18 de Octubre de 2019
[Por: Rosa Ramos]
"¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿La tribulación?, ¿la angustia?,
¿la persecución?, ¿el hambre?,
¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?"
Rom. 8, 35
Este artículo podría también titularse: El reinado de Dios y los dolores de parto de la historia.
Algunas veces la visión del reinado de Dios se hace tan clara, tan palpable –como en esa visita a la comunidad que vive en la Iglesia de la Trinidad en Salvador de Bahía que relaté en entrega anterior- que se nos inflama el pecho de esperanza. Otras la visión se aleja y la angustia hace mella dejándonos muy magullados y perplejos…
En Teología se acuñaron dos expresiones muy interesantes en el siglo XX: “Ya, pero todavía no” y la versión latinoamericana “Todavía no, pero ya”.
La nueva Teología europea cargada de esperanza y de gran optimismo de posguerra, en la que germinó y floreció el Concilio Vaticano II, nos regaló la primera y más conocida expresión, en ella se hace referencia a que el Reino de Dios ya está entre nosotros, pero aún no es pleno, por tanto debemos seguir esperando. En tanto en este lado, en el llamado tercer mundo, se acuñó la segunda expresión en la que se denuncia que no vemos aún florecer el Reino, pero no claudicamos en la esperanza activa, confiamos en que la plenitud de vida prometida se dará porque Dios es fiel y no abandona la obra de sus manos, ni cesa de animarnos en la marcha.
En estos días estamos siguiendo el Sínodo Panamazónico, lo seguimos con las noticias y con la oración, atentos al intenso y generoso trabajo del equipo de Amerindia en Roma, apoyando a los asambleístas, a los teólogos asesores, y a toda esta “movida” provocada por la audacia del Papa Francisco que supo escuchar con el corazón cuando fue nombrado esa apelación tan fuerte: “¡No te olvides de los pobres!”.
La movida viene desde abajo, desde la periferia, desde este nuevo signo de los territorios, que se suma a los signos de los tiempos, desde un bioma amenazado. Bioma que incluye culturas y pueblos, que a su vez puede ser condena o esperanza para el resto del planeta en tanto se desoiga o se atienda ya sus clamores.
Este Sínodo: “caminar juntos” en Roma, con la presencia turbadora de tantos indígenas, laicos, religiosos, sacerdotes, teólogos que los acompañan; con esas celebraciones tan ricas en símbolos y colores… este caminar juntos se desarrolla con sus altos y bajos, provocando inquietud, perplejidad y temor en algunos, en tanto que en muchos alienta la esperanza de otro mundo y otra iglesia son posibles y están germinando.
Pero simultáneamente las otras luchas no se detienen, ¿son realmente otras? ¿o son las mismas en realidad? Hemos asistido a una semana de mucho dolor en Ecuador, la pérdida de muchas vidas, muchos heridos, muchos presos y torturados. Y hemos visto a un pueblo explotado y marginalizado que se levantó y se puso a andar rumbo a Quito, la capital. Camiones repletos y caravanas a pie, avanzando en medio de un sinfín de agresiones, dispuestos a resistir o a morir, a ser escuchados por fin.
Duele Ecuador, el Ecuador de los contrastes, de las divisiones económicas, sociales y étnicas, ese país de Leonidas Proanio y de su entrega tan generosa. De Leonidas y de tantos otros y otras…
El domingo 13 de octubre fue un día histórico, que aún no podemos evaluar bien, hubo sí un diálogo que abre un proceso de pacificación. El hecho fue que pudieron sentarse a dialogar organizaciones indígenas y sociales con el gobierno, con la mediación de Naciones Unidas y la Conferencia Episcopal Ecuatoriana; ese diálogo fue transmitido en directo por TV para todo el país. Se logró anular el decreto que fuera la chispa que desató el incendio –gigante y álgido incendio porque había mucho material combustible acumulado- y supuestamente se va a elaborar una salida acordada entre juntos dirigentes indígenas y gobierno. ¡Que así sea!!!
Esperemos y contribuyamos del modo que podamos a que se camine para concretar lo que se declaró al final del diálogo:
“Ha triunfado la sensatez, la pasión y la decisión de vivir en paz. Podemos seguir soñando un país donde se respeten los derechos individuales y colectivos, un país capaz de acoger la diversidad cultural como una riqueza y no verla como un obstáculo. Un país de hombres y mujeres que queremos vivir como hermanos y hermanas, compañeros de camino y no una tierra de enemigos y rivales. Sigamos construyendo la Paz sobre los cimientos de la justicia, de la verdad, de la libertad y de la equidad.”
Habrá que ver si es posible construir esa Paz y defender esos Derechos anhelados, si tanto dolor, tanta sangre derramada, ha sido por dolores de un buen parto de la historia y no la sangre de un nuevo aborto de las luchas y reclamos de los pueblos más humillados.
Roma y el Sínodo… la Amazonía atenta, en especial Brasil… Ecuador y una semana atroz, declaraciones que abren esperanzas y otras de dementes que asustan… Y tantos otros mundos, tantas otras guerras, tantos otros genocidios silenciosos o silenciados… este es el panorama de octubre 2019.
Frente a este panorama mi visceral optimismo se ha visto amenazado, sin embargo, una vez más como en el relato del Evangelio exclamo, grito: “¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!”.
En mi auxilio -y espero que en el de los que lean este artículo- acuden nuevamente las palabras de Pablo a los romanos: "¿Quién nos separará del amor de Cristo…?”
Y con Pablo continúo rezando, apoyándome en su fe: "Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro." (Rom. 8, 35-39)
Les comparto como foto una de las tantas que han llegado en estos días, esta resonó en especial en mí como uruguaya porque me recordó otra tomada aquí hace muchos años y que fue llamada “Un río de libertad”
¡Que sea un buen augurio, como lo fue para mi pueblo!
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