La solución de la crisis no es alinearse con Estados Unidos

14 de Mayo de 2019

[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]




El proceso actual de globalización revela, a mi modo de ver, dos tendencias básicas: la globalización monopolar hegemonizada por Estados Unidos, con el respaldo por las grandes corporaciones económico-financieras. Marcada por la homogeneización de todo. Dicho en un lenguaje pedestre, sería una hamburguerización del mundo: la misma hamburguesa con la misma fórmula, consumida en USA, en Rusia, en Japón, en China y en Brasil.

 

La otra tendencia es multipolar, prevé varios polos de poder, con distintos centros decisorios, pero todos dentro de la misma Casa Común, una, compleja, amenazada de ruina. China hegemoniza esta tendencia. Predomina la monopolar. El “America first” de Trump significa “sólo América”. Sólo ella tiene intereses globales –dicen–, y se arroga el derecho de intervenir allí donde esos sus intereses están amenazados, o pueden ser extendidos, ya sea mediante guerras directas o delegadas, como Trump pretendía con Brasil ante la crisis en Venezuela, sin considerar los contratos y leyes internacionales.

 

La estrategia de EEUU, radicalizada después del atentado a las Torres Gemelas, es garantizar su hegemonía mundial mediante los medios de destrucción masiva en primer lugar (pueden matar a todo el mundo), y después por la economía capitalista y por la ideología (Hollywood desempeña un gran papel en eso), que es una forma de guerra blanda (guerra híbrida) pero efectiva para conquistar mentes y corazones por la vía simbólica y por el imaginario, bajo el supuesto signo de la democracia y de los derechos humanos.

 

Pero el gran medio de dominación es la economía de carácter capitalista neoliberal. Ésta tiene que ser impuesta a todo el mundo (China se dejó ganar por ella para fortalecerse económicamente). Esto se hace a través de las grandes corporaciones globalizadas y sus aliados nacionales. Ésta es la gran arma, pues la otra, la bélica, funciona como disuasión y como un espantapájaros, pues puede destruir a todos, inclusive a quien la usa.

 

Quien gane la carrera de la innovación tecnológica, especialmente la militar pero también la económica, conseguirá la hegemonía mundial. ¿Qué tiene que ver todo esto con la actual situación política y económica de Brasil? Tiene todo que ver. Con el presidente Jair Bolsonaro se hizo una opción clara por la alineación irrestricta y sin contrapartida con las estrategias de hegemonía mundial de EEUU.

 

En los altos niveles militares y en las élites adineradas se esgrime el siguiente argumento: no tenemos ninguna posibilidad de ser una gran nación, aunque tengamos todas las condiciones objetivas para ello. Hemos llegado tarde, y no participamos del pequeño grupo que decide los caminos del mundo. Hemos sido colonia y se nos impone una recolonización para abastecer de materias primas naturales (commodities) a los países avanzados. Es forzoso incorporarse al más fuerte, en este caso Estados Unidos, como socio agregado con las ventajas económicas concedidas al selecto grupo transnacionalizado que da sustentación a esta opción. Aquí faltó una inteligencia más soberana para buscar un camino propio en relación dialéctica con las grandes potencias actuales.

 

Las grandes mayorías pobres no cuentan. Son ceros económicos. Producen poco y no consumen casi nada. De la dependencia pasan a la prescindencia.

¿Cuál es el cambio que ha ocurrido en Brasil en los últimos años? La cúpula superior del ejército, los generales que tienen tropa a su mando (éstos son los que cuentan) habrían abrazado esta tesis. Habrían dejado en segundo plano un proyecto de nación autónoma. La seguridad de la cual son responsables estaría garantizada ahora por EEUU con su aparato militar y sus más de 800 bases militares repartidas por todo el mundo. Esta adhesión implica también incorporar la economía de cariz liberal (entre nosotros, ultraliberal) y la democracia representativa, aunque sea de baja intensidad.

 

Con el actual Presidente, Brasil ha sido ocupado por los militares. El excapitán, hecho jefe de Estado, es la cabeza visible de este proyecto, implantado abruptamente en Brasil. Para esta diligencia se hace necesario debilitar todo lo que nos hace un país-nación: la industria debe entrar en un ritmo lento y ser sustituida por las importaciones; las instituciones con signos democráticos y nacionalistas, mantenidas, pero hechas ineficientes; las universidades públicas, desmontadas, para dar lugar a las privadas y asociadas a las grandes empresas, pues éstas necesitan cuadros formados en ellas para poder funcionar.

 

Las pequeñas peleas internas entre el astrólogo de Virginia y los militares son irrelevantes. Ambos tienen el mismo proyecto básico de adhesión a Estados Unidos y al neoliberalismo, pero con una diferencia. Los olavistas son toscos, rudos, con un lenguaje vulgar. Los militares acuden con aires de educación y de civismo, queriendo inspirar confianza, pero tienen el mismo proyecto de base. También la misma adhesión a EEUU. Resignados, admiten que en la nueva guerra fría entre EEUU y China, tenemos que optar por EEUU o ser tragados por China, renunciando así a un camino soberano en medio de las tensiones entre las grandes potencias.

 

Veo dos vías de enfrentamiento, entre otras:

 

La vía ecológica: todos estamos dentro del antropoceno, era en la que el ser humano está desestabilizando aceleradamente todo el sistema-vida y el sistema-Tierra. Los sabios y científicos nos advierten que, si no cambiamos, podremos conocer un desastre ecológico social que puede destruir gran parte de la biosfera y de nuestra civilización. Así el propio sistema capitalista y su cultura perderían sus bases de sustentación. Los supervivientes tendrían que pensar en un plan Marshall global para rescatar lo que quedara de la civilización y restaurar la vitalidad de la Madre Tierra.

 

La vía política: una masiva manifestación popular, un tsunami de gente en las calles, protestando y rechazando ese modelo anti-pueblo y anti-vida. Los generales se sentirían atrapados por las acusaciones de anti-patriotismo, provocando una división interna entre los que apoyan a las calles y los que se resisten. Los políticos lentamente irían adhiriéndose porque no verían otra alternativa. De esta forma podría surgir un movimiento alternativo y contrario al orden vigente.

 

Podría haber mucha violencia en ambos lados. No sería descartable una intervención norteamericana, ya que sus intereses son globales, especialmente teniendo como objetivo la Amazonia. Queda por saber si Rusia y China tolerarían esta intervención. Lo peor que podría suceder sería crear una especie de Siria en nuestro territorio. El escenario es sombrío pero no imposible, se sabe que hay halcones en los órganos de seguridad que no descartan esa posibilidad.

 

A nosotros nos cabe secundar la vía política con los riesgos que implica. No perdamos la oportunidad de confiar en nuestras virtualidades, especialmente en lo que concierne a la riqueza ecológica, y de tener importancia en la determinación del futuro de la humanidad y del planeta vivo, la Tierra.

Lo más importante es presentar una alternativa viable de otro tipo de Brasil, soberano, con una democracia participativa, justo, abierto al mundo y dispuesto, por su capital natural, a ser la mesa puesta para las hambrunas del mundo entero. 

  

[Tomado de: Página de Boff en Koinonía]

 

*     *     *

 

¿A solução da crise está no alinhamento aos EUA?

 

                                                         

O atual processo de globalização revela, a meu ver, duas tendências básicas: a globalização monopolar hegemonizada pelos EUA, respaldados pelas grandes corporações econômico-financeiras. É marcada por uma  homogeneização de tudo. Dito numa linguagem pedestre, seria uma hamburguerização do mundo: o mesmo hambúrguer com a mesma formula, consumido nos USA, na Rússia, no Japão, na China e no Brasil.

 

A outra tendência é  multipolar que prevê vários pólos de poder, com distingos centros decisórios mas todos dentro da mesma Casa Comum, una, complexa, ameaçada de ruína. A China hegemoniza esta tendência.

 

Predomina a monopolar. O “America first” de Trump significa: “só a América”. Só ela, dizem,  tem interesses globais e se arroga o direito de intervir lá onde esses interesses são ameaçados ou podem ser expandidos seja por guerras diretas ou delegadas, como Trump  pretendia com o Brasil, face à crise na Venezuela.

 

A estratégia dos EUA radicalizada depois do atentado às Torres Gêmeas, é garantir a hegemonia mundial pelos meios de destruição em massa em primeiro lugar (podem matar todo mundo) e depois pela economia capitalista, pela ideologia (Holywood dessempenha grande função nisso) que é uma forma de guerra branda (guerra híbrida) mas efetiva por conquistar mentes e corações pela via simbólica e pelo imaginário, sob o pretenso signo da democracia e dos direitos humanos.

 

Mas o grande meio de dominação é pela economia de cariz capitalista neo-liberal. Este tem que ser imposto a todo mundo (a China dixou-se tomar por ele para se fortalecer economicamente). Isso é feito pelas grandes corporações globalizadas e por seus aliados nacionais.  Essa é  grande arma, pois a outra, a bélica, funciona como dissuasão e como um espantalho pois pode destruir a todos, inclusive quem a usa. 

 

Quem ganhar a corrida da inovação tecnológica, especialmente, militar mas também econômica, detem a  hegemonia mundial.

 

Que tem a ver tudo isso com a atual situação política e econômica do Brasil? Tem tudo a ver. Com o presidente Jair Bolsonaro, se fez uma opção clara pelo alinhamento irrestrito e sem contrapartida às estratégias de hegemonia mundial dos EUA.

 

Nos altos escalões miitares e nas elites endinheiradas se faz o seguinte argumento: não temos chance nenhuma de ser uma grande nação, embora tenhamos todas as condições objetivas para isso. Chegamos atrasados e não participamos do pequeno grupo que decide os caminhos do mundo. Fomos colônias e nos é imposta uma recolonização para abastecer de commodities naturais os países avançados. É forçoso se incorporar ao mais forte, no caso, aos EUA, com sócios agregados com as vantagens econômicas concedidas ao seleto grupo transnacionaliizado que  dá sustentação a  esta opção.

 

As grandes maiorias pobres não contam. São zeros econômicos. Pouco produzem e consomem quase nada.Da dependência passam à prescindência.

 

Qual a mudança que ocorreu no Brasil nos últimos anos? A alta cúpula do exército, os generais que têm tropa (estes que contam) teriam abraçado esta tese. Teriam deixado em segundo plano um projeto de nação autônoma. A segurança da qual são responsáveis seria garantida agora pelos EUA com seu aparato militar e pelas mais de 800 bases militares espalhadas pelo mundo afora. Esta adesão  implica também incorporar a economia de cariz liberal (entre nós ultra-liberal) e a democracia representativa, mesmo de baixa intensidade.

 

Com Bolsonaro. o Brasil foi ocupado pelos militares. O ex-capitaão, feito presidente, é a cabeça de ponta deste projeto, implantado pesadamente no Brasil. Para esta diligência faz-se necessário debilitar tudo aquilo que nos faz pais-nação: a indústria deve entrar num ritmo lento e ser substituída pelas importações, as instituições com sinais democráticos e nacionalistas, mantidas mas torná-las ineficientes, as universidades, desmontadas para dar lugar às privadas e associadas às grandes empresas, pois estas precisam de quadros formados nelas para poderem funcionar.

 

As pequenas brigas internas entre o astrólogo da Virgínia e os militares  são irrelevantes. Ambos têm o mesmo projeto básico de adesão aos EUA e ao neoliberalismo mas com uma diferença. Os olavistas são toscos, rudes, simbolicamente violentos. Os militares comparecem com ares de educação e de civilidade querendo inspirar confiança. Mas possuem o mesmo projeto de base. Resignados, admitem que na nova guerra-fria entre EUA e China temos que optar: ou pelos EUA ou seremos engolidos pela China.

 

Vejo duas vias, entre outras, de enfrentamento:

 

A via ecológica: todos estamos dentro do antropoceno, era em que o ser humano está desestabilizando celeremente todo o sistema-vida e o sistema-Terra. Advertem-nos sábios e cientistas que se não mudarmos poderemos conhecer um desastre ecológico social que poderá destruir grande parte da biosfera e de nossa cvilização. Assim o próprio sistema capitalista e sua cultura perderão suas bases de sustentação. Os sobreviventes teriam que pensar num plano Marshall global para resgatar o que restou da civilização e restaurar a vitalidade da Mãe Terra.

 

A via  política: uma massiva manifestação popular, um tsunami de gente nas ruas, protestanto e rejeitando esse modelo anti-povo e anti-vida. Os generais se sentiriam acuados pelas  acusações  de anti-patriotismo, provocando uma divisão interna entre os que apoiam as ruas e os que resistem. Os políticos lentamente adeririam pois não veriam outra alternativa. Desta forma poderia surgir um movimento alternativo e contrário à ordem vigente.                 

                  

Poderia ocorrer muita violência em ambos os lados. Não seria descartada uma intervenção norte-americana, já que seus interesses são globais, especialmente visando a Amazônia. Resta saber se a China tolerará esta intervenção. O pior que nos poderia acontecer seria uma espécie de Síria em nosso território. O cenário é sombrio mas não impossível pos é sabido que há falcões nos órgãos de segurança estadounidentes que não descartam essa possibilidade.

 

A nós cabe secundar a via política com os riscos que implica. Mais importante é apresentar uma alternativa viável de um outro tipo de Brasil, soberano, com democracia participativa, justo, aberto ao mundo e disposto a ser a mesa posta para as fomes do inteiro.

 

Leonardo Boff é eco-teólogo, filósofo e escritor.

Imagem: https://americanfreepress.net/what-americans-think-about-america-first-survey/ 

 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.