Hemos tomado Gracia en abundancia (2)

17 de Mayo de 2019

[Por: Rosa Ramos]




"¡Oh, todos los sedientos, vengan por agua, 

y los que no tengan dinero, vengan,  

compren y coman gratis vino y leche… 

Háganme caso y coman algo bueno y sustancioso.” 

Isaías, 55, 1-2

 

Han pasado dos semanas desde la beatificación de los mártires y desde que escribí un relato muy cargado de emoción por las vivencias. Me consta que a muchos, que en presencia o a distancia vibraron con los acontecimientos, les llegó hondamente y se sintieron expresados. 

 

Hoy intento ofrecer otra perspectiva, manteniendo el título.

 

Este nuevo artículo surge luego de tomar consciencia de que la entrega anterior leída por “un lector desprevenido” o con cierta distancia crítica pudo ser al menos “extraño”, en primer lugar el título del artículo, luego su desarrollo. 


Ese lector se pudo preguntar
: ¿es que la Gracia se toma (recoge)?, ¿se está afirmando una toma de Gracia colectiva en un acontecimiento histórico?, ¿se puede acaso hacer experiencia de la Gracia y hacerlo “así como así”?, ¿qué se está entendiendo por Gracia, no se la está “rebajando” a una experiencia emocional humana? Estas y otras son preguntas lícitas para quien haya estudiado alguna vez el tratado de Gracia.

 

En primer lugar aclaro que la expresión “tomar Gracia fue una novedad para mí, nunca la había oído en mi país laico. En La Rioja me dijeron: la gente aquí toca las imágenes religiosas para “tomar Gracia”, es parte de la piedad popular. No sé si el gesto viene de las culturas originarias, o de la colonización; en Europa también se ven las imágenes con los pies gastados pues a diario miles de peregrinos ponen su mano allí. Un tocar que, debo confesar, en mi racionalismo yo no entendía, me parecía un tanto pagano y antihigiénico además. 

 

Aprendida la expresión y el sentido del gesto, rápidamente la trasladé a lo vivido: los cantos, la alegría del Pueblo de Dios allí reunido, las homilías, las palabras emocionadas y firmes a la vez de los testigos, las lágrimas que serenas surcaban tantas mejillas, aquel cielo tan azul y tantos abrazos compartidos… resultaron lugares de Gracia que tocamos o nos tocaron. No pude menos que deponer mi racionalismo, abrirme al don de Dios y tomar Gracia en abundancia!

 

En segundo lugar es necesario aclarar que durante siglos se afirmó que no hay ni puede haber experiencia de la Gracia, no se puede tener o medir en la historia, en el mundo. La Gracia sólo era transmitida misteriosamente a través de los sacramentos. Desde que lo sentenció el Concilio de Trento -siglo XVI- la teología evitó hablar del tema que parecía saldado definitivamente, hasta que el gran teólogo Karl Rahner empezó a cuestionarla y luego otros.

 

Hablar hoy de “experimentar la Gracia” no significa que podamos manejar livianamente el tema, sin temor y temblor. González Faus dice que si hablamos de tal experiencia no es para saber (analíticamente, con ideas claras y distintas) sino para ayudar a otros y para alabar a Dios. De ahí que el arte y la metáfora ayudan  a captar y expresar más que los argumentos. 

 

En tercer lugar entonces, intento compartir algunas consideraciones, breves pinceladas, sobre este tema tan rico y necesario como es la posibilidad de experimentar la Gracia, la Presencia activa de Dios, aquí, a través de los hermanos, de sus historias y circunstancias que nos llega como Buena Noticia portadora de vida, de esperanza, de “novedad regalada”.

 

Nuestra estructura humana es encarnada, relacional: somos-en-el-mundo, somos-con-otros, de ahí que “…los demás hombres son para nosotros una auténtica manifestación de Dios y una necesaria mediación de su presencia.”, esto lo afirma Luis Francisco Ladaria, sj -actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- en su Antropología teológica.

 

“La Gracia no es “una cosa” que Dios da, sino el don de Dios que es Dios mismo… esa presencia de Dios me reestructura dándome una manera nueva de ver todo lo demás, ese nuevo horizonte pude ser confusamente co-percibido al percibir las demás cosas” dice González Faus, sj1 (igual que no percibo la luz en sí misma, pero cuando ella está, puedo percibir todo lo demás). Esa Gracia- Presencia  genera un nuevo horizonte de sentido y de acción pues nos transforma, permite ver con sus ojos, amar con su amor, gozar y sufrir desde su corazón. 

 

Pero ¿a través de qué aspectos de la realidad se hace factible esa experiencia de la Gracia? El citado autor habla de dos vías, la ética y la mística, dos experiencias de inagotable profundidad que parecen reclamarnos cada una por completo: “La primera sitúa toda la vida humana en el horizonte profético de la justicia y de la fraternidad; la segunda sitúa toda la vida humana en el horizonte agradecido de la gratuidad y la filiación.” Aparecen ambas tan seductoras como excluyentes, sin embargo “la ética sin danza (gratuidad) se convierte en fariseísmo, y la danza sin ética se convierte en egoísmo”, de ahí el desafío de asumir la tensión sin cortar con ningún polo de atracción, vale decir sin quedar en el puro voluntarismo ni atrapados en la búsqueda del puro gozo, así fuera el religioso o espiritual. 

 

Claro que “en la medida que sea verdadera experiencia de la Gracia, ha de estar siempre amenazada de ambigüedad.” -dice nuestro autor-. No hay experiencias ni vías puras. Por una parte, la vía ética que lleva a salir de sí encontrando -recibiendo- a Dios en la entrega generosa, no es ajena por completo al orgullo, a la autoafirmación, etc. Por otra parte, la vía mística o de gratuidad que experimenta la Gracia en la libertad, la alegría, la belleza, se ve amenazada por la evasión de la realidad y también la autoafirmación en búsqueda de paz, armonía, etc.

 

Entonces es posible la experiencia de la Gracia, tal como vimos afirmada por varios teólogos contra la postura preconciliar. Y quien vive la experiencia descubre simultáneamente que es inapelable, que no se le impone pero que “es”, y a la vez que es totalmente gratuita, indisponible, de modo que no es posible apropiarse, sino asombrarse y agradecer el regalo.

 

Somos testigos, así la experimentamos en un sitio y en un momento histórico, como fue la beatificación de los cuatro mártires en La Rioja, en estrecha relación ética y danza, entre el valor del compromiso y la alegría pascual; una experiencia que no podemos negar y que no produjimos sino que nos fue regalada. Gratis bebimos de esa fuente, como dice el profeta Isaías, gustamos un alimento bueno y sustancioso. A sabiendas que como todo acontecimiento humano pudo estar teñido de ambigüedad: el gozo no nos exime del discernimiento.  

 

La experiencia de Gracia no es mágica. Dice González Faus: “La experiencia de la Gracia no resuelve nada. Lo deja todo, en cierto sentido, por resolver”. Aunque también en otro punto afirma: “Su misión es servir como punto de referencia a los demás momentos del vivir”. Dicho de otro modo: si bien las tensiones, dificultades y desafíos, siguen atravesando nuestras historias grandes y mínimas, también es cierto que la Gracia fortalece la esperanza para impulsar avances, destrabar tensiones y construir fraternidad

 

Nos queda esta fuerte experiencia de Gracia como faro y compromiso, al modo de los altares que iba dejando agradecido Abrahán en su caminar para recordar sus encuentros con Dios.

 

Notas

 

1 Seguimos el planteo en su obra Proyecto de Hermano. Visión creyente del hombre. Sal Terrae,  (pág 691-733)

 

Pie de foto: un momento de oración comunitaria en Los Llanos, La Rioja.

 

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