Un proyecto de Iglesia para el futuro en España. Cuarenta años después (1)

10 de Mayo de 2019

[Por: Juan José Tamayo]




¡Grata, muy grata sorpresa! Acaba de publicarse la segunda edición de mi libro Un proyecto de iglesia para el futuro en España (San Pablo, Madrid, 2019). Nunca hubiera imaginado que cuarenta años después de la primera edición quedaran lectores y lectoras que siguieran mostrando interés por él y me expresaron su deseo de reeditarlo. Vaya por delante mi agradecimiento a la Editorial San Pablo por la nueva edición. También a los nuevos lectores y lectoras a algunos de los antiguos y antiguas que me han dicho que no lo localizan en sus estanterías y a otros que han vuelto a adquirirlo por las novedades del mismo: nuevo prólogo, epílogo y revisión profunda del texto, sobre todo en la corrección del lenguaje excluyente de entonces: “hombre” “hombre”, y la incorporación del lenguaje inclusivo: ser humano, persona, hombres y mujeres…

 

Era el tercer libro que escribía sobre la Iglesia. El primero fue Iglesia Popular. Por una Iglesia del pueblo (Mañana Editorial, Madrid, 1976), escrito en colaboración con María José Antón y Jesús Rey. El interés que despertó quedó patente por el secuestro de que fue objeto por parte del Tribunal de Orden Público (TOP). Era el primer libro que sufría tan severo castigo tras la restauración de la Monarquía borbónica. La censura seguía viva y activa. Mi segundo libro sobre la Iglesia se titulaba La Iglesia española. Del campanario a la política (Editor Antonio Román Ibars, 1978), que contaba con un prólogo del profético sacerdote y político catalán Lluis M. Xirinac y una entrevista-pórtico al cura-obrero Mariano Gamo, párroco de Nuestra Señora de la Montaña en el barrio madrileño de Moratalaz. En ella criticaba el “bunker eclesiástico”, el anticomunismo visceral y de cruzada de ciertos obispos españoles. 

 

Pero constataba también que “está surgiendo otra Iglesia, otra fe… otro modo de ser cristiano y cristiana, que ha salido de la caverna del culto privado y responde al desafío de la historia de la libertad. ¿Tendrá vía libre?”. Se adelantaba en varias décadas a las demandas actuales de “Otra Iglesia es posible”. 

 

Nuevas comunidades, con raíces evangélicas renovadas, al lado de los colectivos marginados

 

El libro era mi primer libro de teología, a partir de la eclesiología comunitaria del Vaticano II y de mi experiencia como impulsor y miembro activo de las comunidades de base. Vio la luz recién cumplidos mis treinta años, tras un lustro de docencia en diferentes centros teológicos –empecé la docencia a los 24 años-. Se publicaba poco después de la defensa de mi tesis doctoral sobre Historia, pedagogía de la fe y teología de la JOC española, bajo la dirección del teólogo Casiano Floristán, con quien después compartí varias publicaciones y mantuve una entrañable amistad durante treinta y cuatro años hasta su fallecimiento el 1 de enero 2006. 

 

Él escribió el prólogo –que mantengo en la nueva edición- en el que reconoce mi pasión por el futuro y mi conciencia de la incertidumbre en un mundo imposible de certezas. Afirma que el camino venidero del cristianismo eran las “nuevas comunidades, con raíces evangélicas renovadas, al lado de las clases sociales menesterosas y de los grupos marginados, en una línea de acción claramente profética”. Me parece la mejor síntesis del libro, que, a su vez, constituía el más fiable aval para su discípulo. 

 

1948, 1958, 1968, 1978: la utopía en acción y su desvanecimiento 

 

1978, año de la publicación, fue una efemeñrides muy significativa, que se deja sentir a lo largo de sus páginas. Ese año conmemoramos los cambios sociales, políticos, cultuales y religiosos profundos producidos en décadas anteriores. Fueron fechas para la esperanza, sí, pero también para el desencanto, para la libertad y la represión, la proclamación de los derechos humanos y su sistemática transgresión, la cultura de paz y la imposición militar del orden, la primavera eclesial y el comienzo de la involución, la contestación y la adaptación al sistema, la utopía en acción y su desvanecimiento, la revolución y su aplastamiento.  

 

Ese año celebrábamos el 30 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; el 20 aniversario de la elección del Papa carismático Juan XXIII; el décimo aniversario de la Primavera de Praga, sofocada por los tranques del Pacto de Varsovia; del asesinato de Martin Luther King, defensor de los derechos civiles de los negros; del Mayo francés y de la Revolución estudiantil; de la revuelta estudiantil de México y de la matanza de cientos de estudiantes en la plaza de Tlatelolco; de la II Asamblea General del Episcopado Latinoamericano celebrada en la ciudad colombiana de Medellín, que pasó de la Iglesia colonial al cristianismo liberador.

 

Y, quizá lo más importante para nuestro país: la aprobación de la Constitución Española, que terminaba con cuarenta años de dictadura e iniciaba la transición democrática. Fue en este clima en el que escribí el libro como reflexión socio-teológica sobre la Iglesia con los siguientes objetivos:

 

-Fundamentar teológicamente el fenómeno de las comunidades de base, que no eran una moda pasajera, sino una experiencia enraizada en el movimiento igualitario de Jesús de Nazaret, en la vida de las comunidades cristianas primitivas y en el tejido social de los movimientos culturales y sociales. 

 

- Defender la democratización de la Iglesia como condición necesaria para su credibilidad y presencia significativa en la sociedad. 

 

- Asumir la opción ético-evangélica por los pueblos empobrecidos.

 

- Compromiso sociopolítico de los cristianos y cristianas a nivel personal y comunitario como inherente a la fe y forma de amor cristiano políticamente eficaz.

 

- Justificar la dimensión crítico-pública del cristianismo, que no puede recluirse en el ámbito privado ni en los lugares de culto, pero tampoco confesionalizar la esfera política, sino mostrarse respetuosa con la secularización.  

 

- Ejercer la denuncia profética de los poderes opresores. 

 

- Quebrar la uniformidad de la conciencia cristiana, identificada con frecuencia con la moral conservadora, el pensamiento integrista y los partidos político de derechas, y defender el pluralismo político que lleva a dar carta de ciudadanía eclesial “a los que se creen sinceramente cristianos y sinceramente marxistas”, como sostenía entonces el obispo auxiliar de Madrid Alberto Iniesta. 

 

- contribuir a aligerar a la Iglesia católica de sus alhajas y ostentaciones para presentarla al desnudo y encarnada en las nuevas coordenadas históricas.

 

- “Conducir el cristianismo hacia puertos de emancipación”. 

 

En el siguiente artículo expondré las nuevas aportaciones de la actual edición. 

 

 

Juan José Tamayo es Director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”. Universidad Carlos III de Madrid

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