[Por: Óscar Elizalde Prada]

Quienes hemos sido testigos de una experiencia tan rica y densa como lo ha sido la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica que se celebró en Roma, entre el 6 y el 27 de octubre, sentimos el imperativo de comunicar ‘lo que hemos visto y oído’, pero también aquello que hemos podido confrontar, indagar e intuir que, en mi caso, se suscribe al oficio de reportero y de mediador, por no decir ‘puente’, entre la red Amerindia –que desde los tiempo de la Conferencia de Puebla (1979) ha asumido las banderas de la teología latinoamericana que brotó de Medellín– y la red eclesial panamazónica (REPAM) –creada conjuntamente por el CELAM, la CLAR, Cáritas Latinoamericana y la CNBB, en 2014–, a la luz de mi trayectoria académica en la Universidad de La Salle y de los caminos transitados en la revista Vida Nueva, lo mismo que en la coordinación del portal vidanuevadigital.com en Colombia.

Con esta breve introducción aclaratoria sencillamente quiero plantear el lugar desde donde he vivido el Sínodo, no como uno de sus participantes ad intra –que, con toda seguridad, podrán aportar muchos más elementos que los que yo pueda ofrecer–, sino como un ‘testigo’ de lo que el Espíritu ha suscitado durante las intensas jornadas que pude acompañar entre la Sala Stampa del Vaticano –donde diariamente tuvimos ruedas de prensa–, reuniones con teólogas y teólogos latinoamericanos articulados por Amerindia –que en Roma llegaron a ser una docena, más otros 60 que estuvieron ‘conectados’ al Sínodo desde sus países–, comités editoriales con REPAM –éramos cinco miembros– y comités de redacción con unos 20 comunicadores también convocados por REPAM, de diversos medios latinoamericanos (Religión Digital, Vatican News, Avvenire, Signis, Aler, Iglesias y Minería, CIMI, entre otros), amén de las tareas propias de la labor periodística: entrevistar, investigar, confrontar fuentes, etc. 

Sucintamente, podría decir que la mía ha sido una aproximación desde la orilla de las ciencias de la comunicación, aunque con diversos matices inter: interinstitucional, interdisciplinar, e internacional. Por supuesto, en estos escenarios es más lo que se recibe que lo que se puede aportar, sobre todo cuando los círculos profesionales se ensanchan. 

No puedo negar que he vivido las tres semanas del sínodo con auténtica fascinación y me temo mucho que lo que pueda compartir en este espacio se quede corto frente a la intensidad y la hondura de deviene de los múltiples ‘afluentes’ que han convergido en Roma, entre el gran Amazonas y el Tíber, metafóricamente hablando. 

Con todo, he intentado sistematizar algunos elementos que podría ayudarnos a vislumbrar los desafíos que el Sínodo Amazónico plantea, y los he organizado en tres momentos: (1) una aproximación histórico-contextual al Sínodo Amazónico; (2) algunos acentos del documento final; (3) y finalmente propongo algunas cuestiones abiertas para vislumbrar los desafíos que todo esto nos plantea para la Iglesia y para una ecología integral. Propiamente, este abordaje tríptico, se inspira en la perspectiva de la teología fundamental de Alberto Parra, de textos, contextos y pretextos, aunque metodológicamente he preferido iniciar por los contextos.

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