Tiempo apocalíptico: tiempo de ruptura

19 de Marzo de 2020

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Con ocasión de la pandemia del coronavirus, lo primero es manifestar nuestra comprensión, compasión y solidaridad con todas aquellas personas infectadas por este terrible virus, a la vez que tomar todas aquellas medidas responsables que nos aconsejan las autoridades sanitarias y gubernamentales de nuestros países para que este mal no se expanda más. Pero sí creo que amerita el proponer otras reflexiones de más profundidad que nos permitan entender mejor el momento que estamos viviendo como humanidad.

 

El Papa Francisco, en su Exhortación Apostólica La Alegría del Evangelio, hace una severa crítica al sistema capitalista, hedonista, globalizado1. Ahí afirma que “la cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado nos ofrece algo que todavía no hemos comprado…”2.

 

La razón tecnológica se ha convertido en filosofía y ésta ha cubierto todos los espacios de nuestra vida, dejando nada o casi nada de espacio a la poesía, al misterio, a lo simbólico, a lo espiritual, a la ternura, a la gratuidad y a tantos otros aspectos de lo real, como decía Zubiri. Y así, amputados en nuestra concepción del mundo como humanidad, vamos arrastrando las contradicciones de nuestro ser y manifestándolas en agresividad a la madre Tierra, violencia, injusticia, inequidad sin límites; una realidad en la que la opulencia y la miseria se dan al mismo tiempo, el placer hedonista y el suicidio van de la mano, la ambición de poder y de riqueza encuentran muchos portadores.

 

Y de pronto aparece el coronavirus y pone de rodillas a la humanidad, truena los sistemas de convivencia cotidiana, viajes, trabajo, negocios, deporte, reuniones, estudio y religiosas. Ya son varios los países en el mundo para los cuales el concepto de tiempo cambió. Ahora recluidos en sus casas ven pasar la vida de otra manera: lejos del ajetreo que impone este tipo de globalización donde lo que importa es la ganancia, la acumulación, lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio, la apariencia3.

 

Y aquí es oportuna una reflexión sobre nuestra concepción del tiempo. Desde sus inicios como teólogo, Metz criticó la concepción individualista de la fe cristiana cuando se la quería encerrar en el ámbito de lo privado, de lo religioso, del templo. Por el contrario, Metz siempre vio y expresó la dimensión política de la fe bíblica; es decir, su capacidad para criticar a la sociedad, a la religión y a la misma Iglesia.

 

Pero otra crítica que en este momento del coronavirus es muy oportuna, es sobre la concepción del tiempo que manejamos. Es, decía él, una concepción lineal: de progreso continuo, de éxitos, de desarrollo siempre constante, en la que no queda espacio para las víctimas y para los vencidos de la historia, para la memoria peligrosa de los ajusticiados por el sistema como Jesús de Nazareth y todos los mártires de injusticia y de la opresión de los poderosos. No queda lugar para, como diría Gustavo Gutiérrez, lo que están en el reverso de la historia.

 

Y esta concepción lineal del tiempo la podemos ver en la fe ciega que se tiene en el avance tecnológico y científico: computadoras, celulares, redes de comunicación, armamento bélico, viajes al espacio o al mundo microscópico de forma cada vez más compleja son expresiones de este deseo. Aunque este avance científico y tecnológico no se vea acompañado por un avance igual en humanismo, en respeto y armonía con los demás hermanos y hermanas, con la madre tierra y con Dios, el Creador de todo lo que existe.

 

Metz introduce en su teología la concepción bíblica apocalíptica del tiempo como ruptura, como corte, como discontinuidad de los tiempos humanos y aquí ve la auténtica y única posibilidad de futuro. Para que haya auténtico futuro, debe haber corte en la continuidad de los tiempos humanos. 

 

Y pareciera que hoy, como humanidad, nos asomamos a esta posibilidad del tiempo como novedad, como corte, como ruptura. Esta pandemia mundial que ya ha cobrado tantas víctimas y ha contagiado a miles de personas por todo el mundo, nos está haciendo volver a las cosas simples de la vida: el abrazo, el saludo, la ternura, la atención personal, el mirarnos a los ojos, el hablar de las cosas necesarias y no de tanta cosa superficial que el mundo del mercado nos había puesto delante de los ojos.

 

¿Podrá esta pandemia sacarnos a la humanidad de la anestesia que padecemos y hacernos sensibles al dolor de la madre tierra, de los descartados, del tráfico de personas y de órganos, del mal que causa el narcotráfico y  las guerras? Como humanidad estamos a tiempo, pero tiene que ser cambiar de rumbo y de estilo de vivir sobre la tierra. Como seres humanos hemos superado muchas crisis, sin duda podremos también superar ésta.

 

Citas

 

1 FRANCISCO, La Alegría del Evangelio, 2013, Nos. 53 al 62.

2 Ibídem, No. 53

3 Ibídem, No. 62

 

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