Lo ocurrido en Santa María in Traspontina

22 de Octubre de 2019

[Por: Margot Bremer, rscj]




Corrió ayer a noticia por  las redes sociales sobre el hecho de Santa María in Traspontina que dio una sombra al Sínodo y al Pacto de las Catacumbas con profética renovación del cual participaron doscientos cristianos comprometidos en búsqueda de nuevos caminos para la Iglesia. 

 

Durante las dos semanas anteriores, los sinodales  habían intentado a recuperar  el valor de la sacralidad de la Madre Tierra en las culturas indígenas: La territorialidad fue descubierta como lugar teológico.

 

Sin embargo, es extraño que el lugar en  el que se ejecutó dicho secuestro y arrojamiento de imágenes simbólicas traídos por los indígenas cristianos invitados al Sínodo, dicen que una de ellas era la de la Madre Tierra amazónica. Pertenecían a las culturas aplastadas, conquistados, dominados, sometidos  y colonizada hasta las raíces de su propia religión. Esto ocurrió  hace más de 500 años y hoy día tenemos que  lamentar que no cambió nada.

 

Las catacumbas en su origen han sido los cementerios de la élite del Imperio Romano que sirvieron más tarde para reuniones clandestinas de los cristianos  marginados y perseguidos en los primeros siglos del cristianismo, así como estos pueblos indígenas hasta hoy día. 

 

Las catacumbas son un lugar simbólico para los  cristianos. Ha sido la cuna de una Iglesia  que nació en la periferia, fuera del centro.  Últimamente constatamos un sorprendente cambio: mientras que la Iglesia desde el siglo cuarto había ocupado el Centro, simbolizado por Roma, ahora surge un nuevo momento, un  kairós,  en el que la Iglesia se siente interpelada por el Espíritu de volver a hacerse Pueblo de Dios, iniciando un nuevo camino Quiere “salir” y volver a la periferia, solidarizándose, como Madre y Hermana,  con los habitantes acorralados y amenazados por una minoría.  La Madre Tierra está herida junto con sus pobladores, gimiendo y sufriendo dolores de parto” de una nueva creación (Rom 8,22). Los pueblos indígenas son sus hijos predilectos desde milenios cuidándose mutuamente en respeto y buen trato. La marginalidad y clandestinidad así como la presencia de las tumbas en las catacumbas son un  lugar simbólico de nuestra esperanza que se hace firme en el misterio pascual de Jesucristo.  Ese misterio él mismo compara con la fuerza de una vida nueva que surge de la muerte, misterio  que revela también la Tierra. y por lo tanto le hace Madre: “Si el grano de trigo no cae en  la tierra y muere, no da fruto” (Jn 12,24).

 

Hoy vale la pena recordar el origen de aquella iglesia Santa María in Traspontina, donde ocurrió ayer aquel hecho no  loable. El lugar de la Iglesia tiene raíces muy largas pero para aquellos “secuestradores” tampoco serían “católicas”, ya que este templo hoy de renacimiento  fue edificado  en el sitio donde había dos edificios de la época  pre-cristiana El primero de ellos, conocido como  Meta Romuli o “Sepulcro de los Escipiones”, era una pirámide que según la tradición romana parecía ser el mausoleo de Rómulo, uno de los dos fundadores de la “ciudad eterna” del Imperio  Romano ya antes de Cristo. No  había escrúpulos ningunos de transformar  aquel mausoleo “profano” del “padre fundador” del centro del futuro Imperio  cuyos descendientes iban a perseguir y martirizar a los primeros cristianos. Pues hoy lo llaman sencillamente la Pirámide Vaticana  donde se conmemoraba antes el martirio de San Pedro, fundador de nuestra Iglesia.

 

¿Qué diferencia hay entre estos dos encuentros en la fe de culturas tan distintas (cf.símbolos: plumas y tricornio)? 

 

María es, según el papa Francisco, “Madre de todo lo creado”  (L.S.241) y la presenta con sus insignias cósmicas de sol, luna, estrellas (Apc 12,1), no de corona, por haber aceptado la misión ser la madre de “Jesús, parte de la creación” (L.S.241),  recibe una maternidad espiritual que se extiende a toda la creación. Por otra parte, la Biblia de cultura hebrea, en uno de los  mitos de creación, expone que también la Tierra acepta la misión de ser Madre de una parte de la Creación: la vida vegetal. Explica el relato que el  Creador se dirige a la Tierra a que “produzca hortalizas, plantas que den semilla, árboles frutales que por toda la tierra den fruto  con su semilla dentro, cada uno según su especie.” (Gen 1,11). ¿Qué diferencia hay aquí?

 

 

Imagen: https://www.religiondigital.org/vaticano/Ultracatolicos-Tiber-indigenas-Sinodo-Amazonia-religion-simbolos_0_2169683037.html 

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