¿Hasta cuándo van a abusar de nuestra paciencia?

02 de Abril de 2019

[Por: Juan José Tamayo]




Los obispos españoles empezaron casi presumiendo de que la iglesia católica española era diferente a las demás iglesias porque no se habían dado las agresiones sexuales de sacerdotes y religiosos que habían tenido lugar en otras iglesias. Cuando los medios de comunicación laicos dieron a conocer los primeros casos de pederastia clerical, los consideraron irrelevantes y empezaron a señalar a las familias como los espacios donde se producía el mayor número de agresiones sexuales. Guardaron silencio, encubrieron los casos y no tomaron medidas.   

 

Pero las víctimas seguían creciendo, hablando, dando a conocer los horrendos crímenes sexuales de los que habían sido objeto, indefensos, durante años en seminarios, noviciados, iglesias, oratorios, casas parroquiales, capillas, monasterios, tiendas de campamentos, zonas deportivas, sacristías, incluso altares, etc. La respuesta de los obispos y superiores de congregaciones religiosas fue que no habían tenido noticia de las agresiones y que las víctimas no habían denunciado. Pero estas desmintieron tales afirmaciones demostrando que habían puesto las agresiones con los nombres y apellidos de los pederastas en conocimiento de los responsables, que estaban perfectamente informados. Eran unos encubridores. Estaban mintiendo. Se dieron también casos de comprar económicamente el silencio. Tampoco eso fue reconocido.  

 

Tras ser acusados de encubrimiento, mentira, complicidad y compraventa, ningún dirigente eclesiástico asumió la responsabilidad de los crímenes sexuales. Ninguno dimitió. Todos siguieron en sus puestos. Ninguno fue llevado ante la justicia ni condenado, como ha sucedido en otros países como Francia, donde el cardenal Barbarin, arzobispo de Lyon y máxima autoridad de la Iglesia católica francesa, ha sido juzgado y condenado a seis meses de cárcel por encubrir las agresiones sexuales de un sacerdote de su diócesis contra menores. Incluso en algunos casos como el del obispo de Astorga, acusado por algunas víctimas de encubrir a pederastas, fue nombrado presidente de la comisión episcopal para el estudio de la pederastia.

 

Llegó la cumbre del Vaticano, a la que asistió el cardenal Blázquez como presidente de la Conferencia Episcopal Española con el doble encargo de haberse encontrado con las víctimas y llevar un informe sobre los casos de pederastia clerical y sobre las víctimas. Parece que incumplió las dos encomiendas. Al menos las víctimas niegan que se reuniera con ellas antes de la cumbre. Y del informe al menos no hemos tenido noticias, como sí la hemos tenido de otras conferencias episcopales que fueron a la cumbre con los deberes hechos. 

 

A la vuelta de Roma, el cardenal Blázquez se prodigó en declaraciones, sobre todo en su televisión, TV13, en las que demostró la ineficacia y esterilidad del encuentro episcopal con el Papa, ya que no se tomaron las medidas concretas que todos esperábamos, especialmente las esperaban las víctimas. Blázquez dejó meridianamente claro que la Conferencia Episcopal Española no iba a hacer ninguna investigación sobre la pederastia en el pasado porque dijo carecer de autoridad para ello y estar a la espera de lo que ordene el Papa. ¡Qué dependencia de Roma y qué falta de autonomía!

 

Tal inacción contrasta con las investigaciones que han llevado a cabo otras conferencias episcopales como la alemana, la irlandesa, la belga, la holandesa, la francesa, algunas de las cuales ya han hecho públicos los resultados. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Alemana ha documentado 3677 casos de agresiones sexuales provocadas por 1670 clérigos tras una rigurosa investigación de cuatro años sobre un período de varias décadas. Varias congregaciones religiosas españolas están llevando a cabo también investigaciones entre sus miembros. Lo que deja más al descubierto la falta de voluntad de la CEE o, al menos, de su presidente para aclarar crímenes tan horrendos.

 

En sus declaraciones Blázquez se ha comprometido solemnemente colaborar con las víctimas, si se lo piden –no tomando la iniciativa- y con la justicia. Yo me pregunto: ¿cómo va a colaborar con la justicia si se niega abrir una investigación sobre los clérigos responsables? De nuevo instalado en la contradicción.

 

La reacción de las víctimas ante tales declaraciones no se ha hecho esperar. Juan Cuatrecasas, padre de la víctima del colegio del Opus Dei de Gaztelueta, ha emitido un juicio muy severo sobre los obispos: “la jerarquía eclesiástica es insoportable, insustancial, mentirosa y muy cobarde”. (Y yo añadiría: pusilánime, irresponsable e insensible al sufrimiento de las víctimas). Juicio que hace extensible al presidente de la CEE: “Blázquez sabe lo que oculta la iglesia española y conoce la soberbia de la institución que él mismo dirige. Las palabras de Blázquez me producen estupor, y no tengo reparo en decir que desprecio y una profunda aversión”. ¿Dónde queda la tan cacareada transparencia y las repetida asunción de responsabilidades? 

 

Remedando la Primera Catilinaria de Cicerón, las víctimas podrían preguntarse: ¿Hasta cuándo señores obispos, señor Blázquez, van a abusar de nuestra paciencia?       

 

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Religión, género y violencia (Dykinson, Madrid, 2019, 2ª ed., 2ª reimpresión). 

 

Imagen: https://www.razonmasfe.com/fe/los-precios-que-se-pagan-por-el-escandalo-de-pederastia-en-la-arquidiocesis-de-medellin/ 

 

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