¡Que sea un machete Señor!

19 de Junio de 2019

[Por: Francisco Bosch]




Intuiciones a la luz del Instrumentum Laboris para el Sínodo de la Amazonía

 

Existen infinidad de herramientas de trabajo creadas por los seres humanos, en el camino de su despliegue en esta tierra. Desde las puntas de las flechas hasta las flautas de huesos de Mamut, desde la rueda hasta la pala. Los cristianos encontramos en las palabras, instrumentos de trabajo para construir la asamblea que nos congregue en esperanza, lucha y consuelo. Hemos recibido con alegría el instrumentum laboris para el Sínodo, y deseo, desde el fondo del alma, que sea un machete.

 

Un Machete es un instrumento para abrir el camino, para limpiar el suelo, para defender la tierra, el techo y el trabajo, de los que atacan desde arriba. Los instrumentos son herramientas, dependen de cómo las usemos, generan vida o siembran muerte. Estas líneas son la contemplación esperanzada del camino al Sínodo, confiando que la fe en la manos de los más pobres va a reinventar la Iglesia, va cambiando el mundo. 

 

Los pueblos tienen frutos, no solo semillas

 

120.El Espíritu creador que llena el universo (cf. Sab 1,7) es el que durante siglos ha alimentado la espiritualidad de estos pueblos aún antes del anuncio del Evangelio y el que les mueve a aceptarlo desde sus propias culturas y tradiciones. Dicho anuncio ha de tener en cuenta las “semillas del Verbo”[56] presentes en ellas. También reconoce que en muchos de ellos la semilla ya ha crecido y dado frutos. Presupone una escucha respetuosa, que no imponga formulaciones de la fe expresadas desde otros referentes culturales que no responden a su contexto vital. Sino por el contrario, escuche “la voz de Cristo que habla a través de todo el pueblo de Dios” (EC 5)1

 

Las semillas del verbo habitan el corazón de todos los pueblos, desde todos los tiempos. Han germinado, en cada color de tierra, han enfrentado inclemencias, han tomado diferentes formas, y van dando, en cada tiempo, renovados frutos. Enorme el desafío de salir a cosechar las intuiciones de Dios que habitan en los diferentes pueblos de la tierra. Radicalmente distinto es el trabajo de anunciar una verdad clara y distinta, y siempre distante, que llega desde afuera y desde arriba. Nuevo el tiempo que se abre para salir al encuentro desde la lógica de todos los pueblos como Pueblos de Dios.

 

Lo sagrado está en la mezcla

 

113. La diversidad cultural reclama una encarnación más real para asumir diversos modos de vida y culturas. “Continúa válido, en el orden pastoral, el principio de la encarnación formulado por san Ireneo: ‘Lo que no es asumido no es redimido’”.[49] Los impulsos e inspiraciones importantes para esa inculturación anhelada se encuentran en el magisterio de la Iglesia y en el caminar eclesial latinoamericano, de sus Conferencias Episcopales (Medellín, 1968, Puebla, 1979, Santo Domingo, 1992, Aparecida, 2007) y de sus comunidades, y de sus santos y de sus mártires.[50]. Una realidad importante de este proceso ha sido el surgimiento de una teología latinoamericana, en especial de la Teología India

 

Encarnación en diferentes mundos de vida. Asumir todo lo humano, todo lo terrenal, allí todo lo sagrado, todo lo divino. Mirarnos en el espejo de los mártires en este camino de mezcla, de síntesis desde dentro. Y solo desde esta certeza de que la pureza y la identidad cerrada es una trampa, buscar sanar las heridas de las mezclas, y potenciar la fiesta de sabores de una mezcla desde el encuentro de hermanos, sin señores. 

 

Comunidades, santos, mártires. Todos ellos, todas ellas, marcándonos el camino. Desde lo colectivo, con los testigos del Reino como faros. No hay como perdernos, en el caos creativo que se nos avecina. 

 

Contar para entretejer el futuro, para sanar

 

104. Recuperar mitos y actualizar ritos y celebraciones comunitarias que contribuyan significativamente al proceso de conversión ecológica.

 

123. Dado que la narratividad es una característica de los pueblos originarios, mediante la cual ellos transmiten su sabiduría milenaria, se sugiere una catequesis que asuma el lenguaje y el sentido de las narraciones de las culturas indígena y afrodescendiente en sintonía con las narraciones bíblicas.

 

Volver a los cuentos. Recuperar el encanto de todos los mundos que podemos crear en comunidad. El dialogo entre nuestra tradición de narradores de las luchas por la liberación y las hazañas del artesano de Nazaret y sus compañeros, se encuentran con relatos de otras latitudes, formando un manto regio. Que todos y todas puedan tomar su voz, narrar la historia que los nace. 

 

Para sanar la herida colonial, hace falta la sabia de todas las sabidurías. Largo el proceso, bello el entramado que vaya naciendo de tan hermoso proceso. 

 

Servicios desde abajo: ministerios del pueblo

 

129. Promover vocaciones autóctonas de varones y mujeres como respuesta a las necesidades de atención pastoral-sacramental; su contribución decisiva está en el impulso a una auténtica evangelización desde la perspectiva indígena, según sus usos y costumbres.

 

Hace casi 50 años, un hombre del Concilio Vaticano II, buscaba construir en una Diócesis de periferia y con rostro Indio, ‘Una Iglesia autóctona’. Sistematizar los procesos, aprender de la historia, recuperar todo el camino construido de vocaciones desde dentro, de ministerios laicales, de servicios autóctonos (los Tuhuneles (tzeltal) de Chiapas nos siguen marcando el norte2). 

 

Usos y costumbres, símbolos y ritos, palabras y silencios. Que toda la vida de fe en comunidad, renazca desde la fuerza de cada raíz, de cada dialogo, de cada semilla. 

 

Una Iglesia que vuelve a tomar enserio la voz de lxs más pobres

 

144. En la voz de los pobres está el Espíritu; por eso la Iglesia debe escucharlos, son lugar teológico. Al escuchar el dolor, el silencio se hace necesidad para poder escuchar la voz del Espíritu de Dios. La voz profética implica una nueva mirada contemplativa capaz de misericordia y compromiso. Como parte del pueblo amazónico la Iglesia recrea su profecía, desde la tradición indígena y cristiana. Pero también significa ver con conciencia crítica una serie de conductas y realidades de los pueblos indígenas que van contra el Evangelio. El mundo amazónico le pide a la Iglesia que sea su aliada.

 

Ser hermanxs escuchadorxs para escuchar el susurro de Dios, en el viento del Espíritu. Desde la Amazonia para cada rincón del planeta, un viento huracanado moverá los cimientos. Callar las catequesis, las homilías, los discursos. Convocar a un sagrado Sínodo del silencio de los obispos y todos los palabreros de Dios. Tener los oídos abiertos, porque  a falta de parpados, es posible padecer sordera del Dios que habla entre los pobres. 

 

Volver a tomar enserio la palabra de los pobres, cambiará todo de lugar. Ellos son sacramento de Jesús y Él sacramento del Buen Dios. Solo desde allí, podemos atrevernos a hablar en su nombre. Con temor y temblor, pero despeinados con el viento de su Espíritu en la cara.

 

Será sucios, mezclados, golpeados. Será con más dudas que certezas. Será en proceso. Será con el machete en mano, para acomodar el jardín de la casa común desde las intuiciones de los pueblos. Y será desde los pobres, o no será. 

 

Pd: uno de los teólogos detrás del Sínodo

 

La solidez detrás del instrumento de trabajo, me anima a contar una breve historia, que pinta de lleno la teología de uno de los teólogos detrás del Sínodo. Reservo su nombre, porque su mirada teológica, es la del artesano de Nazaret, la de toda una tradición en NuestrAmérica. Un dialogo escatológico, como una pincelada de los sueños que mueven al Sínodo. 

 

- ¿Sabes cómo imaginó la llegada al cielo, yo que estoy mucho más cerca que vos de ese momento? Me dice, mirando el horizonte desde la azotea, en Belo Horizonte. 

 

- ¿Cómo? Guardo silencio, qué más podría hacer un puberto con casi 50 años menos.

 

- En principio pienso que estará San Pedro en la puerta, la cultura popular no puede haberse equivocado en ese detalle.

 

- Me rio. Lo miro. Arruga la mirada, suelta un botón del sweater marrón, junta sus pies arropados por unos zapatos negros gastados. Habla despacio, sin apuro, aunque ha sabido vivir entre apuros. Habla mirándome de a ratos, y pintando con su relato, la escatología más chévere que yo haya escuchado.

 

- San Pedro me miraría y para mi extrañeza me pediría el nombre. Yo, además de mi nombre, le diría: Soy Sacerdote. Entonces él levantaría los hombritos, en señal de ‘dame algo más que eso’. Yo apresuraría un: he formado cientos de sacerdotes en seminarios de diferentes lugares. Idéntico el gesto que volvería hacia mí. Entonces yo le diría, confiado: he escrito más de 30 libros, y hasta le di un retiro a un Papa. Y nada, nada de nada. San Pedro permanecería indiferente a mi lista de ‘hazañas’.

 

En ese momento me mira. Baja de aquel cielo y ese dialogo de palabras y gestos, para ver mi rostro. Yo estoy como un niño de jardín de infantes, hipnotizado por el cuento que su maestra le narra, perdido en ese mundo de las palabras finales que él me invita a habitar por un rato, desde ese cielo claro de Belo Horizonte.

 

- Entonces, por detrás de San Pedro se escuchará la risa desencajada de Santiago, a su lado aparecerá la silla de ruedas de Carla y los brazos de Susana se alborotará para saludarme. En esa hora, me brillarán los ojos. San Pedro bajará sus hombritos, me dará su sonrisa como clave de ingreso, y hará el gesto de ‘pase adelante’. 

 

La acogida de sus amigos. La llegada al abrazo. La última palabra, de tantísimas palabras que él ha intuido, escrito y soñado. La última palabra de este viejo teólogo, es un abrazo de los frágiles y descartados de este mundo, como puerta de entrada a la fiesta que no tiene fin. 

 

Pie de foto: un campesino Guatemalteco carga leña, recién cortada con su machete. La cocina espera, la olla espera. Panajachel, 2015.  

 

CITAS

 

1 Cfr. Todas las citas son Instrumentum Laboris del Sinodo de los Obispos sobre la Amazonia (2019)

2 Cfr. Trabajo sobre I. Ellacuría y Samuel Ruiz, http://rebelion.org/docs/86633.pdf

 

 

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