Mulieris petra (en la memoria de cada 24 de marzo)

24 de Marzo de 2019

[Por: Francisco José Bosch]




Una piedra en la mano de un simio puesto de pie, erguido para sobrevivir. No se trata de una cría, tampoco de una especie madura. Es una mano joven la que sostiene la piedra, solo por breves instantes la aprieta marcando su palma con ese relieve y mostrando al cielo el relieve de sus venas saltonas. 

 

La piedra vuela por los aires, rompe un cristal, alborota a los conserjes del hotel. Asusta a algunos que marchan por la bajada que conduce a la costa. A pocos metros, el mar, su ruido, su bruma, su potencia para comerse al mundo. De este lado, los simios que le disputan al tiempo la memoria, marchan como cada veinticuatro de marzo, en el sur de América. 

 

La mínima erupción que genera la mano del joven y su fuerza se pierde en un tumulto de ruidos, palabras, bombos, cantos. La piedra se pierde entre los pedazos de cristales rotos. El joven se pierde en medio de sus compañeros de especie. En medio de ellos, unas cuantas mujeres, que parecen cansadas de andar, envuelven sus cabellos blancos con pañuelos todavía más blancos. Caminan por delante, como si nadie allí presente se atreviera a ir por delante. 

 

Las de blanco marcan el ritmo de la marcha. Tienen un paso lento, casi arrastrado. Sus rostros tienen tantas arrugas que parecen montañas vivas, rocas encendidas como brasas ocultas bajo las cenizas de cualquier fogata. Pero siempre rocas que guardan la potencia del fuego. Hasta los simios más jóvenes, los lanza piedras, se acomodan al tiempo de aquellas mujeres: corren, hacen alguna travesura, se detienen, charlan, toman un mate, fuman un pucho. Pero no trasgreden esa línea imaginaria, esa frontera de futuro que marcan las mujeres del pasado. 

 

Hasta que la mirada de Leda, una de las mujeres de pañuelo, se posa sobre la mirada joven de Jonatan. Él se acerca, ella lo abraza sin dejar de marchar. A ese ritmo es posible caminar y abrazar, o ellos lo hacen posible. Y entonces la Abuela le saca una piedra de las manos, con la otra le acaricia el rostro y, en medio del quilombo hermoso de las marchas, le dice: 

 

Los seres humanos somos piedras tiernas. Las piedras son rocas que saltaron de los volcanes del mundo. En esta aspereza está toda la memoria de la tierra y también toda la ternura. Aquí está, toda nuestra memoria, toda nuestra lucha.  — la abuela no se detiene, aunque los bombos suenan cada vez más fuerte y el canto ‘Macri basura vos sos la dictadura’ ha tomado las calles Cada vez que uses una roca como piedra, elige bien el objetivo. Porque las rocas son fuego sólido, a  veces para encender otras para romper. – dijo mirándolo.

 

Jonatan queda quieto del alma, aunque camina llevado por la multitud en marcha. La abuela pone su mano en la espalda del joven, como apurándole el paso y la mirada hacia el futuro:

 

La memoria es un arma siempre cargada hijo, siempre.

 

Francisco Bosch (militante cristiano)

 

 

Pie de foto: La abuela de plaza de Mayo, Leda Barreiro, por el artista Edgardo Trejo, para la tapa del libro ‘El grito descolonizador’. 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.