19 de Julio de 2019
[Por: Margot Bremer, RSCJ]
La palabra del papa Francisco sobre la construcción de una “Cultura de Encuentro” me ha motivado a buscar antecedentes de esa cultura en la historia del Paraguay.
Es conocido que en la época colonial los primeros misioneros del “viejo mundo” habían venido al “nuevo mundo” con una devoción extraordinaria a la Inmaculada de larga tradición cristiana. En casi todo el Continente de Abya Yala se había realizado la “conquista espiritual” (Ruiz de Montoya). Los misioneros siempre llevaban en sus “correrías apostólicas” la imagen de la Inmaculada; por tal razón también llamada “Conquistadora”.
Hoy día ella es conocida como la “Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé” y convoca cada año en la vigilia de su fiesta a millones de paraguayos peregrinando hacia su santuario.
¿Quién es la Inmaculada? Según la Iglesia católica, María es el único ser humano que pudo desplegar plenamente su humanidad porque no quedó obstaculizada por el pecado. No existe ningún fundamento bíblico explícito sobre este privilegio, que no sea el saludo del ángel a María llamándola “llena de gracia” (Lc 1,28). De este modo, ella representa paradigmáticamente el ser humano así como Dios lo había soñado al crear el mundo; es nuestro destino hacia donde estamos caminando. Por tanto, ella simboliza la primera creación y a la vez la nueva creación. Es una figura escatológica con raíces profundas en la tierra. El nombre Inmaculada implica utopía.
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