Recordando el martirio de Monseñor Gerardi en los tiempos del Coronavirus

25 de Abril de 2020

[Movimiento Monseñor Gerardi]




Este aniversario del martirio de Monseñor Gerardi nos sorprende en plena crisis mundial por el Coronavirus. Ya han pasado 22 años desde aquel domingo 26 de abril de 1998 cuando los asesinos le destrozaron la cabeza y le infligieron una muerte como la de Jesús de Nazaret: ambos fueron eliminados por su amor a los demás, y especialmente a la gente más pobre. Por eso, nuestra reflexión en la que queremos recordar a nuestro obispo mártir no puede sino partir de quienes hoy son los últimos: por ejemplo, en Guatemala, los más de tres millones de hermanas y hermanos que no tienen acceso a un servicio social tan elemental como es el de disponer de agua entubada. Estas familias no tienen cómo practicar una de las medidas más recomendadas a diario en los medios de comunicación, para evitar el contagio del virus, letal para un alto porcentaje de sus víctimas: lavarse las manos con abundante agua y jabón, repetidas veces en el curso de cada día. También tenemos presentes a las familias que se van a quedar sin ningún ingreso a causa de la crisis por la que atravesamos. 

 

La pandemia 

 

Desde que vivimos en un mundo globalizado, el COVID-19 es probablemente el fenómeno más globalizado de todos y el más globalmente “cubierto” por los medios de comunicación. Intentaremos aplicar algunos de los criterios que recogemos del legado de Monseñor Gerardi para entender el momento doloroso y difícil por el que pasamos la mayoría de los países en este momento, debido a la pandemia. Un primer criterio es la verdad, la pasión de Gerardi por conocer la verdad. Es necesario conocer la verdad de una situación, como la que se vivía en la postguerra, es decir, después de la firma de los Acuerdos de paz, en los últimos días de diciembre de 1996. Aunque para los responsables de la violación de los derechos humanos era una verdad dura de aceptar, porque los podría llevar a juicio y condena, era necesario que toda Guatemala conociera la verdad histórica, para evitar que se repitieran las masacres, torturas y desapariciones forzosas que habían destrozado a tantas familias y comunidades durante el conflicto armado. Un segundo criterio es el punto de vista que se adopta para conocer la verdad. Se puede ver la realidad social desde arriba, desde el punto de vista de los poderosos económica, política y militarmente. Pero se la puede ver también desde abajo, desde el punto de vista de las víctimas y de la gente pobre y humillada. 

 

Monseñor Gerardi abordó el tema de la verdad histórica desde el punto de vista que hubiera adoptado Jesús de Nazaret: el de la gente pobre en Galilea, la gente que sufría la opresión de los romanos imperialistas, invasores de Israel, y de los judíos poderosos, dueños de tierras y representantes de la clase política, que colaboraron con el Imperio para asegurarse una buena tajada de las riquezas. Así también Gerardi estaba en Guatemala con los y las de abajo. Para colocarse en el punto de vista de los pobres, uno tiene que mirarlos con compasión e indignación, con la mirada del samaritano en la conocida parábola de Jesús (Lc 10,25-37). Si uno no se conmueve, pasa de largo con indiferencia, como el sacerdote y el levita. 

 

Ahora que la mayor parte de la ciudadanía nos encontramos en casa, en el “cierre de emergencia” recomendado por el Gobierno, los medios de comunicación social nos informan acerca del contagio por el Coronavirus, no solo en Guatemala sino también en los demás países afectados del mundo. En esteflagelo del nuevo virus hay también una verdad que muchos seres humanos no quieren reconocer, porque es una de las verdades difíciles de tragar, especialmente por los económica y políticamente potentados. Lo que no quieren aceptar es que son los principales responsables por la aparición del COVID-19. No reconocen que los llamados “desastres naturales” no son naturales sino provocados por el ser humano, debido a su modo de contaminar, despojar y maltratar a la tierra. La humanidad apenas ahora empieza, lentamente, a reconocer que es parte de la naturaleza, parte de la tierra. Somos parte integrante del planeta que habitamos. Lo ecológico y lo social están inseparablemente relacionados, como nos ha recordado varias veces el Papa Francisco. 

 

La gran verdad que nos enseña la actual pandemia es que debemos cambiar drásticamente nuestra forma de producir y de organizar la sociedad, porque estamos destrozando el piso en que estamos parados, estamos arruinando la tierra y la parte de la tierra que somos nosotros mismos. Leonardo Boff, teólogo y ecólogo, explica que, en el surgimiento del Coronavirus, “la propia Tierra se defiende contra la parte rebelada y enferma de ella misma”. Y: “atacando a la Tierra, nos atacamos a nosotros mismos que somos Tierra pensante”. La pandemia es como el grito de dolor de la Tierra y su protesta contra el comportamiento de los humanos. 

 

Perspectivas 

 

En la crisis económica de 2008, que todavía está ardiendo bajo las cenizas a la hora de hacer estragos el Corona, a los bancos que tronaron por sus irresponsables actuaciones, se les volvió a dar millonadas para que pudieran reconstruir el mismo sistema que les había empujado al abismo. Y la cuenta la pagaron los ciudadanos con sus impuestos y las personas que perdieron todo lo que tenían ahorrado porque el Banco no se lo devolvió. Así como en aquel momento de crisis no aprendieron la lección, así es muy probable que no la aprendan tampoco en el momento actual cuando sufre tanto el mundo entero. Ya han comenzado los analistas que se identifican con el sistema a anunciar cómo será el regreso a la “normalidad”, al desaparecer el virus o después de haberlo derrotado. No será la misma economía, dicen, no será la misma vida de antes. Pero no dicen que después de la pandemia cambiará la lógica de las empresas. No dicen que abandonarán el principio de la economía: “invertiremos en lo que nos asegurará el mayor lucro posible”. No dicen que invertirán en lo que asegurará la calidad de vida, la salud y la educación del mayor número posible de los pobres ni en el cuidado y la protección de la Tierra. La “normalidad”, entonces, comprenderá los mismos riesgos y desastres de antes. 

 

Es decir, inventarán cambios de procedimientos, de políticas, de relaciones sociales, de la política,… Pero serán cambios cosméticos que dejarán intacto el sistema. Continuará el proceso de empobrecimiento de las masas y continuará la destrucción del planeta. Ojalá que en el futuro tengamos que retractar esta perspectiva y, ahora sí, haya un salto en la conciencia. Ojalá se comprenda, globalmente, que la pandemia es una súplica, una demanda, para que seamos finalmente más cuidadosos, más humanos y más a favor de la vida en nuestro modo de comportarnos, para bien de las mayorías pobres y para bien de la tierra, que es nuestra casa y de la que formamos parte. 

 

No dudamos de que Monseñor Gerardi, si aún viviera, indicaría este camino, esta transformación tan necesaria en organizar la producción responsable de lo que necesitamos para vivir, la distribución equitativa de estos bienes entre todos y todas y la convivencia entre todas las personas y todos los colectivos sociales sin discriminación alguna. ¿Utopía? Sí, pero como lo es el Reino de Dios: destinado a convertirse gradualmente en realidad histórica. Recordar a Monseñor Gerardi implica continuar sus esfuerzos y sus luchas, hasta la entrega de su vida, en las condiciones que nos impone el Coronavirus, para darle forma a la Guatemala distinta y al mundo distinto. Implicará mucho diálogo y mucho aporte desde las más diversas culturas y cosmovisiones, desde una Iglesia en salida, samaritana y sinodal, para retomar las expresiones del Papa Francisco, pero también desde otras religiones y desde sujetos colectivos no confesionales, pero coincidiendo todos y todas en la voluntad de avanzar hacia una vida en abundancia: una vida sin guerra, sin armamentismo, sin corrupción; una vida sustentable de alta calidad, saludable y feliz, no para unos pocos sino para la humanidad entera. 

 

“Hay que cambiar las estructuras sociales y económicas que sustentan la injusticia, la discriminación y la explotación del hombre por el hombre, por estructuras nuevas de justicia, igualdad y participación dentro de un marco pluralista” (Juan José Gerardi Conedera). 

 

Movimiento Monseñor Gerardi, 26 de abril de 2020 

 

Foto: americasquarterly.org

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