Una Cuaresma para el mundo

01 de Marzo de 2020

[Por: Marcelo Barros]




En las Iglesias antiguas, hoy es el inicio del camino cuaresmal. De hecho, ese tiempo, iniciado con el Miércoles de Ceniza, comienza su marcha este domingo. Es un periodo que recuerda la muerte y resurrección de Jesús. Propone a cada uno y a las comunidades renovación interior y el esfuerzo de cambiar el mundo. Quiere que las Iglesias sean más pascuales, esto es, más renovadas y abiertas al servicio de la humanidad. 

 

Hasta hoy, en la Cuaresma, hay cristianos que se dedican a ayunos, penitencias y oraciones. Lo importante es transformarnos para ser personas más humanas y solidarias, comprometidas con la transformación del mundo. 

 

En este domingo las iglesias leen el Evangelio que narra las tentaciones de Jesús en el desierto. En aquel relato simbólico, Satanás representa las fuerzas que proponen a Jesús ejercer su misión a través del poder religioso y del prestigio político y económico. De hecho, esas tentaciones venían de las comunidades cristianas de la época en que los evangelios fueran escritos (años 80 del siglo I). Satanás era la misma comunidad de los discípulos de Jesús que querían iglesias con poder, dinero y prestigio religioso. Hasta hoy, hay pastores y grupos eclesiásticos que elaboran una teología de la prosperidad (Dios te ayuda si tu aportas dinero a la Iglesia). Y entran en la política no para servir al pueblo y sí para beneficiarse a sí mismos y a sus grupos. Esas son las fuerzas diabólicas a las cuales hasta hoy Jesús debe responder con la Palabra de Dios, la opción liberadora del Éxodo y el camino del servicio pobre y sufrido de la cruz.  

 

Hoy, el mundo es cada vez más violento y menos humano. La violencia es más estructural. El individualismo parece más exacerbado y la destrucción de la naturaleza avanza más. Sin embargo, en medio a todas las dificultades, germina una semilla de paz, justicia y amor que viene del Espíritu y va en dirección a la realización del proyecto divino en el mundo. 

 

 

Sea como sea, la conciencia de los derechos humanos, la lucha por libertad e igualdad entre hombres y mujeres, de todas las razas y culturas, ha crecido. Es signo de que aquello que los judíos y cristianos llaman Pascua va realizándose no solo en los corazones de los creyentes, sino también en las estructuras del mundo. En el siglo IV, Juan Crisóstomo enseñaba: “La Pascua de Jesús viene hacer de nuestra vida, incluso en medio de dolores y luchas, una fiesta permanente de esperanza y comunión”. 

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