Una institución a la altura de su pueblo (Toma 2)

18 de Setiembre de 2019

[Por: Francisco José Bosch]




Después de pensar el contexto de nuestra fe en el siglo XXI, el liderazgo de Francisco en la geopolítica actual y las exigencias que hoy podemos ver desde América Latina, seguiremos compartiendo algunas voces recogidas en las Mingas de Teología Popular por NuestrAmérica, como ecos que nos marcan el camino. 

 

Introducción hacia el Sínodo (y la sinodalidad como camino)

 

Para cambiar la iglesia, escuchar la fe del pueblo. Ejercicio tan antiguo como las asambleas fundacionales de nuestra fe. La escucha de la revelación en la fe sencilla, intuitiva y asamblearia de nuestro pueblo está consagrada en la historia de la Iglesia desde el Sensus Fidei convertido en Consensus fidelium (Lumen Gentium 12):  el pueblo como maestro de fe, que no se equivoca cuando abraza fe y vida, cuando lee de forma creyente su lucha por otros mundos. 

 

El Instrumentum laboris del Sínodo va en esta misma línea (Cfr. 104, 123, 144), cuando exige conocer las narrativas de los pueblos antes de pensar cualquier movimiento: la iglesia del futuro tendrá tantos rostros como historias nos atrevamos a entramar en un tejido pluriforme, caótico y bellísimo en diversidades. 

 

Petrona es Mulieris Petra

 

En menos de quince días conocí dos Petronas, en dos comunidades de base de la América Profunda. Emerge de sus miradas, sus palabras y sus sentires, algunas intuiciones que contrastan con el caminar patriarcal y palabrero de los ministros masculinos que dominan en nuestras iglesias. 

 

Frente a hombres palabreros, mujeres-símbolo

 

Una joven de Zinacantán permanece en silencio en la minga. Es difícil favorecer la voz de todxs con más de 80 mingueros. En Chiapas, diócesis de San Cristóbal de Las Casas, se han organizado para que tres hermanos de cada parroquia puedan estar en el encuentro. Es una fiesta de colores, de miradas, de territorios-cuerpos muy diversos. 

 

Petrona es mujer e indígena. Ella repite esas palabras para presentarse. Es de Navenchauc, casa del rayo en Tzotzil. En día y medio de minga, pasó de las últimas filas a tomar la palabra delante de todos: había construido en ese tiempo el más bello de los tejidos que se habían podido entramar en el grupo.  Delante de todos explico cómo hacerlo, y dijo: ‘estoy feliz de practicar la dignidad del tejido’. 

 

Al finalizar la minga, ya más suelta e integrada al grupo, se pone de pie para leer una su parábola. Todxs habían escrito una parábola, que luego habían estampado en una gran bandera del encuentro. Ella se paró en esa gran ronda y dijo: El reino de Dios se parece a una vida que es águila para andar volando y no gusano para ser pisado. 

 

Las parábolas de lxs hermanxs de las Cebs eran la primera lectura ‘Palabra de Dios en nuestras comunidades’). La voz finita de esta mujer de solo 17 años, resonó en la asamblea. Junto a ella la de muchxs otrxs.

 

Había un ministro ordenado entre nosotros. Él es chiapaneco. Él se silenció. Petrona se animó a contar su parábola. La asamblea vibró con su voz. Hay millones de Petronas en silencio o silenciadas en nuestras iglesias… 

 

Hay que agrietar los oídos, hay que cerrar la boca. El ministerio de asamblear la voz en nuestras comunidades es urgente. Callar a los palabreros para oírnos entre todxs. 

 

Frente a la fundación petrina, la potencia Petrona

 

Petrona es de apellido Basileo. En Santa Rosa son un montón de Basileos: Tomas, otrora jefe de la milicia, Magdaleno, albañil improvisado de las primeras 32 casas, Pedro, profeta del éxodo sandinista en Nicaragua, y Petrona. La última es la roca. 

 

Hacer una Minga en Santa Rosa, entre Basileos, es siempre un privilegio para los que venimos de una tradición donde Dios se ha mezclado con nuestra historia: corazón del cielo y corazón de la tierra, presente en la única historia de salvación-liberación.  En este rincón, dos mil hectáreas en manos campesinas, desde los 80, en propiedad y trabajo colectivo, en tensión continua entre fe y vida. 

 

Todos la nombran. Yo no la encuentro. Petrona está presente en cada espacio: en la casita de las Cebs, en el centro comunitario, en la biblioteca, en las primeras casas, en la elección de la tierra. Dicen que ha muerto, que un cáncer la mató. Pero por alguna especie de fidelidad de especie creyente, la mujer fundacional aparece a cada instante: en los chistes y en los llantos, en los cantos y en el fogón. 

 

Petrona es la roca sobre la que descansa la cooperativa Gregorio Blandino, orgullosa hija del éxodo retrasmitido. Tres mil años después, un puñado de grupos oprimidos se liberan y conquistan la tierra, y sienten que Dios es su compañero en esa lucha. Dios se ha hecho especialmente en los liderazgos que cuidaron lo común: de Moisés a Petrona, en un solo abrazo. 

 

Siguen repitiendo sus hermanos, de boca en boca, que Petrona nunca separaba su fe de su vida. Su fe de su lucha. 

 

Hoy en NuestrAmérica la inmensa mayoría de nuestra iglesia tiene rostro de mujer-pobre. Petrona es una de ellas. Son la inmensa mayoría y no podrán ser borradas de las historias que delinean nuestra fe, nuestro faro, nuestra esperanza. 

 

 

Es con las Petronas al frente, o no será…

 

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