Elogio de la Ternura (1)

31 de Mayo de 2019

[Por: Rosa Ramos]




Mientras media humanidad muere de hambre de pan, 

media humanidad muere de hambre de abrazos. 

Eduardo Galeano

 

El tema de la Ternura en otros tiempos parecía relegarse al mundo femenino, o al poético, y no entraba en la academia, hoy nos desafía a todos, varones y mujeres y también desafía o exige un abordaje  conceptual. 

 

En setiembre del año pasado en Asís se realizó un Congreso sobre la temática y saludar a los participantes el Papa Francisco señaló: 

 

Teología y ternura parecen dos palabras distantes: la primera parece recordar el contexto académico, la segunda las relaciones interpersonales… (sin embargo) La teología está llamada a comunicar la concreción del Dios amor. Y la ternura es un bien “existencial concreto”, para traducir en nuestros tiempos el afecto que el Señor tiene por nosotros. 

 

¿Qué contenidos podría tener entonces una teología de la ternura? Dos me parecen importantes: la belleza de sentirnos amados por Dios y la belleza de sentir que amamos en nombre de Dios.

 

Sin duda el tema exige abordaje teológico1, pero comencemos por una aproximación desde la experiencia de la necesidad de ternura y de la capacidad humana de prodigarla.

 

Encabezamos citando a Eduardo Galeano y su imagen tan fuerte de la humanidad muriéndose de hambres... No necesariamente son dos mitades distintas, muchos mueren de ambas hambres, otros satisfechos de pan y de objetos que se compran, perecen -o se quitan la vida- por inanición de ternura. Todos necesitamos miradas y abrazos, plenos de ternura incondicional, esos que nos bendicen, cuidan, alimentan la vida y nos sostienen en el ser.

 

Miguitas de ternura yo necesito, si le sobra un poquito, démela a mí, dice una canción de Alberto Cortés, y va citando personas y situaciones en las que sin duda el hambre y las llagas -como de aquel Lázaro del capítulo 16 de Lucas- claman esas miguitas. 

 

No sólo de pan vive el hombre, muchos otros “panes” nos sostienen y hacen humanos: la belleza, la justicia, la libertad... la ternura. Nos vamos a detener en esta, pero antes hago notar que estos alimentos coinciden con las dos vías -la ética y la mística- para la experiencia de la Gracia, que señalamos en la entrega anterior siguiendo a González Faus.

 

Nuestro mundo anda hambreado de ternura. Ternura necesaria como el pan de cada día. No necesitamos ilustrar esto, levantamos la vista y vemos los estragos de un mundo mísero de ternura, abrimos los oídos y oímos sus gritos, u otras veces gemidos apenas audibles.

 

Media humanidad se muere de hambre de abrazos. Ternura necesaria como el pan de cada día. Miguitas de ternura yo necesito. Dejemos caer en lo más hondo y repicar allí estos versos.

 

¿Será posible cultivar la ternura hoy en una cultura de consumismo, velocidad, dominio y explotación,  de intereses egoístas, donde reina el instante y lo efímero, y sólo valen los triunfadores? ¡No parecen ser buenos tiempos para la ternura! Parafraseando a Byung Chul Han que nota en esta sociedad del rendimiento la falta de tiempos y disposición para la contemplación. Es que ternura, contemplación y gratuidad van de la mano

 

La ternura requiere tiempo, lentitud, mirar quedo, sosiego, silencio y paz. La ternura requiere identificación con el otro, y va de la mano de la sabiduría que abarca la totalidad (que abraza historia y cosmos)... 

 

Dejemos la necesidad, cambiemos de perspectiva, veamos nuestra capacidad de prodigar ternura, y trataremos de asomarnos a su entraña (para no ser sustancialistas y hablar de su esencia o naturaleza). Hablar de la entraña de la ternura es más femenino, y más bíblico.

 

Ternura es incondicionalidad, ternura es gratuidad, es lo más distante de cálculo, utilidad y precio. En tiempos de eficacia y acreditaciones de calidad, hay sinembargo gestos contraculturales por tan simples y gratuitos, gestos en que -a los ojos del mundo - “perdemos el tiempo”, sin producir, sin rédito, ni esperando nada a cambio. Por ejemplo oír con paciencia una historia ajena o repetida, contemplar a alguien dormido, mirar los diálogos mudos entre madre e hijo, o el caminar de la mano de dos viejitos. 

 

Mirar con ternura es afirmar “Me basta que existas, no te necesito, no te quiero poseer, simplemente ¡bendigo tu existencia, me alegra tanto tu vida!” En el mero existir está el valer, y, si lo descubro, olas de ternura me inundan desde mi propio centro, desde mi entraña humana. Mirar con ternura es descubrir el bien y la belleza ocultos, a veces sepultados, en lo recóndito de una persona. 

 

Podemos sentir ternura ante cualquier ser vivo. Intuimos en una experiencia cuasi mística, de alto grado de conciencia, “que todos somos parte de lo mismo”, captamos una unidad vital, universal, cósmica. Leonardo Boff, Luis Carlos Restrepo, y varias teólogas feministas trabajan este tema en lo que llaman “ecoternura”. 

 

Pero la ternura es el sentimiento más noble, más altamente humano, por desinteresado, que podemos sentir en relación a otras personas, entonces descubrimos la relación entre ternura y empatía. Veo en el otro, a otro yo, mi humanidad abraza en el otro su ser humano, y quizá su humanidad más inocente y buena, más frágil y dependiente, más vulnerable y amenazada. Por ahí –por el respeto y acogida a la alteridad- se funda la ética de Emmanuel Levinas.

 

Christian Bobin en La pura presencia relata con una sensibilidad exquisita las visitas a su padre con el mal de Alzheimer, un texto profundo y místico sobre la incondicionalidad y gratuidad de la ternura.  

 

Citamos otra vez al Papa Francisco (13/9/18), que coloca la capacidad de ternura en haber sido amados primero gratuitamente por Dios y haber sido creados a su imagen:

 

Cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente inclinado a amar. Por otro lado, si Dios es ternura infinita, también el hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura. La ternura, entonces, lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana. 

La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida. 

 

La gratuidad de la ternura da lugar a la solicitud y se expresa en cuidado, en defensa de la vida. En brazos de la ternura la vida está protegida, como en las hermosas pinturas de las maternidades de Guayasamín.

 

Citas

 

1 Encontré un libro escrito hace casi 20 años, pero del que no tenía noticias hasta hace poco tiempo -y aún no leí-: Teología de la Ternura: un “evangelio” por descubrir, escrito por el italiano Carlo Rocchetta.

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.