La Ruah y la Cuaresma 2020

13 de Marzo de 2020

[Por: Rosa Ramos]




En lo profundo
no hay nada que no sea sorprendente.
Y sin embargo
bajamos tan a poco, y pocas veces.

Acomodamos
el pulso a la presión de la rutina.
Nos distanciamos
del fondo y del origen de los días
y no bajamos, y no bajamos, y no bajamos…

Luis Guitarra

 

Han pasado los carnavales. Nos quedan resonando algunas canciones y los temas tratados por los “samba-enredos” de las escolas brasileñas, también de las murgas uruguayas.

 

Haré una mención más a las fiestas populares, para señalar algunas “perlas”, antes de buscar el paso del Espíritu por la Cuaresma que estamos viviendo en este 2020.

 

En el carnaval de Río de Janeiro Mangueira, no salió ganadora, pero nos dejó ese Jesús de la gente, y esa consigna para que no la olvidemos ni renunciemos: “La verdad nos hará libres”.

 

Las escolas fueron muy críticas con la situación actual de Brasil. La ganadora fue Unidos de Viradouro que homenajeó como a las primeras feministas de la historia de Brasil a la quinta generación de negras esclavas que en Salvador de Bahía trabajaban como lavanderas de ropa a tiempo completo para comprar su libertad. La última ala de bailarinas fue de mujeres negras luchando hoy contra el racismo, el machismo y otros males que las azotan. 

 

En el concurso oficial del carnaval uruguayo la murga ganadora fue Agarrate Catalina que denuncia y populariza con su estilo particular el concepto o categoría deaporofobia”, fobia -e incluso odio- al pobre que propone la filósofa española Adela Cortina para comprender el rechazo que se vive en las sociedades occidentales no al migrante en general sino al migrante pobre. Esa fobia se extiende a personas, barrios, pueblos, casi con pánico-paranoico como en estos días el tan mentado –y quizá inventado- coronavirus.

 

Allá y acá el Espíritu Santo sobre el que decimos en el Credo “que habló por los profetas”, no deja de hablar, proferir, gritar, danzar y cantar -recordemos a David bailando- haciendo inteligible para quien tenga ojos y oídos, esa luz de la ruah, su viento que nos quiere despertar.

 

Es el mismo Espíritu-Ruah que los evangelistas colocan al principio de la vida pública de Jesús conduciéndolo al desierto donde sufrirá varias tentaciones. Los exégetas y teólogos actuales coinciden en que esas tentaciones y desiertos los vivió Jesús a lo largo de su vida.

 

También nosotros estamos amenazados por ese mal espíritu -de mundanidad, diría el Papa Francisco-, que nos atrae con sus ofertas de caminos cortos, de satisfacciones inmediatas, de imponernos sobre los demás haciendo demostraciones públicas gloriosas, y sobre todo con la tentación del poder. 

 

No se trata de un demonio exterior a nosotros, sino que emerge de nuestros profundos temores e inseguridades, de nuestras heridas inconsciente y quizá aún de nuestro cerebro reptiliano que no hemos trascendido del todo, ni mucho menos. Pero también de un demonio colectivo cultural que interiorizamos y nos corroe el alma, el ánimo, la sana alegría, la energía.

 

Asimismo podemos catalogar de árido desierto a este tiempo en Latinoamérica, y en el resto del mundo. Por estos lares nos sentimos amenazados por tantos infortunios y temores, por tanta violencia explícita y encubierta, que son el caldo propicio para esas tentaciones cortoplacistas  e individualistas del conocido “sálvese quien pueda y no mire para abajo”. 

 

Pero también el desierto tiene su sentido y belleza, porque esconde un pozo con aguas frescas que cantan, como nos enseñó poéticamente Antoine de Saint Exupery. 

 

A ese desierto, sin olvidar el otro amenazante, es que la Cuaresma nos invita a transitar. O, como dice la canción de Luis Guitarra, a descender y dejarnos sorprender porque allí nos aguardan preguntas hondas que pueden reorientar nuestras vidas, allí la ruah divina nos quiere alimentar y saciar la auténtica sed de sentido, nos quiere despertar de la modorra de la siesta del consumo, o de la locura del multitasking que nos devora el hígado como a Prometeo.

 

Jesús es conducido al desierto a lo largo de su vida, no sólo para confrontarse con las grandes tentaciones que a todos los hijos del sueño de Dios nos amenazan; fue llamado tantas noches en las que oraba al Padre repasando rostros e historias, procurando luz y fuerza -parresía- para la que iba descubriendo como su Misión de anunciar otro estilo de relaciones y vida al que llamaba reino o reinado de Dios. 

 

En el desierto Jesús y nosotros nos confrontamos con los malos espíritus, pero si bajamos más nos abraza el fuego de la ruah y nos recuerda quienes somos o estamos llamados a ser, ya que con frecuencia “nos distanciamos del fondo y del origen de los días  y olvidamos el propio barro, el primer amanecer  -dice también bellamente la canción de Luis Guitarra-. 

 

Ese bajar al que nos invita la Cuaresma y la canción que nos acompaña, es quizá al vacío de seguridades, al silencio de fragilidad y confianza, como ese en el que permanecimos nueve meses en el vientre de nuestras madres, o como ese que tal vez nos envuelva en los días finales. Aunque aclaro que no creo en un destino de silencio, yo espero un abrazo definitivo sonoro, con toda la poesía, toda la música y “los besos todos dados y no dados”, como escribió el recientemente fallecido Ernesto Cardenal en las Coplas a la muerte de Tom (T. Merton).

 

“En lo profundo no hay nada que no sea sorprendente”, este verso me recordó al escritor y aviador francés en el capítulo 24 de El pequeño príncipe, o El Principito para nosotros:

 

“Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que irradia en silencio... - Lo que hace al desierto tan bello – dijo el principito – es que esconde un pozo en algún lado...”

 

Ese bajar, al que nos invita el Espíritu de Dios es a la historia densa y dolorosa de la que somos parte, pero también a los más profundos anhelos de dignidad en que entrevemos el sueño de Dios de vida abundante para todos. 

 

Dejémonos atraer al desierto y sorprender una vez más por la ruah allí presente en el pozo escondido, o en la suave brisa (1Re. 19,12).

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