Desaprender la guerra

21 de Marzo de 2019

[Por: Rosa Ramos]




Desconvocar el odio,
desestimar la ira,
rehusar usar la fuerza,
rodearse de caricias.
Reabrir todas las puertas,
sitiar cada mentira…

Luis Guitarra

 

El título de este artículo corresponde a la canción que también comparto hoy.

 

No resultó fácil elegir los versos para el copete, pues toda la letra es una convocatoria muy pertinente, y hasta urgente, en este momento de la historia.

 

Dos hechos públicos muy graves nos han conmovido hace pocos días: un atentado en una escuela en Brasil y otro a dos mezquitas en Nueva Zelanda, distantes entre sí en el espacio, pero ambos muy violentos. Además de acabar con vidas inocentes y destruir familias, destruyen confianzas, acrecientan la sensación de vulnerabilidad y atizan fieros rencores. 

 

Los hechos en sí son tan dolorosos e inaceptables que cuestionan nuestro proceso humano y nuestro tiempo y, detrás de ellos, alarma la creciente ola de violencia hacia los “otros”, una intolerancia a la alteridad de todo tipo, de género, de razas, de credos. En el atentado contra las mezquitas donde fallecen 50 personas el odio es declarado por su autor, y “fundamentado” en un documento extensísimo que pone en las redes antes de salir a cometer el atentado que filmaba y compartía en tiempo real. A la atrocidad del hecho se suman estos dos elementos que ponen en tela de juicio nuestra racionalidad y conciencia de ciudadanos del siglo XXI. 

 

Nueva Zelanda era un sitio seguro, donde no se cerraban las puertas ni las de las casas particulares ni las de la acogida a los refugiados. De pronto fue sorprendido por la violencia de un extranjero que lleno de odio planeó durante dos años, ejecutó y filmó, un atentado como “modelo” a imitar por otros para defender la “raza blanca” de la invasión de musulmanes.

 

No podemos perder la conciencia y la sensibilidad tan trabajosamente adquiridas a lo largo de siglos y milenios. Con mucho dolor reconocimos o aprendimos tras dos guerras mundiales en el siglo XX que hay derechos inalienables fundados en la dignidad humana, en una dignidad a fomentar y defender en todos, sin diferencias de ningún tipo. No debemos dejar que nos arrebaten esos aprendizajes que nos hacen más humanos y por eso, contraculturalmente, tenemos que desconvocar el odio.

 

Contraculturalmente, porque debemos ir contra lo que cultivamos hoy, el individualismo y la homogeneidad de los espejos, como hace años planteaba Gilles Lipovetsky: un mundo donde no vemos ni queremos ver al otro sino que nos rodeamos de iguales que refuerzan nuestra imagen que en realidad es lo único que nos importa, la autoafirmación. El filósofo francés lo planteaba al inicio de lo que ahora es el pan cotidiano de las redes sociales, donde cada vez pensamos menos críticamente y cultivamos el “me gusta”, o viralizamos noticias, pedidos, alarmas y videos -muchas veces falsos-, donde justamente se provoca inseguridad, miedo, desprecio y hasta odio al “diferente”.

 

Contracultural y valientemente se mostró y habló Jacinta Ardern, Primer Ministra de Nueva Zelanda, luego del atentado. Pero, ¿qué seguirá allí? y ¿qué seguirá en otros grupos violentos que ya declararon vengarán el atentado?, ¿mayor violencia de todos contra todos?, ¿es este el mundo y la cultura que queremos para la humanidad de hoy y para nuestros hijos… nietos?

 

Otros versos sueltos de la canción de Luis Guitarra: “sitiar cada mentira”, “rehuir de la codicia”, “humanizar los credos”, “negarse a las consignas”, “penalizar las prisas”. Creo que expresan muy bien los males a exorcizar en este momento histórico de pérdida de esa humanidad que en nuestro imaginario forjamos como el “hombre y la mujer nuevos”; buen imaginario al que creo no debemos renunciar, o retrocederemos muchos casilleros de este proceso que no es el ludo, que no es un juego, porque está justamente en juego la humanidad.

 

La prisa, la velocidad, el multitasking tan de moda, la codicia, la obligación de crecer y poder más… son las tentaciones actuales, pero tan normalizadas que no se visualizan como males; al contrario son presentadas como virtudes. En realidad son tentaciones porque nos llevan a caer en no pensar, en no sentir, en vivir aceleradamente, pero también en una actitud defensiva de los demás que pasan a ser competidores, enemigos.

 

La mentira, las consignas bélicas, los credos deshumanizados y fundamentalistas se repiten logrando adeptos en el humus de la prisa y de la codicia. Son tentaciones que oscurecen la mirada crítica, de ahí su peligrosidad.

 

La canción de Luis Guitarra no sólo nos alerta de esas tentaciones tan propias de nuestra cultura, sino que propone alternativas: “rehabilitar los sueños”, “realimentar la risa”, “sumarse a la alegría”, “rodearse de caricias”, “curarse las heridas”, “reinaugurar la vida”… Algunos dirán que son demasiado ingenuas para vivir con los pies en la tierra, ¿en cuál, en la tierra del odio y la violencia? Pero ¿es que acaso queremos vivir en esa tierra? ¿No sería mejor habitar otra tierra más amigable, donde quepamos todos, con nuestros diversos colores y credos, sin miedos ni odios, con pan y trabajo compartidos, con esperanzas a realizar?

 

Quizá otros versos son más “serios” y exigentes para los que desconfían de los anteriores por ingenuos: “rendirse a la Justicia” (nos recuerda que la paz es hija de la justicia), “adecentar la Tierra”, “desaprender la guerra”, que da título a la canción, y que parece una empresa tan ardua. Claro que son desafíos que no pueden ser respondidos en forma individual -si bien hay una tarea personal ineludible que empieza dentro de cada uno y en el entorno cercano-, sino discerniendo caminos y acciones comunes, contraculturales como evidencia el llamado a adecentar la Tierra, cuando muchos justifican y celebran la indecencia para obtener ganancias.

 

Es hora de desaprender para seguir aprendiendo lo que nos humaniza:

Desaprender la guerra, curarse las heridas.
Desaprender la guerra, negarse a las consignas.
Desaprender la guerra, rodearse de caricias.
Desaprender la guerra, rendirse a la Justicia.
Desaprender la guerra, sumarse a la alegría.
Desaprender la guerra, reinaugurar la Vida.

 

Los cristianos estamos en tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión o metanoia, propicio para detener la vorágine que nos engulle, y elegir el camino a recorrer. Que el Espíritu nos ilumine para optar por el camino de hijos del mismo Padre, de semejanza al Hijo en el amor y la libertad que se hacen entrega. 

 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.