Después de las naciones, construir la Tierra

28 de Noviembre de 2019

[Por: Leonardo Boff]




Un anuncio-propaganda de un canal de televisión muestra a un grupo interétnico cantando: “Mi patria es la Tierra”. Aquí se revela un estado de conciencia que deja atrás la idea convencional de patria y de nación. En efecto, vivimos todavía bajo el signo de las naciones, cada cual autoafirmándose, cerrando o abriendo sus fronteras y luchando por su identidad. Esa fase, todavía vigente, pertenece a otra época de la historia y de la conciencia. La globalización no es sólo un fenómeno económico. Representa un dato político, cultural, ético y espiritual: un nuevo paso en la historia del planeta Tierra y de la Humanidad.

 

Hace algunos miles de años la especie humana salió de África, de donde surgimos en el proceso evolutivo (somos todos africanos), y conquistó todo el espacio terrestre formando pueblos, ciudades y civilizaciones. Fernando de Magallanes hizo en tres años (1519-1522) la circunnavegación de la Tierra y comprobó empíricamente que es efectivamente redonda (no plana como una obtusa visión sostiene todavía). Después de la expansión, llegó el tiempo de la concentración, del retorno del gran exilio. Todos los pueblos se están encontrando en un único lugar: en el planeta Tierra. Descubrimos, más allá de las nacionalidades y de las diferentes etnias, que formamos una única especie, la humana, al lado de otras especies de la gran comunidad de vida.

 

Con esfuerzo estamos todavía aprendiendo a convivir acogiendo las diferencias sin dejar que se transformen en desigualdades. Respetando la riqueza acumulada por las naciones y etnias, que revelan los distintos modos de ser humanos, nos enfrentamos a un desafío nuevo, que nunca había existido antes: construir la Tierra como Casa Común. Crece la conciencia de que Tierra y Humanidad tienen un destino común. Xi Jinping, jefe de Estado de China, lo formuló muy bien: tenemos el deber de construir la “Comunidad de Destino compartido para la humanidad”.

 

El éxito de esta construcción nos traerá un mundo de paz, uno de los bienes más ansiados por todos. Vivir en paz, ¡oh que felicidad! Esa paz es lo que nos falta en la actualidad. Por el contrario, vivimos en guerras regionales letales y una guerra total movida contra Gaia, la Tierra viva, nuestra Madre Tierra, atacada en todos los frentes, hasta el punto de que muestra su indignación a través del calentamiento global y del agotamiento de sus bienes y servicios, sin los cuales la vida corre peligro.

 

En este contexto vale la pena revisitar a un filósofo, Immanuel Kant (+1804), uno de los primeros en pensar una República Mundial (Weltrepublik), aunque nunca había salido de su pequeña ciudad de Königsberg en Alemania. Aquella solo se consolida si consigue instaurar una “paz perenne”. Su famoso texto de 1795 se llama exactamente “Para una paz perenne” (Zum ewigen Frieden).

 

La paz perenne se sustenta, según él, sobre dos pilares: la ciudadanía universal y el respeto a los derechos humanos.

 

Esta ciudadanía se ejerce en primer lugar por la “hospitalidad general”. Precisamente porque, dice él, todos los humanos tienen el derecho de estar en ella y de visitar sus lugares y los pueblos que la habitan. La Tierra pertenece comunitariamente a todos.

 

Frente a los pragmáticos de la política, por lo general poco sensibles al sentido ético en las relaciones sociales, enfatiza: ”La ciudadanía mundial no es una visión de fantasía sino una necesidad impuesta por la paz duradera”. Si queremos una paz perenne y no solo una tregua o una pacificación momentánea, debemos vivir la hospitalidad y respetar los derechos.

 

El otro pilar son los derechos universales. Estos, en una bella expresión de Kant, son “la niña de los ojos de Dios” o “lo más sagrado que Dios puso en la tierra”. Su respeto hace nacer una comunidad de paz y de seguridad que pone un fin definitivo “al infame beligerar”.

 

El imperio del derecho y la difusión de la ciudadanía planetaria expresada por la hospitalidad deben crear una cultura de los derechos, generando de hecho la “comunidad de los pueblos”. Esta comunidad de los pueblos, enfatiza Kant, puede crecer tanto en su conciencia, que la violación de un derecho en un sitio se siente en todos los sitios, cosa que más tarde repetirá por su cuenta Ernesto Che Guevara.

 

Esta visión ético-política de Kant fundó un paradigma inédito de globalización y de paz. La paz resulta de la vigencia del derecho y de la cooperación jurídicamente ordenada e institucionalizada entre todos los Estados y pueblos.

 

Diferente es la visión de otro teórico del Estado y de la globalización, Thomas Hobbes (+1679). Para este, la paz es un concepto negativo, significa ausencia de la guerra y el equilibrio de la intimidación entre los estados y pueblos. Esta visión funda el paradigma de la paz y de la globalización en el poder del más fuerte que se impone a los demás. Esta visión predominó durante siglos y hoy ha vuelto poderosamente a través del singular presidente de USA, Trump, que sueña todavía con un solo mundo y un solo imperio, el norteamericano. Los Estados Unidos decidieron combatir el terrorismo con el terrorismo de Estado. Es la vuelta amenazadora del Estado-Leviatán, enemigo visceral de cualquier estrategia de paz. En esta lógica no hay futuro para la paz ni para la humanidad.

 

 

Hoy nos enfrentamos a este escenario: si por la locura de un gobernante o por la Inteligencia Artificial Autónoma se activaran los arsenales de armas nucleares podría ser el fin de nuestra especie. Et tunc erat finis. ¿Tendremos tiempo y sabiduría suficientes para cambiar la lógica del sistema implantado hace siglos que ama más la acumulación de bienes materiales que la vida? Eso dependerá de nosotros.         

 

Para além das nações, construir a Terra

 

Um anúncio-propagranda de um dos canais de televisão mostra um grupo inter-étnico cantando: “Minha pátria é a Terra”. Aqui se revela um outro estado de consciência que deixou para trás a idéia convencional de pátria e de nação. Com efeito, vivemos ainda sob o signo das nações, cada qual se auto-afirmando, fechando ou abrindo suas fronteiras e lutando por sua identidade. Essa fase, ainda vigente, pertence a outra época da história e da consciência. A globalização não é apenas um fenômeno econômico. Representa um dado político, cultural, ético e espiritual: um novo passo na história do planeta Terra e da Humanidade.

 

Há alguns milhares de anos a espécie humana saiu de África de onde surgimos no processo evolutivo(somos todos africanos) e conquistou todo o espaço terrestre constituindo vilas, cidades e civilizções.  Fernão de Magalhães fez em três anos (1519-1522) a circum-navegação da Terra e comprovou empiramente que ela é efetivamente redonda (não plana como uma obtusa visão ainda sustenta). Depois da expansão, chegou o tempo da concentração, do retorno do grande exílio. Todos os povos estão se encontrando num único lugar: no planeta Terra. Descobrimo-nos, para além das nacionalidades e das diferentes etnias, que formamos uma única espécie, a humana, ao lado de outras espécies da grande comunidade de vida.

 

À custa estamos ainda aprendendo a conviver acolhendo as diferenças sem deixar que se transformem em desigualdades. Respeitando a riqueza acumulada pelas nações e etnias, que revelam os vários modos de sermos humanos,  somos confrontados com um desafio novo, nunca antes havido: a construção da Terra como Casa Comum. Cresce a consciência de que Terra e Humanidade possuem um destino comum. Xi Jin Ping, chefe de Estado da China, o formulou bem: temos o dever de construir a “Comunidade de Destino compartido para a Humanidade”.

 

O êxito desta construção nos trará um mundo de paz, um dos bens mais ansiados por todos. Viver em paz, oh que felicidade! Essa paz é que nos falta nos dias atuais. Ao contráro, vivemos em guerras regionais letais e uma guerra total movida contra Gaia, a Terra viva, nossa Mãe Terra atacada em todas as frentes, a ponto  de ela mostrar sua indignação através do aquecimento global e da exaustão de seus bens e serviços, sem os quais a vida corre risco.

 

Nesse contexto vale revistar um clássico do pensamento ocidental, p filósofo, Immanuel Kant (+1804), um dos primeiros a pensar uma República Mundial (Welrepublik), embora nunca tenha saído de sua pequena  cidade de Königsberg na Alemanha. Ela só se consolida se conseguir instaurar uma “paz perene”. Seu texto famoso de 1795 se chama exatamente  “Para uma paz perene”(Zum ewigen Frieden).

 

A paz perene se sustenta, segundo ele, sobre duas pilastras: a cidadania universal e o respeito aos direitos humanos.

 

Esta cidadania se exerce primeiramente pela “hospitalidade geral”. Precisamente ela porque, diz ele, todos os humanos têm o direito de estar nela e visitar seus lugares e os povos que a habitam. ATerra pertence comunitariamente a todos.

 

Face aos pragmáticos da política, geralmente pouco sensíveis ao sentido ético nas relações sociais, enfatiza:”A cidadania mundial não é uma visão de fantasia mas uma necessidade imposta pela paz duradoura”. Se queremos uma paz perene e não apenas uma tregua ou umapacificação momentânea, devemos viver a hospitalidade e respeitar os direitos.

 

Outra pilastra são os direitos universais. Estes, numa bela expressão de Kant são “a menina-dos-olhos de Deus” ou “o mais sagrado que Deus colocou na terra”. O respeito deles faz nascer uma comunidade de paz e de segurança que põe um fim definitivo “ao infame beligerar”.

 

O império do direito e a difusão da cidadania planetaria expressa pela hospitalidade devem criar uma cultura dos direitos, gerando de fato a “comunidade dos povos”. Esta comunidade dos povos, enfatiza Kant, pode crescer tanto em sua consciência, que a violação de um direito num lugar é sentida em todos os lugares, coisa que mais tarde repetirá por sua conta Ernesto Che Guevara.

         

Esta visãoético-política de Kant  fundou um paradigma inédito de globalização e de paz. A paz resulta da vigência do direito e da cooperação juridicamente ordenada e institucionalizada entre todos os Estados e povos.

 

Diferente é a visão de outro teórico do Estado e da globalização, Thomas Hobbes (+1679). Para ele, a paz é um conceito negativo, significa a ausência da guerra e o equilíbrio da intimidação entre os estados e povos. Esta visão funda o paradigma da paz e da globalização assentada do poder do mais forte que se impõe aos demais. Ele predominou por séculos e hoje voltou poderosamente pelo bizarro presidente dos USA, Donald Trump que ainda sonha com um só mundo e um só império, o norte-americano.  Os EUA  decidiram combater o terrorismo com o terrorismo de Estado. É a volta  ameaçadora do Estado-Leviatã, inimigo figadal de qualquer estratégia de paz. Nesta lógica não ha futuro para a paz nem para a humanidade.

 

Hoje somos confrontados com este cenário: se forem ativados os arsenais de armas nucleares pela insanidade de um governante ou pela Inteligência Artificial Autônoma, poderá ser o fim de nossa espécie. Et tunc erat finis. Teremos tempo e sabedoria suficientes para mudar a lógica do sistema implantado há séculos que ama mais a acumulação de bens materiais do que a vida? Isso dependerá de  nós.

 

 

Leonardo Boff é teólogo e filósofo e escreveu: Cuidar da Terra e proteger a vida:como escapar do fim do mundo, Record 2010.

 

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