18 de Octubre de 2019
[Por: Eduardo de la Serna]
Una de las cosas que más he aprendido y valorado al dedicarme a estudiar la Biblia, es la centralidad e importancia de la “palabra”. Ésta está ligada directamente a muchas otras cosas vitales: la vida misma (la “ben-dición”), la obra creadora (“dijo Dios”), la verdad, la lucha de un pueblo, la presencia de Dios en medio de ellos, los profetas (“así dice el Señor”) y el mismo Jesús (“la palabra de hizo carne”). La devaluación de la palabra, entonces, es algo que me irrita sobremanera. Y no me refiero solamente a lo aparentemente contradictorio: la mentira, la mal-dición, el camino (la vida) errada… sino a otras degradaciones como la no escucha, los gritos (no hace falta más que ver algunos programas supuestamente de panelistas para reconocerlo), y la palabra hueca, sin sustancia…
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