En pausa, todos en pausa…

20 de Marzo de 2020

[Por: Rosa Ramos]




“Creo, Señor, pero aumenta mi poca fe” (Mc.9, 24)

 

No se me ocurre para empezar ningún poema o canción que exprese esta pausa impuesta que nos desacomoda. Repasé El aroma del tiempo de Byung Chul Han, pero tampoco allí encontré “la” frase. Recurrí al Evangelio!!!

 

Comparto mi desconcierto ante esta situación inédita y que nos involucra a todos, o a los que nos consideramos “todos” en el mundo occidental. Porque también creo que en “los otros mundos” están sucediendo otras realidades. La vida es más, mucho más que lo inmediato. 

 

Pero vaya que lo inmediato, este corona virus, nos sacude y a la vez nos pone en “pausa”.

 

En mi vida personal he vivido “pausas” o “parates”. Y acredito que todos nosotros, en algún momento sufrimos acontecimientos que cambiaron abruptamente nuestras vidas: la viudez inesperada, una enfermedad grave, el accidente fatal, un suicidio cercano… En esos casos el mundo se detiene ¡para nosotros!, para los que sufrimos el golpe, ese hachazo invisible, al decir del poeta sufriente.

 

Lo nuevo y lo que me cuesta tanto entender es esta “pausa general”, este “parate global”.

 

Nos parece estar dentro de una pesadilla o una película de ficción, pero con la semi-conciencia de que no es un sueño, ni una sugestión colectiva.

 

Nada de esto es racional y ¡cómo nos cuesta a los que queremos entender todo! Ante nuestra lucidez embotada y ante nuestros ojos asustados cae hecho trizas aquello de que “todo lo real es racional”

China salió o está saliendo de la pausa. Italia y España están en el peor momento, en esa curva ascendente que se resiste a convertirse en meseta para luego bajar.

 

Es impresionante ver un video de Florencia en que un coche recorre durante siete minutos las calles hoy vacías. Se puede reconocer los sitios, aquellos que alguna vez quisimos mirar tranquilos y no pudimos por la marea humana. Pero hoy no queremos ver edificios, yo no quiero, quiero ver humanos circulando, quiero ver colores y oír distintas lenguas y muchos “oh” de asombro de los turistas y las risas y las voces altas de los italianos.

 

Estruja el corazón escuchar a una médica en Madrid desesperada por la impotencia, por tener que elegir a qué paciente ponerle el respirador y a cuáles no. Desesperada por el cansancio y la lucha por salvar vidas sin recursos suficientes.

 

Nuestro continente y nuestra región están entrando aceleradamente a la cuarentena obligatoria. Intentamos con estos planes detener o enlentecer al menos la propagación del virus, pero entretanto muchos trabajan o reciben clases on line, otros muchos son despedidos o pasan al seguro de desempleo por tiempo indeterminado y otros muchos ni siquiera eso, porque su trabajo es al menudeo y para el día, por tanto hoy ellos y sus hijos se sentaron ante una mesa vacía, o tomaron un té por todo alimento. ¿Hoy? ¿Cuánto tiempo más? No se sabe.

 

Repito, hemos he vivido pausas, o “tiempos sin tiempo”, sin saber la duración del dolor, la impotencia, la situación adversa… pero veíamos alrededor que la vida seguía. Esa misma percepción, aunque contrastante con nuestra situación, nos alentaba y tranquilizaba: el mundo estaba andando, y nosotros también algún día volveríamos a andar.

 

Hoy en cambio resulta incomprensible esta pausa del país, de la región, de nuestro mundo cotidiano. ¡¡¡Qué difícil vivir en la incertidumbre!!!

 

Edgar Morin decía que nuestros saberes son islas en un océano de incertidumbres. Hoy es así, poco sabemos del virus, salvo su velocidad de contagio, poco sabemos de lo que sucederá con la economía mundial y nacional, poco sabemos de lo que seguirá…

 

Si angustia este tiempo sin tiempo, sin fecha de caducidad. Más angustia el después.

 

Muchos dicen que es una pausa solidaria, que es un “parate” democrático, para todos. Pero a mi juicio, las secuelas no serán democráticas. Salvo que nos convirtamos de verdad en esta Cuaresma global.

 

Como en toda guerra, muchos morirán en ella –unos por el corona virus, otros por hambre, otros por otras enfermedades, otros porque no lo tolerarán y se suicidarán-, y la posguerra será muy dura, durísima, y no todos partirán desde el mismo punto. Siempre las víctimas de las posguerras son fundamentalmente los más vulnerables.

 

Por otra parte, si en esta pausa forzada, también entrara en pausa la soberbia, eso sería una buena noticia. Si en esta pausa forzada y compartida, ganara la empatía y la solidaridad, habríamos perdido varias dolorosas batallas, pero saldríamos victoriosos como humanidad.

 

No dudo que sería la mejor respuesta al sueño de Dios para nosotros, pero Dios no se impone, nos ha dejando un mundo sin terminar y una humanidad en camino (“homo viator” en términos clásicos); todo, hasta el corona virus y la pausa que nos impone y el tiempo sin tiempo que nos desestabilizan, puede ser oportunidad para aprender y “tomar Gracia”.

 

Quisiera apostar a esta carta. Hay algunos signos de que es posible. Quizá una nueva era está comenzando.

 

Quizá esta pausa en un mundo acelerado y casi desbocado como un caballo, nos devuelva el aroma del tiempo, la lentitud de las miradas, la ternura y el saber esperar en las relaciones humanas, la paciencia para con los más lentos, la capacidad de valorar todas las vidas más allá de su productividad o capacidad de consumidores.

 

Ahora recordé una canción que me ayuda a soñar los reencuentros:  “En cinco minutos la vida era eterna, porque ibas a encontrarte con él”  ¡En un abrazo cabe la eternidad!

 

También estos otros “la certeza de encontrar en tu mirada la belleza.”

Vivamos la dolorosa pausa, preparándonos para resucitar en miradas y abrazos.

 

 

Imagen: https://www.jrberrios.com/tag/pausa/ 

 

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