13 de Diciembre de 2019
[Por: Margot Bremer, RSCJ]
Esta madrugada nuestro gran tamoi morotí, nuestro sabio, científico y amigo, Bartomeu Meliá, se fue a la casa de nuestro Padre al Encuentro definitivo con Él y muchos otros queridos seres. Aquí le llamo simplemente Bartomeu como en los últimos años y así se llamará en aquel mundo donde estará ahora.
Las últimas visitas que le hice en Tatai Roga, viendo a este gran hombre yaciendo sin potencia física en la cama, ni para erguirse, me vino la pregunta qué será ahora lo esencial de su vida. Al principio él hablaba de libros que tenía que escribir aún, después quería saber y escuchar novedades sobre la educación de mi mamá gata a sus cinco crías y disfrutaba de la naturaleza, el crecimiento de las plantas y árboles que percibía desde la ventana. Se acercó de esta manera con renovado asombro a la vida misma en su esencia como crecimiento, como belleza, como sintiéndola.
Y esto me lleva hablar de él en vez de su rica biografía y de sus innumerables obras preciosas , noticias que salen en todos los medios de comunicación, algo muy necesario. Quiero añadir otro aspecto que encontré como esencia de la vida de Bartomeu. Era una de las pocas personas con el don de corazonar, interrelacionando la razón con el corazón. Por eso su lenguaje era distinto al de los demás, lo había aprendido de los indígenas los que expresan sus experiencias más sublimes y sagradas en un lenguaje elevado: poético y simbólico. Tenía la libertad de romper fronteras científicas y abrir sus conocimientos adquiridos a la propia creación e imaginación lo que le dio una profundidad y originalidad especial. Decía las cosas de nueva manera que despertaba las consciencias en mucha gente.
Como doctor en ciencias religiosas, él sabía “sentir en la piel”, el cerebro y el corazón, la vida guaraní, interrelacionando holísticamente todas las dimensiones de la vida, las que nuestra cultura occidental suele fragmentar: su cosmovisión, su espiritualidad, su sabiduría, su idioma, su convivencia con la naturaleza, todo lo que marca su modo de ser y vivir en este mundo. Aprendí de él ese “sentir desde la piel del otro”, así como los guaraní suelen interpretar el sentido de la visita a un enfermo e intenté vivirlo delante de su lecho.
Para mí, Bartomeu lo expresó más profundamente en una lamentación poética sobre la persecución y agonía que sufrieron los guayakí (aché) durante la dictadura de Stroessner, lo que refleja su piel sentida y su corazón dolido. Margarita Mbywangi expresó este dolor indígena en propia lengua y piel sentida en la plegaria aché que ella cantaba el domingo pasado en la misa de Caacupé. Lastimosamente esta acusación hasta hoy es todavía muy actual. No cambió nada en la postura de los Gobiernos “democráticos” de los últimos 30 años y tampoco en la indiferencia de la sociedad paraguaya. Creo que sería la voluntad de Bartomeu re-proclamar estas palabras sentidas suyas para que lleguen a nuestra piel. Creo que esto sería su testamento más importante que nos quisiera dejar a todos nosotros.
“Yo, indio Guayakí, acuso a los hombres vestidos
porque me han considerado y me siguen considerando
como un animal del monte.
porque han difundido entre ellos mismos
que soy indio feroz, ladrón y traidor;
porque nos atribuyen crímenes
que ellos han cometido con sus semejantes…..
Yo, indio Guayakí, acuso a los hombres vestidos,
porque me han anulado mis medios normales de vida,
y ahora me hacen la “caridad” como a pobres
porque se han adueñado absolutamente de todo mi territorio
y yo soy señor, señor de las tierras…
porque me quieren dar algo como se le da a un mendigo
pero no piensan siquiera en devolverme lo que es mío.
Yo soy indio guaraní, acuso a los hombres vestidos,
porque pretenden que deje ser lo que soy;
porque me quieren asimilar,
porque intentan hacerme entrar, sí, en la civilización,
pero por la puerta de la servidumbre y del peonaje,
porque nuestros hijos pronto habrán olvidado nuestra lengua,
nuestras costumbres y nuestra religión,
y hasta se avergonzarán de sus padres
porque no hay nadie que nos enseñe a tener valor
para saber usar de nuestra justicia.
Ya hace más de cuarenta años, Bartomeu anunciaba que los indígenas no son nuestro problema, sino la solución de nuestros problemas. En aquellos años nadie lo podía creer. Pero ahora, estamos sintiendo “en nuestra piel” el ocaso de nuestra ”cultura” neoliberal y percibiendo tímidos intentos de protagonismo indígena. ¿Será una señal en medio de nuestro caos de buscar y encontrar nuevos caminos, volviendo a la sabiduría de esta tierra que Bartomeu la descubrió y nos brindó con toda su vida?
Bartomeu Meliá quedará presente entre nosotros, él mismo sintió inacabado su vida teniendo muchos planes aún, por eso siempre estaba en camino. Como dice José Zanardini, que su ausencia sentida entre nosotros nos debe conducir hacia una nueva presencia suya al asumir su caminar y seguirlo.
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