y la desigualdad a nivel local y global en el mundo actual. En el segundo mostré cómo la pandemia no afecta a todas las personas, grupos humanos y clases sociales por igual y me referí a los que les afectaba de manera más agresiva y violenta. En este hablaré de la necesidad de historificar la compasión y traducirla social y políticamente para que no se quede en un sentimiento vaporoso de pena o lamento ineficaz.
La compasión no puede solo quedarse en el terreno individual, personal, no siquiera en el interpersonal e intersubjetivo; debe historificarse, contextualizarse en cada momento histórico y responder a las situaciones cambiantes de la injusticia y del sufrimiento eco-humano, a los desafíos que plantea la realidad en cada época de la historia y en cada encrucijada de la vida.
Ellacuría elaboró el método de historización de los conceptos teológicos y filosóficos, que debe aplicarse también a la compasión para que no se quede en una actitud de pena y lamento. He aquí algunos de los fenómenos que caracterizan el contexto en que ha de historificarse y practicarse la compasión a través de la lucha contra:
- el colonialismo, el neocolonialismo.
- el imperialismo y el supremacismo, que mantienen a los pueblos del Sur global en situaciones de dependencia a todos los niveles: cultural, económico, político, etc.
- el modelo económico capitalista basado en la ideología neoliberal, que fomenta la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, crea una sima cada vez mayor entre ricos y pobres, excluye a 2/3 partes de la humanidad del bienestar y se muestra insensible al sufrimiento de la naturaleza y de las mayorías populares;
- el patriarcado político y social, que limita los derechos de las mujeres, y el patriarcado religioso, que no las reconoce como sujetos; el patriarcado recurre sistemáticamente a la violencia contra las mujeres en sus múltiples manifestaciones: simbólica, física, sexual, laboral, doméstica, religiosa, laboral, familiar, siendo sus formas más extremas la trata de personas, la prostitución y los feminicidios, que se producen por odio a la vida de las mujeres;
- la depredación de la naturaleza por mor del modelo de desarrollo científico técnico de la Modernidad, que convierte a la naturaleza en bien sin dueño y en objeto de uso y abuso en beneficio de los eco-cidas;
- la corrupción instalada en la cúpula de las instituciones, de los gobiernos, de los Estados;
- el racismo y la xenofobia;
- las personas y colectivos desplazados, inmigrantes y refugiados que claman justicia, acogida y hospitalidad y lo que encuentran es rechazo, insolidaridad, sobre todo por ser pobres;
- el fundamentalismo en sus diferentes campos y manifestaciones: religioso, político, económico, cultural, científico, etc.;
- el terrorismo por motivos religiosos, que mata en nombre de Dios;
- la violencia del sistema, que Ellacuría llamaba “violencia primera, originaria”;
- el epistemicidio: destrucción de los conocimientos y saberes de los pueblos originarios.
Manifestaciones de compasión en tiempos de pandemia
La crisis sanitaria provocada por el coronavirus está desembocando en una crisis económica y social, que requiere manifestaciones concretas de compasión. Sin ser exhaustivo, propongo algunas en las que coinciden los diferentes colectivos sociales, abiertas a las sugerencias y aportaciones de las lectoras y lectores de este artículo:
- Crítica del modelo neoliberal, que, según el papa Francisco, promueve “una economía de la exclusión y la inequidad”, considera al ser humano como un bien de consumo de usar y tirar, practica la cultura del “descarte” y convierte a las personas excluidas en “desechos y sobrantes”.
- Legalización de las personas migrantes sin papeles, que en este momento son las que, por su situación de precariedad, corren más riesgos de contagio, reconocerles los derechos civiles, políticos, educativos, sanitarios, sociales y culturales sin discriminación de ningún tipo.
- Creación sin demora del salario vital con carácter permanente. El Papa Francisco ha defendido en la Carta dirigida a los Movimientos Sociales “un salario universal para las personas trabajadoras informales, independientes o de la economía popular”, que “no tienen un salario estable para resistir en este momento que las cuarentenas se les hacen insoportables”. Sin embargo, la Conferencia Episcopal Española, en la persona de su Secretario General, Luis Argüello, ha rechazado expresamente que el salario vital sea permanente, situándose en contra del Papa Francisco y de Caritas y provocando un rechazo generalizado por su insolidaridad con los sectores más vulnerables.
- Solidaridad interregional entre las diferentes comunidades autónomas de nuestro país y entre los países que forman la Unión Europea para que el nombre de “Unión” no se quede solo en una palabra vacía de contenido, sino que se convierta en realidad y se traduzca en apoyo a los países que están sufriendo de manera más aguda la pandemia y cuyas consecuencias están siendo dramática y más que lo serán cuando salgamos de ella.
- Máxima protección de todas las personas que trabajan en residencias de personas mayores y centros sanitarios, que son ejemplo de entrega y dedicación incondicionales en situaciones de peligro para su salud y su vida.
- Respuesta rápida y eficaz de los gobiernos y refuerzo de las medidas de prevención, protección y reparación de las mujeres ante el incremento de las denuncias de violencia de género durante el confinamiento doméstico, que pone todavía más en riesgo su integridad física y psíquica y su vida, así como las de sus hijos e hijas.
- Protección especial de las personas con problemas psicológicos y psiquiátricos (depresión, angustia, culpabilidad, demencias…)
- Contención en el consumo, austeridad solidaria y compartida para que todas las personas tengan cubiertas las necesidades básicas y vivan con dignidad.
- Solidaridad con el dolor de las víctimas y acompañamiento a las familias que han perdido a sus seres queridos.
- Intensificación de los lazos de convivencia y solidaridad vecinales, con atención a las personas más vulnerables por edad, enfermedad, discapacidad, soledad, indigencia, etc.
- Colaboración y difusión de cuantas iniciativas culturales y sociales contribuyan al bienestar de la ciudadanía en estos días de aislamiento.
Por parte de las religiones:
-Poner todos sus recursos institucionales y personales al servicio de la ciudadanía: locales, centros sanitarios, profesionales, medios económicos: es el mejor ejemplo del compartir que pueden ofrecer.
- Convertir los espacios religiosos en “hospitales de campaña” al servicio de las personas contagiadas y de las personas profesionales de la salud.
- Huir de los mensajes fatalistas y de las interpretaciones que presentan la pandemia como “castigo divino”, transmitir esperanza, generar confianza y acompañar a las familias en el dolor por la pérdida de los seres queridos de quienes no pueden despedirse por las medidas de confinamiento.
- Practicar el cuidado con las personas, los colectivos y las clases sociales más vulnerables, valor y virtud comunes a las diferentes éticas, religiosas y laicas.
- Cumplir de manera estricta las normas de confinamiento dando ejemplo de civismo, renunciando a la celebración de actividades religiosas con asistencia de público y priorizando las prácticas de fraternidad-sororidad presentes en todas las religiones.
Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría, de la Carlos III de Madrid
Imagen: https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2020-03/covid-19-coronavirus-somos-guardian-de-los-otros.html
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