15 de Febrero de 2020
[Por: Carolina Vásquez Araya]
Eran los mejores tiempos, cuando en casa se organizaban fiestas en donde acudía lo más selecto del periodismo y la política. Era cuando nos vestían con las mejores galas para no desentonar entre los elegantes invitados antes de enviarnos a dormir. Quizá tendría apenas 4 o 5 años pero recuerdo con absoluta claridad la experiencia de la atención de algunos invitados que me levantaban en sus brazos y con tono medio jocoso reclamaban a mi padre: “Me la vas a reservar para cuando sea más grandecita”, aprovechando para estamparme un beso húmedo en la mejilla. Así también con los tíos y el abuelo, quienes no dudaban en hacer uso de su autoridad familiar para sentarnos en sus rodillas y hacer ese mismo tipo de comentarios, aun contra nuestra voluntad…
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